Primer día

Las primeras veces no cuentan. Ya sea el primer bochazo académico, la primera relación sexual, el primer cigarrillo o la primera borrachera. Si bien es cierto que la primera vez deja una marca indeleble en la memoria y en la historia personal, suele tener más que ver con las circunstancias coyunturales, la suerte o el impulso que con la decisión racional de dar el primer paso.

Más importante que la primera vez es la segunda. Si la primera fue un accidente o un experimento, o simplemente una equivocación, la segunda vez que se pasa por la misma vivencia, por el mismo lugar, ya se trata de terreno conocido, de algo a lo que se entra con los zapatos puestos. Porque te gustó, porque tenés ganas, porque ahora te hace falta y sabés qué es lo que querés.

Las segundas veces son mejores. Son a propósito, son buscadas, son una pequeña satisfacción con grandes resultados. Ya no es una cuestión de suerte. La sorpresa no tiene lugar, o por lo menos no ocupa el lugar principal. Después de ese primer paso es hora de emprender el camino del aprendizaje, ya sea caminando hacia delante o retrocediendo sobres nuestros pasos.

Un dilema con huevos

Los griegos sostenían que la salud consistía en tener una mente sana en un cuerpo sano. Con este axioma me dispuse a hacer una ensalada de chauchas y huevo duro para la comida (un clásico). Como soy una confesa ama de casa desesperada, las chauchas fueron directo desde el freezer al microondas sin escalas. Con el huevo, en cambio, se presentó un dilema que en la vida pensé que me vería: no sé hacer un huevo duro.

Puedo preparar milanesas de ternera o de pollo, pasta, arroces condimentados, sopas y hasta algún que otro postre… pero no un huevo duro. Antes de que el abatimiento me ganara, giré mi mirada con esperanza hacia el vasto universo cibernético y hallé la respuesta en dos páginas diferentes. Sí, consulté dos para que no me quedaran dudas de que el tiempo de cocción para un huevo duro son cinco minutos.

Para mi sorpresa, la segunda página que consulté era bastante detallada, completa y clara acerca de cómo lograr diferentes tipos de huevos duros (el tema no era tan fácil, sino no habría necesidad de clasificarlos). Como quien no quiere la cosa, esta noche descubrí cómo preparar uno de los platos más simples y saca-de-apuros que existen. Y tengo la satisfacción de poder decir que sí sé como hacer un huevo duro.


Ah… y la página era:
http://www.directoalpaladar.com/2006/01/24-como-cocer-bien-los-huevos

Cine de trasnoche

Faltaban cinco minutos para la medianoche de un viernes caluroso, húmedo y aburrido. Meterse dos horas en una sala refrigerada y a oscuras parecía una buena opción para combatir el adormecimiento de los sentidos.
Dos mujeres jóvenes decidían en voz alta qué película mirar mientras esperaban su turno para pasar a la boletería del cine. De repente se escuchó a sus espaldas la voz aguda y exaltada de un hombre.
--¿Por qué no avanzan? —inquirió –Si no pasan ustedes, paso yo –anunció dando pasos resueltos para sobrepasar a las jóvenes.
Era ligeramente más bajo que ellas y de pelo canoso. Sus ojos azules hacían velozmente el recorrido visual entre la boletería y la fila, que constaba de las dos mujeres, una pareja y él.
--Señor, estamos esperando nuestro turno. Espere usted el suyo… --comenzó a explicar una de las mujeres.
--¡Pero si no hay nadie! ¿No lo ven? –se quejó, gesticulando con las manos para dar mayor énfasis.
--Pero hay que esperar que [el marcador] dé el turno, ¿no lo ve? –repuso la otra joven.
Apenas abrió la caja de la boletería, las mujeres avanzaron, sacaron sus entradas y al irse, la que había hablado primero dio al hombre que seguía discutiendo con la pareja, un consejo:
--Relájese, ¡es viernes!

Puertas adentro

Según los vecinos, amigos y parientes, madre e hija se llevaban mal y a menudo discutían fuertemente. En alguna ocasión, la madre, Inés, incluso le había pedido a su empleada que se quedara con ella por temor a que Laura, su hija, la atacara.
Cuando el fiscal comenzó a buscar el posible asesino de Inés se puso al tanto de las causas civiles que tenían las dos mujeres. En una de ellas Laura, una instructora de danza egresada del Colón de 45 años, acusaba a Inés, de 78, de violencia familiar por no darle a ella y a su hijo de 12 años un lugar donde vivir.
En aquella ocasión, Inés había llegado a la audiencia de conciliación con los restos de un jarrón que dijo que su hija le había roto en la cabeza. Por hechos como éste, y porque la cerradura del departamento donde vivía Inés, ubicado sobre la avenida Santa Fe entre Malabia y Scalabrinni Ortiz, no había sido forzada, Pablo Lanusse, fiscal de la causa, entendió que había, en efecto, un lazo de sangre.
Laura tenía, en su casa ubicada en Costa Rica al 4500, las llaves del departamento de su madre, así como también tenía ropa manchada de sangre y 40 mil dólares. El dato más curioso lo aportó una carpeta con 4 carillas de consejos de su abogado en caso de que la justicia la interrogara por la muerte de Inés. Algunos eran del estilo de “Si podés, sin sobreactuar, quebráte emocionalmente”.
El viernes pasado, cuando los efectivos de la división homicidios de la Policía Federal la fueron a detener, Laura parecía sorprendida, quizás por haber sido descubierta.

