Soldaditos de plomo y de carne y hueso

Tengo ganas de escribir y no sé sobre qué. Entre fechas y trabajos, entregas y consignas, se me fue atrofiando la capacidad de poder divagar sobre el papel acerca de cualquier tema. Hace poco quería hacer una composición sobre como las grandes luchas, tanto ideológicas como militares, siempre toman por rehenes a los jóvenes.

La idea venía de un apreciación que tuve la oportunidad de hacer recientemente: a raíz de una entrevista con un ex desaparecido que relató la experiencia de detenido que tuvo a los 19 años de edad, me di cuenta que no distaban mucho las mentalidades de los “revolucionarios” de los 70 y de los militares que mandaron a morir de frío, hambre y dolor a 1000 chicos de 18 para arriba en Malvinas, hace ya 25 años.

La cosa pareciera ser así: un grupo de ideólogos (gente que ha “vivido mucho” y que “sabe cómo funciona el mundo” ) se juntan para armar un movimiento, pero se dan cuenta de que no tienen ni la energía ni la rapidez para llevarlo a cabo mediante acciones concretas. Entonces, buscan en los jóvenes esa “fuerza de choque” que les permite tener mejor llegada y mayor impacto.

Se sirven de la sangre caliente y la carne fresca como quien va al buffet de un tenedor libre. Y los jóvenes, porque somos en nuestra mayoría valientes, volubles y utópicos, dejamos que nos vendan las ideas más trasnochadas y quedadas en el tiempo y salimos a combatir con espíritu de salvadores del mundo, cuando lo que en realidad estamos haciendo es obedecer el discurso que nos vendió la generación anterior.

La verdadera salvación de este condenado mundo será que los jóvenes de mi generación apaguemos la radio, la tele, y cerremos el diario y que salgamos a la calle, al mundo y que veamos por nosotros mismos como funciona. La injusticia social, la palabrería fácil de los políticos, el discurso traspapelado que ya no convence a nadie… todo se puede detectar sin que a uno le vengan con otro discurso por el estilo.

Para dueños de la verdad y la vida está cada uno.



A bordo de una revolución

Los Beatles incursionaron en el cine más de una vez con películas como la pionera A hard day’s night (Anochecer de un día agitado), de 1964 o Help! (¡Auxilio!), de 1965 y Magical mystery tour (Mágico, misterioso tour), de 1967. En julio del 1968 llegaron a la pantalla grande por cuarta vez con Yellow submarine (Submarino amarillo), una película que, a diferencia de las tres anteriores, era completamente animada y todavía más cargada de contenido psicodélico e idealista que la anterior.
En ella los 4 de Liverpool aparecen como los salvadores de Pepperland (Pimientalandia), una tierra de paz, armonía y música que ha sido conquistada por los malvados azules, los Blue Meanies, y convertida en un mundo azul, silencioso y opresivo. Son convocados por el Almirante Fred, único tripulante del submarino amarillo, para traer de vuelta la música y con ella, las ganas de luchar del pueblo. En el trayecto suceden muchas cosas, entre ellas el encuentro con Jeremy, un personaje muy sabio que es nadie y está en ningún lado.
Así, el submarino amarillo atraviesa el mar del tiempo, el de los agujeros y el mar verde, y atraviesa además grandes temas de la banda como All you need is love (Todo lo que necesitas es amor), Elanor Rigby, o la enigmática Lucy in the sky with diamonds (Lucy en el cielo con diamantes). Entre psicodélica, fantástica y onírica, Yellow submarine es una evocación a revolucionar el mundo con el arte y la imaginación, sobretodo, con mucha música, paz y amor.


De profesión, sobreviviente

“Ellos querían demostrar que eran Dios”

Estuvo desaparecido durante la última dictadura militar y hoy se dedica a dar charlas del tema y a seguir buscando a sus compañeros desaparecidos. Sobre la memoria, la vida, la búsqueda y todo lo demás.

