A traves del ruido del mundo

Anoche un amigo me contaba que el 98 por ciento de los idiomas europeos actuales descienden del indoeuropeo, a excepción del finlandés, el húngaro y el persistente vasco. Los indoeropeos, según me explicaba mi amigo, se asentaron desde Europa hasta Asia, fundiendo sus idiomas con los idiomas originales del lugar en el que se quedaban. Una pena, ahora que lo pienso, porque si no hubieran olvidado su idioma en común quizás tampoco hubieran olvidado que se parecían, y todavía se parecen.

Desde Italia hasta Noruega, desde Irán hasta la India, todos empezaron hablando la misma legua, contando los mismos cuentos y rezando a los mismos dioses. Al parecer, el hecho de que algunas deidades se repitan de panteón en panteón tiene que ver con este remoto parentesco. Que Zeus, el dios griego del trueno y de los cielos, tenga su par romano, Júpiter o su colega nórdico, Thor, no es tan casual después de todo.

Los romanos, por ejemplo, no adoptaron a los dioses griegos, sino que tenían los propios que cumplían las mismas funciones. Por eso habría sido tan fácil poner un nombre en lugar de otro: fue como construir una casa donde ya había cimientos. Lo mismo pasó con el advenimiento del cristianismo en Grecia y Roma.

La idea de un Dios hecho hombre no era tan descabellada si toda tu vida habías escuchado los viejos mitos de los Olímpicos y sus andanzas. Para ese momento, cabe destacar, la filosofía clásica era de vanguardia y las preguntas no faltaban… la fe se fue encegueciendo con el tiempo, dejando lugar a los mitos nuevamente, pero sin embargo, sus comienzos quisieron ser lúcidos.

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