A. C. ©

Juanita Laguna

La tarde era soleada, cálida y húmeda. El tráfico avanzaba a los tropezones por la avenida Córdoba. Una mujer mayor se acercó a una mujer joven que estaba vestida con el ambo blanco de estudiante de medicina. Le pidió, casi en súplica, que le ayudara a cruzar la calle. Pero la estudiante se excusó con una de esas vanas excusas balbuceadas a media voz. La mujer se volvió y apoyó su mano en el antebrazo de otra joven.

--¿Me ayudás a cruzar la calle? ¿Me ayudás a ir hasta la farmacia? --preguntó una vez más, con tono suplicante como si pidiera limosna de la que no se cuenta en divisas. Al oír una respuesta afirmativa siguió con sus pedidos

--¿Cómo te llamás vos? Así te presento en la farmacia… Yo soy Juanita, ¿vos cómo te llamás?—

La edad avanzada de Juanita casi no se veía reflejada en su cuerpo. Su cabello, negro y ensortijado, apenas exhibía algunas canas. Sus ojos pardos eran calmos, como ausentes y la piel alrededor estaba sólo un poco arrugada. Al cambiar la luz comenzó a cruzar la avenida Córdoba a la altura de Junín. Caminaba a paso lento y con un ritmo suave como si andara sobre las nubes.

--A las cinco me tiene que llamar mi pareja—comenzó a explicar a su acompañante. --¿Vos le vas a rezar a Dios para que me llame mi pareja? –-de nuevo, ese tono de súplica salió de su boca como una plegaria esperanzada.

Al llegar a la puerta de la farmacia que estaba a metros de la esquina, Juanita se desprendió del brazo de su acompañante y siguió sola su camino, sin siquiera mirar atrás.

¿Qué ves cuando me ves...?

¿Cómo me veo?

“Confess your hidden faults. Approach what repels you. Help those you think you cannot help. Anything you are attached to, let it go. Go to places that scare you.”
Machik Labdron; Tibetan poet.



Mejor sería preguntar : ¿Me veo? Bastante poco, por lo que veo. Cínica, jactanciosa, irónica, irascible… Y ni siquiera hablé de los rencores, que son en su mayoría conmigo misma. Utópica. Hasta el hartazgo, hasta el hastío. Intrincada como un tango, igual de dramática en sus finales. Gran constructora de suposiciones como puentecitos que llevan ningún lado, pero que temo dejar de lado, no sea cosa de que me quede sin un punto de partida para una nueva suposición.

Lo que me da miedo me gusta; lo que me sale fácil me aburre. Lo que no puedo alcanzar me intriga, y me desencanta lo que me rodea. Me cuesta cuestionar, y también esperar las respuestas. Una vez que las tengo me cuesta entenderlas. Si me aburren, las dejo. Con las personas me pasa algo parecido: Hace un tiempo implementé la onda zen, mi versión de lo que es la filosofía oriental del equilibrio Zen. Con esta premisa, dejo fluir ciertas cosas como el malhumor que algunos despiertan en mí.

Sin embargo, cortar y quemar los puentes que me unen a ciertas personas no me hizo ni más feliz ni me dejó más tranquila. Porque mi cabeza piensa todo el tiempo. Sufro de una esquizofrenia muy particular: cada ángulo de mi cerebro piensa distinto y por lo tanto, nunca estoy de acuerdo conmigo misma. “Pregúntame de nuevo mañana”, contesto más de una vez. Ya viví tranquila, despierta, activa, enojada, dormida, triste… y no me resigno a vivir como el resto.

A traves del ruido del mundo

Anoche un amigo me contaba que el 98 por ciento de los idiomas europeos actuales descienden del indoeuropeo, a excepción del finlandés, el húngaro y el persistente vasco. Los indoeropeos, según me explicaba mi amigo, se asentaron desde Europa hasta Asia, fundiendo sus idiomas con los idiomas originales del lugar en el que se quedaban. Una pena, ahora que lo pienso, porque si no hubieran olvidado su idioma en común quizás tampoco hubieran olvidado que se parecían, y todavía se parecen.

Desde Italia hasta Noruega, desde Irán hasta la India, todos empezaron hablando la misma legua, contando los mismos cuentos y rezando a los mismos dioses. Al parecer, el hecho de que algunas deidades se repitan de panteón en panteón tiene que ver con este remoto parentesco. Que Zeus, el dios griego del trueno y de los cielos, tenga su par romano, Júpiter o su colega nórdico, Thor, no es tan casual después de todo.

Los romanos, por ejemplo, no adoptaron a los dioses griegos, sino que tenían los propios que cumplían las mismas funciones. Por eso habría sido tan fácil poner un nombre en lugar de otro: fue como construir una casa donde ya había cimientos. Lo mismo pasó con el advenimiento del cristianismo en Grecia y Roma.

La idea de un Dios hecho hombre no era tan descabellada si toda tu vida habías escuchado los viejos mitos de los Olímpicos y sus andanzas. Para ese momento, cabe destacar, la filosofía clásica era de vanguardia y las preguntas no faltaban… la fe se fue encegueciendo con el tiempo, dejando lugar a los mitos nuevamente, pero sin embargo, sus comienzos quisieron ser lúcidos.

¡Oh, mi salvador!

Era de noche y hacía frío en la esquina de Carlos Pellegrini y Paraguay donde ella trataba de dilucidar cómo volver a su casa. Su cara comenzaba a dar signos de incertidumbre y desolación tan evidentes que un transeúnte se detuvo espontáneamente a ayudarla: “Decíme a donde querés llegar y te digo”, le ofreció el hombre a la muchacha. El debía tener unos treinta años mal llevados, o unos cuarenta muy bien puestos. Su aspecto era limpio y su voz era aguda y resuelta.