“Me sentí mal cuando declararon feriado el 24 de marzo porque ese día no comenzó el terrorismo de Estado, sino que es el día en que se legalizó”, sentenció Oscar Arquéz, alias Hormiga, quien estuvo desaparecido entre septiembre y noviembre de 1976 durante la última dictadura militar y vivió para contarlo. “Quizás el día que se pudiera poner es el 10 de Diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos”, propone este hombre que fue chupado por la VII Brigada Aérea con asiento en Morón con tan sólo 19 años. A 31 años del último golpe de Estado y a casi 24 de la vuelta a la democracia, las heridas siguen intactas, igual que el recuerdo.

“Me torturé durante 20 años porque no era un desaparecido más. (…) Yo estaba muy comprometido [con la UES] en aquél momento y había otro compañero mío, Marcos Oscar Carloni, alias Gallina, que estaba mucho menos comprometido y hoy está desaparecido”, relata Hormiga con voz pausada y firme, pero a la vez cautelosa. “[Los militares] necesitaban que alguien quede para contar lo que era un centro clandestino, para que se supiera de las torturas y humillaciones, pero los ex detenidos nunca hablamos de la tortura. Querían demostrar que eran Dios, que eran señores de la vida y la muerte”, explica.

Hasta el día de hoy, Hormiga no sabe si estuvo o no en el centro clandestino de detención conocido como la Mansión Seré, ubicado en el límite entre Castelar e Ituzaingó. Puede saber que estuvo en el centro clandestino conocido como el Vesubio porque comparó los testimonios de otros ex detenidos. A pesar de estar siempre vendados, trataban de mirar para abajo y ver el color del piso y las paredes cubiertas de madera del lugar.

El 21 de noviembre de 1976, a cuatro días de ser liberado, Hormiga se presentó a dar su testimonio en la Liga argentina por los Derechos Humanos. “En ese momento pensé que mi testimonio podría servir a los compañeros que habían caído, para poder ubicarlos y la Liga fue allanada al poco tiempo”, declara. Desde entonces, nunca dejó de buscar a sus compañeros y a aquellos que estuvieron en los mismos centros que él. “En estos momentos estoy realizando una investigación sobre cuántos empleados municipales de Morón hay desaparecidos”. Sin importar cuántos años pasen, cuántas administraciones ni de qué ideologías, para Oscar Arquéz nunca se acaba el trabajo de hormiga.

The world doesn’t need another hero!



While we are kiddies in primary school we tend to form groups of best friends for protection (against the bullies in the upper grades, or maybe the math teacher who is a bitter old hag). As we grow older, and therefore life becomes a bit more complicated tan lunch break, we may still tend to protect, and even sometimes overprotect our friends.

Growing is about making mistakes and learning from the experience, or so they say. It might be true, but one can’t help but wondering why do some people love to read so much into certain textbooks. That’s where the overprotective friends come in: Unhealthy relationships, badly paid jobs, abusive bosses or intrusive parents are only a few examples of the things you’d wish to save your friend from.

But the fact is he or she was born into that family, with those parents, and he or she chose that job, with the wage and boss that came along with it. The subject of relationships is particularly interesting: since friendship is a type of relationship, how can friends tell who’s suitable for his or her friend? Maybe he or she is the one who is not suitable.

In the boy/girlfriend aspect, one can’t help all the Mr And Ms Not Right coming a friend’s way. All there is to be done is to sit and wait until our friend comes weeping on our shoulder telling us about how badly he/she is treating her/him. And then, of course, the overprotective friend will rage against that devil torturing his/her friend and will demand his/her immediate execution.

Unluckily, it doesn’t work like that at all. Because our friend will go back to his/her evil couple a thousand times before he/she realizes his or her real worth (something which the overprotective friend always knew, of course). One fact remains as an undeniable truth: Some people just don’t want to be saved. No matter how much effort we put in keeping the bullies and bitter hags away from them, our friends keep finding new ones.

Just because some of us would love a full time friend/bodyguard doesn’t mean that everyone does. Even in the worst-case scenario, some people are either brave enough or stupid enough to make huge mistakes knowing they are really messing it up. Sometimes you can’t save people from themselves. Even when you’ve seen your friend going over and over the same lesson without giving any sign of learning it.

Then, why do we do this? Because we’d really appreciate it if they did the same for us.