Vacilando primero y luego con esperanza ella contestó “me tengo que tomar el 7 en la avenida Córdoba”. “¡Ah, mamita!”, exclamó él. “Pero vos tenés que caminar hasta la esquina, que es Córdoba, y seguir derecho por ahí hasta que veas la parada del 7”, explicó muy divertido. “Pero yo necesito el que va por Esmeralda… lo dice la guía”, trató de objetar la joven contrariada. “¿Pero vos a dónde querés ir? ¿A San Telmo?” inquirió el hombre con voz cantarina. “Yo quiero ir a Parque Chacabuco, me parece que tengo que ir a tomar el 7 a Córdoba”, sentenció la joven.

Ante la súbita resolución del dilema, el hombre comedido ofreció una amplia sonrisa y se retiró a paso ligero por la avenida 9 de julio. Sólo su espalda y sus ágiles piernas se distinguieron a lo lejos mientras cruzaba la calle Cerrito. Atrás quedó la joven con su guía en mano y la certeza inexplicable de que el 7 que pasa por la avenida Córdoba la dejaría cerca de su hogar.

Por: Mafalda Chan

Hay que dar con la Veta




La banda de rock Vetamadre presentó ayer a la noche en el teatro ND Ateneo su nuevo CD, Vientre, frente a un público que ovacionó de pie haciendo caso omiso a las butacas. Además del nuevo material, tocaron las canciones de sus tres placas anteriores, Ruido del Mundo (1998), Libérenme (2002) y Veratravés (2004).


El show comenzó poco después de las nueve y media con un clásico de la banda, Ruido del mundo. El público estaba formado mayormente por jóvenes, algunos rozando los cincuenta, otros los doce. Promediando la noche, Veta se dio el gusto de hacerle un tributo al Flaco Spinnetta tocando Seguir viviendo si tu amor a su manera.


Con diecisiete años de trayectoria y a catorce de su primera placa independiente, el cuarteto formado por Julio Breshnev en voz, Martín Dejean en teclados, Coca Monte en bajo y Federico Colella en batería lleva recorrido un largo camino por el que fueron recogiendo influencias, estilos y, sobretodo, adeptos.

Llueve sobre mojado... o sobre el moho...

Resulta que a mí me gusta una banda de rock que se va a presentar en esta semana. Los vi por primera vez el año pasado. Fui a su concierto sabiendo nada más que dos canciones y salí coreando la mitad de las que tocaron. Recién este año se están haciendo conocidos, después de 14 años en la ruta.
Por primera vez una amiga de la facultad accedió a acompañarme, muy ilusionada por todo lo que yo le había "vendido" de ellos. Pasé por la boletería de Ticketek a preguntar los precios de las entradas y no los tenían. Pasé una segunda vez y me “dijeron $20 y $30”. Ok, pensé yo, la entrada de $20 está perfecto…
Más tarde me acordé de un detalle que el chico de la boletería no mencionó: que Ticketek, siempre tan eficiente y confiable, cobra un recargo por el servicio. “¿Por el qué?”, se preguntarán ustedes, por el servicio de imprimirte y cobrarte tu entrada. Antes el recargo era del %10 por lo que le avisé a mi amiga que en vez de $20 eran $22… pero no. Eran $23.
Después de la decepción de no poder comprar las entradas porque me faltaban $2 me propuse no desistir y volver una cuarta vez para comprarlas finalmente. A todo esto, mi mal humor empezaba a aflorar como el moho en una cortina de baño; cada día más y llegando al punto de ebullición.
En mi cuarta visita a la boletería no hubo sistema (¡por esa eficacia sí que pago!), por lo que tuve que volver una quinta vez (previo pasar mi amiga a chequear si seguían habiendo entradas… le dijeron que al día siguiente las traían). Finalmente, a dos días del concierto tengo mis tan anheladas entradas, y espero pasarla de diez otra vez.
Todo esto tiene una moraleja: cuando la banda que te gusta se hace conocida empieza a trabajar con Ticketek, y cuando empieza a trabajar con Ticketek, conseguir las entradas es como esperar que llueva… Te duele la cabeza toda la semana hasta que llueve y te aliviás.

Cerrado, sellado, entregado

Por alguna extraña razón, cada vez que me propongo cerrar el tema algo se interpone. Algo urgente, más importante, o más interesante. Husos horarios, falta de crédito, trabajos atrasados en la facultad, compromisos varios… no sé por qué, pero es como si ya fueras parte del pasado y sin querer la vida se hubiera encargado de cerrar lo que insisto en querer palabrear. Y pensar que me puse en filosófica y en pseudo valiente y decidí llamarte y todo. Pero no contestaste, y eso que no era muy tarde.

Lo que te quería decir te lo puedo decir acá: rompiste algo en mí que no pudiste arreglar nunca. Y ya no importa. Porque al romperlo dejaste abierta una grieta por la que me escapé y ahora soy libre y feliz. O por lo menos libre. La felicidad absoluta no existe en esta vida y la momentánea viene a visitarme cada tanto, como a todos. Pienso una y otra vez en la cantidad de cosas que me gustaría decirte y después me doy cuenta que arruinaría este acuerdo tácito que se dio para hacer más real esta desunión.

Me enojé, me indigné y hasta me entristecí en cierto punto, porque vi que no solamente no eras quien me esperaba que fueras, sino que además me di cuenta que eras igual que el resto. Por algún fotolog leí un título así como “no te decepciones ni te sorprendas, son sólo personas”. Esto es muy cierto y además es un hecho que olvidé por completo. Fuiste muy bueno en muchas cosas y muy insensible o egoísta en otras. Yo también. Si es por ser víctimas estamos iguales. Las relaciones son contiendas de iguales.

No me arrepiento de nada, ni siento que haya quedado nada por hacer. Sin embargo, este experimento que es “estar vivos” es demasiado complejo para poder resolverlo en dos semanas. No es aceptar derrota el reconocer el alcance real de un beso, de un gesto y de una palabra, por más cursi que pueda parecer. El capítulo que me hubiera gustado cerrar juntos se cerró esa tarde, cuando nos dijimos adiós y me senté a esperar a llegar a mi casa. Lo cerramos juntos, pero sin darnos cuenta.

Buenos Aires me importa, ¿y a vos?

Mucha campaña electoral, pero hace un mes que colapsó una esquina entera entre las avenidas Santa Fe y Callao (al punto que se ven los cimientos de un edificio) y nadie hace nada. Prosperaron más los vallados y las planchas de madera para que la gente circule que un plan concreto para arreglarla.

Sé lo que está pasando: antes de averiguar presupuestos ni nada hay que ver a quién le cae el muerto… quién gane el 3 de junio paga. Pero menudo muerto le va a caer si la gente se electrocuta durante una lluvia de esas que inundan todo. Hasta qué punto somos desidiosos con lo que es nuestro…

Ni hablar del acto de vandalismo perpetrado en la estación de Constitución esta tarde. Fuego, señales volando, enfrentamientos con la policía. ¿Cuán violenta y desquiciada se puede volver una población? El laburante que sólo quería llegar a su hogar no sólo no lo logró sino que además tuvo que comerse este garrón.

¿Por qué nos importa tan poco el otro? La estación es de todos y estaba recién reciclada. La suspensión de los dos horarios de trenes perjudicó a muchos, pero los hechos de hoy perjudicaron a todos. ESTARÍA BUENO que alguien tomara una ACTITUD POSITIVA y se preocupara EN SERIO…

¡N.E.P.B.!

Lo digo y lo repito: estoy sufriendo la escasez de paciencia y se me agotan las ganas de hacer de cortesana de las gansadas del resto. Después de todo, nadie es cortesana de las mías y ni siquiera pido que alguien lo sea. Lo que más me saca de quicio (porque, si bien es cierto que sacarme de quicio es fácil, esto acelera el proceso), es la gente que actúa como si lo más normal fuera que el mundo diera vueltas a su alrededor. ¡Sorpresa! El mundo gira alrededor del Sol que, contrario a lo que estas personas puedan creer, es una estrella, no una extensión de ellas mismas.
Puedo parecer reaccionaria o agresiva sin una razón en concreto, pero la experiencia me indica que este humilde espacio cibernético es más visitado de lo que yo puedo imaginar, de modo que me voy a ahorrar la roña y las razones que tengo para decir lo que digo las daré a las correspondientes personas a su debido tiempo. ¿Viste como aprendo? Aprendé vos también.
En definitiva es un problema de carácter. De la falta o del exceso de él. Por un lado, yo no tengo ganas de complacer los caprichos de otros, estoy muy vieja para empezar a hacer lo que no hice nunca. Por otro lado, pareciera ser que también hay escasez de madurez. Sólo porque las cosas no vayan bien o no salgan como a uno le gustaría no quiere decir que el resto tenga que suprimir sus planes, sus rutinas o sus deseos para atender a nuestros reclamos. No se le reclama a la gente aquello de lo que sólo uno se puede hacer cargo.
¡Basta de consumir el tiempo ajeno! ¡Basta de pedir a la gente que coree estupideces! ¡Basta de disponer de la vida del resto como si ese fuera el orden natural de las cosas! Y, si tanto te cuesta entender que mi vida no gira en torno a la tuya, léelo bien:

¡NO ESTOY PARA BOLUDECES!

Calles de soledad y fuego

La violencia juvenil ataca a todos los sectores de la sociedad, pero hace estragos en la capa más baja. Para la Justicia, los jóvenes en situación de calle que se vuelven violentos y delinquen representan un verdadero desafío social. María Pérez Roller, psicóloga del Tribunal Nº1 de Retiro que recibe los casos de menores que han sido elevados a juicio oral, expone la situación: “Muchas veces los chicos llegan con un tiempo de internación en institutos de menores que es contado como tiempo de detención, por lo que puede ser que se le de por compurgada la pena”.
Pero a la vez aclara que “no se sobre entiende que un chico esté en el Agote (a donde van a parar los casos más pesados) haya venido de otros institutos”. Las razones que tienen para usar la violencia mutaron con el paso del tiempo: “en una época se veían más casos de banditas de dos o tres que salían a robar por diversión”, recapitula Pérez Roller, a cinco años y medio de empezar a trabajar en el Tribunal. “Ahora son causas más pesadas y hay muchos homicidios en situaciones de robos. Todos con armas”.
Las causas de esta escalada de violencia entre los jóvenes van desde lo económico y social hasta una identificación con un familiar o referente social que estuvo o está detenido por un delito. Otra razón, quizás la más relevante, es la influencia de la pasta base, el paco. “Ahora es moneda corriente”, explica Pérez Roller, “y en dos meses están quemados. La poca capacidad de reflexión que tenían hasta el momento se fue con la droga”.
La realidad que se lee en los expedientes del Tribunal está llena de historias de familias disgregadas o inexistentes, de padres ausentes y madres que trabajan de sol a sol. “El chico es síntoma de su familia”, sentencia P. Roller, “Hay que ver si se lo incluyó desde niño en la sociedad. Una persona que siempre estuvo sola no puede reinsertarse en la sociedad porque nunca estuvo del todo en ella.” Según P. Roller, no se trata de desculpabilizar al chico, sino de causarle la responsabilidad, que es parte de crecer. Además, hay que ver cómo es la cultura que rige la norma. “Los códigos de la villa son muy distintos: para los pibes es más importante tener un par de zapatillas de $400 que comer a la noche y arriesgarían su vida por eso.”
Parece evidente que la cultura en la cuál está inserto el joven también tiene que ver con su recuperación: “Vos podés llegar a reencausarle la vida, pero después tenés que programársela en el afuera. Uno se va apropiando de uno mismo cuando otra persona le hace sentir desde chiquito que es importante. Estos chicos, en cambio, crecieron a los golpes y cada vez que cometen un delito es un llamado de atención para nosotros”.

Como asesinar imperceptiblemente

Hace un tiempo leí un libro llamado Crímenes imperceptibles, escrito por el argentino Guillermo Martínez. En este libro se presentaba una intrincada serie de asesinatos que acaba siendo nada más y nada menos que una seguidilla de muertes naturales presentadas como asesinatos. De la misma manera me encuentro hoy con que es posible asesinar sin que nadie se de cuenta.
El asesinado se dará cuenta cuando el aguijón le provoque esa molestia punzante que desestabiliza y hace tambalear, pero que sin embargo no mata a nivel biológico. No es raro olvidarse de que el ser humano tiene alma, y ese alma es un frágil ente dentro del cuerpo. Se puede magullar, lastimar, abollar y matar tan fácil que casi tienta al más despiadado. Yo sé de lo que hablo.
Estos crímenes no son penados por la ley que rige desde el Estado. La pena cae de inmediato en el corazón asesino que se haga cargo. En el que no esté debidamente entrenado, endurecido para la ocasión. Los uniformes de esa cárcel son azules y las realidad se vuelve gris. Y un poco borrosa también. No existe impunidad en esto. El crimen contra el alma no se borra tan fácil de la memoria.

Es mas bien algo enfermo

Resulta que tengo que escribir dos cartas. A mí me gusta escribir cartas, pero éstas no son las más gratas que me han tocado escribir. De hecho, si pudiera no escribirlas sería feliz. Si no tuviera razón alguna para escribirlas me sentiría mucho más tranquila, emocionalmente estable y con la cabeza más despejada. Pero la vida no siempre nos da lo que queremos, más que nada para que no nos volvamos vagos y malcriados.
Resulta que las cartas que tengo que escribir son para dos personas con las que tengo relaciones muy distintas: por un lado está el segundo hombre que se las ingenió para hacerme llorar y por el otro está la mujer que nunca me dio cabida. A los dos tengo que decirles cosas que pueden sonar pueriles o impulsivas, pero que simplemente rebalsan de mi cabeza y no puedo contenerlas más tiempo.
Muchos versos de canciones resuenan en mis oídos y me ayudan a discernir qué quiero decir, pero sólo mis palabras podrán a aclarar la situación. Puedo decir que no se puede vivir con tanto veneno, o que una vez más llueve sobre mojado, pero en definitiva soy yo la que tiene que hacerse escuchar. Sin vueltas y sin miedo.
Aún si quisiera tomar una mirada introspectiva a ambos “asuntos” creo que no podría porque ya no sé cuándo empezaron ni cuando terminarán. Asumo, quizás erróneamente, que de alguna manera podré poner en claro algunos puntos para así poder evolucionar en mi relación con estas personas. Y ahora me encuentro con un nuevo factor, algo que antes no había considerado: ¿y si no quiero madurar mi relación con ellos, sino mi relación conmigo sin ellos?
Alguien podría decirme que esta inconstancia no es algo heroico, es más bien algo enfermo. Pero yo sólo puedo replicar que no quiero pensar mil veces las mismas cosas ni contemplarlas sabiamente. A ese hombre quiero hacerle saber que lo que hizo no estuvo bien y que no se pide lo que no se tiene, porque hay cosas que si no se las produce uno no las puede tomar de ningún otro lado.
A ésa mujer le quiero decir que no me importan ni su egoísmo ni su desidia. A esas cosas ya estoy acostumbrada. Lo que me molesta de sobremanera es su hipocresía. Porque la hipocresía no enferma sólo a los hipócritas sino también a quienes tienen que soportarla. Y estoy harta. Por primera vez en mucho tiempo hoy amanecí sin querer amanecer. Hoy amanecí ahogada en mi propio hartazgo y en la cama hecha por mis no tan amigos.

Soldaditos de plomo y de carne y hueso

Tengo ganas de escribir y no sé sobre qué. Entre fechas y trabajos, entregas y consignas, se me fue atrofiando la capacidad de poder divagar sobre el papel acerca de cualquier tema. Hace poco quería hacer una composición sobre como las grandes luchas, tanto ideológicas como militares, siempre toman por rehenes a los jóvenes.

La idea venía de un apreciación que tuve la oportunidad de hacer recientemente: a raíz de una entrevista con un ex desaparecido que relató la experiencia de detenido que tuvo a los 19 años de edad, me di cuenta que no distaban mucho las mentalidades de los “revolucionarios” de los 70 y de los militares que mandaron a morir de frío, hambre y dolor a 1000 chicos de 18 para arriba en Malvinas, hace ya 25 años.

La cosa pareciera ser así: un grupo de ideólogos (gente que ha “vivido mucho” y que “sabe cómo funciona el mundo” ) se juntan para armar un movimiento, pero se dan cuenta de que no tienen ni la energía ni la rapidez para llevarlo a cabo mediante acciones concretas. Entonces, buscan en los jóvenes esa “fuerza de choque” que les permite tener mejor llegada y mayor impacto.

Se sirven de la sangre caliente y la carne fresca como quien va al buffet de un tenedor libre. Y los jóvenes, porque somos en nuestra mayoría valientes, volubles y utópicos, dejamos que nos vendan las ideas más trasnochadas y quedadas en el tiempo y salimos a combatir con espíritu de salvadores del mundo, cuando lo que en realidad estamos haciendo es obedecer el discurso que nos vendió la generación anterior.

La verdadera salvación de este condenado mundo será que los jóvenes de mi generación apaguemos la radio, la tele, y cerremos el diario y que salgamos a la calle, al mundo y que veamos por nosotros mismos como funciona. La injusticia social, la palabrería fácil de los políticos, el discurso traspapelado que ya no convence a nadie… todo se puede detectar sin que a uno le vengan con otro discurso por el estilo.

Para dueños de la verdad y la vida está cada uno.



A bordo de una revolución

Los Beatles incursionaron en el cine más de una vez con películas como la pionera A hard day’s night (Anochecer de un día agitado), de 1964 o Help! (¡Auxilio!), de 1965 y Magical mystery tour (Mágico, misterioso tour), de 1967. En julio del 1968 llegaron a la pantalla grande por cuarta vez con Yellow submarine (Submarino amarillo), una película que, a diferencia de las tres anteriores, era completamente animada y todavía más cargada de contenido psicodélico e idealista que la anterior.
En ella los 4 de Liverpool aparecen como los salvadores de Pepperland (Pimientalandia), una tierra de paz, armonía y música que ha sido conquistada por los malvados azules, los Blue Meanies, y convertida en un mundo azul, silencioso y opresivo. Son convocados por el Almirante Fred, único tripulante del submarino amarillo, para traer de vuelta la música y con ella, las ganas de luchar del pueblo. En el trayecto suceden muchas cosas, entre ellas el encuentro con Jeremy, un personaje muy sabio que es nadie y está en ningún lado.
Así, el submarino amarillo atraviesa el mar del tiempo, el de los agujeros y el mar verde, y atraviesa además grandes temas de la banda como All you need is love (Todo lo que necesitas es amor), Elanor Rigby, o la enigmática Lucy in the sky with diamonds (Lucy en el cielo con diamantes). Entre psicodélica, fantástica y onírica, Yellow submarine es una evocación a revolucionar el mundo con el arte y la imaginación, sobretodo, con mucha música, paz y amor.


De profesión, sobreviviente

“Ellos querían demostrar que eran Dios”

Estuvo desaparecido durante la última dictadura militar y hoy se dedica a dar charlas del tema y a seguir buscando a sus compañeros desaparecidos. Sobre la memoria, la vida, la búsqueda y todo lo demás.

“Me sentí mal cuando declararon feriado el 24 de marzo porque ese día no comenzó el terrorismo de Estado, sino que es el día en que se legalizó”, sentenció Oscar Arquéz, alias Hormiga, quien estuvo desaparecido entre septiembre y noviembre de 1976 durante la última dictadura militar y vivió para contarlo. “Quizás el día que se pudiera poner es el 10 de Diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos”, propone este hombre que fue chupado por la VII Brigada Aérea con asiento en Morón con tan sólo 19 años. A 31 años del último golpe de Estado y a casi 24 de la vuelta a la democracia, las heridas siguen intactas, igual que el recuerdo.

“Me torturé durante 20 años porque no era un desaparecido más. (…) Yo estaba muy comprometido [con la UES] en aquél momento y había otro compañero mío, Marcos Oscar Carloni, alias Gallina, que estaba mucho menos comprometido y hoy está desaparecido”, relata Hormiga con voz pausada y firme, pero a la vez cautelosa. “[Los militares] necesitaban que alguien quede para contar lo que era un centro clandestino, para que se supiera de las torturas y humillaciones, pero los ex detenidos nunca hablamos de la tortura. Querían demostrar que eran Dios, que eran señores de la vida y la muerte”, explica.

Hasta el día de hoy, Hormiga no sabe si estuvo o no en el centro clandestino de detención conocido como la Mansión Seré, ubicado en el límite entre Castelar e Ituzaingó. Puede saber que estuvo en el centro clandestino conocido como el Vesubio porque comparó los testimonios de otros ex detenidos. A pesar de estar siempre vendados, trataban de mirar para abajo y ver el color del piso y las paredes cubiertas de madera del lugar.

El 21 de noviembre de 1976, a cuatro días de ser liberado, Hormiga se presentó a dar su testimonio en la Liga argentina por los Derechos Humanos. “En ese momento pensé que mi testimonio podría servir a los compañeros que habían caído, para poder ubicarlos y la Liga fue allanada al poco tiempo”, declara. Desde entonces, nunca dejó de buscar a sus compañeros y a aquellos que estuvieron en los mismos centros que él. “En estos momentos estoy realizando una investigación sobre cuántos empleados municipales de Morón hay desaparecidos”. Sin importar cuántos años pasen, cuántas administraciones ni de qué ideologías, para Oscar Arquéz nunca se acaba el trabajo de hormiga.

The world doesn’t need another hero!



While we are kiddies in primary school we tend to form groups of best friends for protection (against the bullies in the upper grades, or maybe the math teacher who is a bitter old hag). As we grow older, and therefore life becomes a bit more complicated tan lunch break, we may still tend to protect, and even sometimes overprotect our friends.

Growing is about making mistakes and learning from the experience, or so they say. It might be true, but one can’t help but wondering why do some people love to read so much into certain textbooks. That’s where the overprotective friends come in: Unhealthy relationships, badly paid jobs, abusive bosses or intrusive parents are only a few examples of the things you’d wish to save your friend from.

But the fact is he or she was born into that family, with those parents, and he or she chose that job, with the wage and boss that came along with it. The subject of relationships is particularly interesting: since friendship is a type of relationship, how can friends tell who’s suitable for his or her friend? Maybe he or she is the one who is not suitable.

In the boy/girlfriend aspect, one can’t help all the Mr And Ms Not Right coming a friend’s way. All there is to be done is to sit and wait until our friend comes weeping on our shoulder telling us about how badly he/she is treating her/him. And then, of course, the overprotective friend will rage against that devil torturing his/her friend and will demand his/her immediate execution.

Unluckily, it doesn’t work like that at all. Because our friend will go back to his/her evil couple a thousand times before he/she realizes his or her real worth (something which the overprotective friend always knew, of course). One fact remains as an undeniable truth: Some people just don’t want to be saved. No matter how much effort we put in keeping the bullies and bitter hags away from them, our friends keep finding new ones.

Just because some of us would love a full time friend/bodyguard doesn’t mean that everyone does. Even in the worst-case scenario, some people are either brave enough or stupid enough to make huge mistakes knowing they are really messing it up. Sometimes you can’t save people from themselves. Even when you’ve seen your friend going over and over the same lesson without giving any sign of learning it.

Then, why do we do this? Because we’d really appreciate it if they did the same for us.

El niño azul



Había una vez un niño azul que vivía en un mundo azul. No tenía nombre ni edad y nadie podía decir desde qué hora existía. No se le conocían padres ni familia. Tampoco los necesitaba, pues eran para él accesorios pesados que lo ataban a una realidad gris que lo obligaría a crecer y a incorporarse a un mundo lleno de reglas creadas por unos hombres que iban en contra de otros hombres.

De vez en cuando, el niño azul daba una vuelta por el mundo de los adultos. Después volvía a su mundo azul, feliz de saberse niño y libre de temor. Caminaba por la calle mientras los “grandes” avanzaban a los empujones, tan preocupados con sus cosas que ninguno lo notaba. Él en cambio iba a su propio ritmo, sin reloj, sin zapatos, sin alguien que lo llamara para que volviera a su hogar.

A veces el niño azul sentía hambre, pero sabía que era temporal. El hambre, el frío y el sueño eran simplemente el resultado de estar demasiado tiempo en esa realidad. Cuando lo invadía ese escalofrío que lo hacía encorvarse como un ovillo cerraba los ojos y volaba sin escalas directo a su tierra amada. Allí estaba en libertad para reír sin ser tomado por loco y para jugar sin ser tomado por salvaje.

Cierta vez se encontró en medio de una calle atestada de vendedores, compradores y perros callejeros que le mezquinaban centavos. Ni todo el azul del cielo pudo convencerlo de que no sentía frío, hambre y sueño. Se enrolló como siempre, cerró sus ojitos azules y su boquita de tiza y voló lejos, a su amada tierra azul.

“He aquí un niño azul que fue encontrado en las cercanías de la gris realidad”, decía el oficial de Policía cuando su jefe llegó a donde el cuerpito del niño yacía, todo azul, sin vida.

Ana ataca otra vez: dos nuevos casos

Se hicieron públicos dos nuevos casos de jóvenes atacadas por Ana. Uno de los casos se dio en Brasil y fue letal. Se sospecha que hay más víctimas sufriendo en secreto.

BA, 8/01/2007. Esta mañana salieron publicados en el diario matutino La Nación, de Argentina, dos nuevos casos de mujeres jóvenes devastadas por la acción de Ana. Los casos vienen a engordar el ya voluminoso legajo de la silenciosa e ilusoria mujer perfecta que se mete en la cabeza de las chicas y les hace creer que comer es lo más parecido a la destrucción y la vergüenza.

Recientemente, se expresó una mayor preocupación desde las pasarelas de todo el mundo, pero todavía no se han visto cambios en los desfiles de alta costura. En países como España se trató de hacer un acuerdo para que las modelos tuvieran un peso mínimo que cumplir, un peso lógico. Mientras tanto, en Río de Janeiro, Brasil, murió una chica de 14 años que aspiraba a ser modelo. Pesaba 38 kilos y medía 1,70.

El segundo caso, publicado hoy por el citado matutino, es el de María Ximena, de San Luis, que llegó a pesar 28 kilos. Pero ella logró escapar y ahora se encuentra en un centro de asistencia para víctimas de Ana de San Rafael, Mendoza y está en vías de recuperación. “Es importante liberarse de todos los miedos que implica comer”, declaró la joven a LN.

Ana lleva décadas haciendo de las suyas, diezmando la población juvenil mundial sin hacer diferencia alguna de raza, credo, posición social o económica. Le interesa atacar a las jóvenes extrovertidas, a las tímidas, a las ambiciosas, a las depresivas, a todas. Se estima que por cada joven liberada hay al menos cinco todavía bajo su yugo invisible.

POR: Mafalda Chan

GuRuS

¿Qué son? ¿Para qué sirven?

Puede ser que me falte algo de información, pero tengo entendido que son personas consideradas sabias que dan su consejo acerca de los diferentes aspectos de la vida.

Según la muy globalizada, completa y aún así falible Wikipedia, un Gurú es un maestro espiritual para los seguidores de la filosofía brahmánica de la India.

Hoy en día, el término es utilizado para referirse a aquellas personas que conocen un tema en profundidad. Supongo que no estaba tan alejada de la wiki-definición.

Pero aún así, sigo sin entender para qué sirven. Los nuevos gurúes, digo, no los maestros espirituales. Esos los necesitamos para alumbrar nuestra oscuridad.

Los nuevos gurúes, sin embargo, son como moscas que se apelotonan frente a la cara de uno, zumbando sin parar, tratando de que los escuchemos.

Esto me lleva a pensar que con tantos maestros y sabios por ahí debe quedar muy poco lugar para nuestra propia filosofía de vida.

Hace un tiempo empecé a leer un libro de Lou Marinoff llamado Más Platón y menos Prozac. En él, el autor hablaba sobre la falta de filosofía en la vida actual.

“Sí, claro”, pensé yo, “si fuera filósofa no estaría leyendo tu libro, estaría buscando mis propias respuestas”. Y bueno, de eso se trata:

Si cualquiera puede especializarse en un tema y ser un Gurú, ¿qué es lo que me detiene? Nada. La vagancia absoluta de no querer mover las neuronas.

Sé que no soy la única que prefiere escuchar, leer y en definitiva consumir lo que dicen estos “nuevos sabios” con tal de no mover mis neuronas.

Sin embargo, rascando un poquito, metiendo un dedo del pie en la vasta superficie mental de una persona, se puede descubrir un universo filosófico completo y dinámico.

Nada más hace falta mover las neuronas de la imaginación, las de la lógica, las de los ideales, las de las ganas de ser nosotros nuestros propios maestros del espíritu.

Parafraseando a un sabio cuyo nombre no logro aprender a escribir, el hombre que tiene un porqué es capaz de sobrellevar cualquier cómo.





¿Who are they? ¿What are they for?

I might be short of information, but I understand they are people considered wise who dispense their advice on different aspects of life.

According to the worldwide utterly complete and yet not always reliable Wikipedia, a Guru is a spiritual master, a teacher of the Brahman philosophy in India.

The term is nowadays used to refer to a person who knows a certain subject or topic in depth.

I suppose I wasn’t all that far away from the wiki-definition.

But still, I can’t figure what’s their use. I mean the new gurus, not the spiritual masters. Those are truly necessary to shed some light into our darkness.

The new gurus, on the other hand, are like flies that gather in front of one’s face, flipping their wings hysterically, trying to catch some attention.

This makes me think that with so many teachers and wise men around there is little or no place for our own philosophy of life.

Some time ago, I began to read this book called Plato, not Prozac!, by Lou Marinoff, where the author stated that there was a lack of philosophy in today’s everyday life.

“Yes, sure”, I thought, “if I were a philosopher I wouldn’t be reading your book, I’d be looking for my own answers”. And there it is:

If anyone can specialize on a certain topic and become a guru then what’s stopping me from doing it? Nothing but the laziness of my neurones.

I know I’m not the only one who would rather listen, read and consume whatever these newly wise men have to say just so I don’t have to think about life myself.

Never the less, if you scratch a little, if you dip your toe inside the mind of any human being, you will find a vast philosophical universe, complex and ever changing.

All it takes is to move the neurones of imagination, of logic, ideals and the will to become our very own masters on spiritual teachings.

Paraphrasing a wise man whose name I just can’t spell, a man who has a reason why is capable of overcoming any ways how.

Educando al Pichicho

Por: Mafalda Chan

El otro día, cuando todavía era el año pasado, estaba discurriendo con un amigo sobre la medida y el concepto del elemento “tiempo”. Yo decía que era un invento humano y que por lo tanto toda esta historia del año nuevo era ficticia. Él decía que quería adoptar el calendario de los Mayas o de los Aztecas para sentirse más “adaptado” al terruño.

La conversación tomó vuelo y aterrizó en el tema de la Globalización y como afecta a las tradiciones locales. El intercambio cultural y la absorción de una cultura por otra existieron desde que el hombre aprendió a hacerse a la mar. El ejemplo perfecto es el reemplazo del calendario maya por el europeo, o cristiano.

Mi amigo se quejaba de que hoy en día la globalización destruía el colorido local y yo le señalaba que no era la globalización la que los devoraba cual monstruo angurriento, sino que eran los habitantes de cada tierra quienes dejaban servidas a la criatura sus cantos, costumbres y banderas para que se los comiera en guiso.

La globalización como fenómeno permite que uno desde su casa conozca horizontes que de otro modo quedarían en la sombra. Pero si uno decide adoptar esos horizontes como propios, es como que los límites se borran y lo que queda en penumbras es el territorio de uno. Es un error de nadie más que nuestro el que se desvanezcan las tradiciones.

Es uno quien prefiere la coca-cola al mate, y es uno el que prefiere cantar los villancicos en inglés o poner carteles de Merry Christmas, como si un Feliz Navidad no fuera suficiente. La globalización es como una criatura sin domar: sería un perrito faldero si nos tomáramos el trabajo de domesticarlo.