Cotorreo en la red del pajarito

De un tiempo a esta parte pareciera ser que Twitter se convirtió en un foro informal y coloquial donde se miden por escrito personalidades -o personajes- de la vida pública, ya sea del espectáculo, la política, el deporte... o todo junto.

Las cuestiones de ego, las disputas de cartel y las diferencias ideológicas ya no se debaten frente a una cámara de televisión o en un programa de radio, sino que existe un medio donde dos personas pueden cruzar acusaciones e insultos de manera cuasi impune, obviando a los medios tradicionales y con la comodidad de estar cada uno en su casa.

A esto se le agregan los comentarios del resto de los usuarios, los consabidos RT, y las apreciaciones de algunos periodistas en la misma red del pajarito. Todo un cotorreo online que deriva en el eco casi inmediato que se produce en los medios digitales, siempre ávidos de la noticia en tiempo real.

De ese modo salen las notas de los rounds entre el canciller, Héctor Timerman, y el periodista Alfredo Leuco, donde se dijeron toda clase de insultos sin tener en cuenta que estaban siendo leídos por toda la comunidad. Después están las lapidarias sentencias de Aníbal Fernández, que pueden ir algo así como... contra quien sea. Y ya son un clásico del gallinero twittero.

Casi parece que Twitter funciona como una trampa mediática porque es el espacio perfecto para mandar, cortita y al pie, la puteada más efectiva hacia el contrincante. Los usuarios se animan a decir las cosas que nunca dirían en la cara a sus oponentes, y mucho menos en cámara. O sí, pero en 140 caracteres es más "sotto voce".

Pasillo

Una corriente de aire frío llegaba desde la derecha. Las paredes eran amarillas y los zócalos blancos. El piso estaba cubierto de baldosas grises. Un ambiente inhóspito, sin dudas.

Tenía los pies estaban sobre los soportes metálicos y estaba envuelta como una oruga con una sábana blanca, con la cabeza apoyada sobre el caño que sostenía la ampolla de suero.

La sonda bajaba desde el contenedor hasta mi antebrazo, donde estaba adherida la mariposa (el pico por donde el líquido pasa al cuerpo). Tenía entumecidos los músculos y la mano hinchada.

Con los párpados pesados y el sudor frío en la espalda, lo extraño no era que estuviera en ese lugar. Tampoco que pasaran por delante médicos y enfermeras sin prestar atención.

La mayor sorpresa, la más grata, era mirar a la derecha y ver a mi familia.

El trabajo de un escritor

-Ahora que ya estás bien podés sentarte en la computadora a escribir tipo trabajo,  como hacen los escritores -me dijo muy resuelta esta mañana Mamá Chan. Tragué mi bocado hiper triturado de tostada con miel y le contesté:

-¿Qué crees que vengo haciendo desde el viernes, cuando llegué a casa? Me estás vendiendo pescado podrido...

Pero ella insistió:

- Bueno, pero para que te desahogues y hables de la internación. Podés escribir uno de esos cuentos como escribís vos (¿?), ¡decir que era un alien...! -explicó con una sonrisa.

Píldora

Temblaban la cama, mi espalda y mi sien. Las voces sonaban lejanas desde el pasillo, superpuestas como si fueran muchas personas hablando a la vez.

"Alguien está moviendo mi cama", le dije a M. Ella me contestó que no, que todo estaba quieto.

Me pesaban los párpados, sentía cosquillas en los pelitos de la nuca y de pronto los pies de mi cama empezaron a elevarse. Suavemente volvían a su lugar original para después volver a levantarse.

Y me dormía. Raro de veras.

Blast from the past

Varios días en cama hicieron de mí una persona aletargada, ociosa y embotada. Como sano divertimento me propuse chequear las redes sociales, mi Blog y ponerme a vaciar las bandejas de entrada de mis 4 cuentas de email (todavía no sé para qué tengo tantas).

Una de las direcciones en particular está en uso desde hace muchos años. Al empezar a vaciar la bandeja de entrada, me vi inmersa en una suerte de viaje a través del tiempo, en el que retrocedí hasta enero de 2004 y volví a Grecia, a la fiesta de Año Nuevo en Atenas, y al invierno en la ciudad de Olympia.

Pero además, noté un detalle: eran los primeros mensajes que mandaba hacia y desde el mundo virtual, cuando todavía estaban bien separadas las dos "realidades" y las comunidades 2.0 ni siquiera estaban en las mentes de los brillantes gurúes informáticos actuales que tanto evangelizan sobre ellas.

Mis primeros mensajes eran, por lo tanto, largas cartas escritas a máquinas y enviadas vía computadora. Una versión tecnológica del correo tradicional. Tenían pocos emoticones y bastantes ilustraciones insertadas en el medio del texto. Para mi sorpresa, el estilo se repetía en los mails que me respondían (salvo los de mi hermana R, que ya abusaba de las ":)" y las ":OP" como lo hace hoy).

¿Se acuerdan de este tipo de imágenes de "bilbioteca"?


De alguna manera, aún sin pensarlo ni razonarlo como tal, mis amigas y yo intentábamos agregarle un poco de dinamismo a esto de mandar mensajes vía computadora. Sino, era "muy frío". Desde que Internet se convirtió en una herramienta casera, pareciera que no hacemos más que buscar cómo convertirlo en algo más cercano a nosotros, más cálido y menos invasivo.

Por eso, los mails venían con colores en el fondo y las letras, diferentes tipografías, caricaturas, animaciones, fotos (que tardaban muchísimo en bajar porque la mayoría de las personas tenían conexión dial up y pocos sabían como hacer un .zip)... Todo para convertir el escueto comunicado en un colorido y amistoso mensaje.

Hoy es más fácil elegir un template para Blogger o Wordpress, abrir una cuenta en Tumblr, seguir a alguien en Twitter (donde la idea es, justamente, reducir el mensaje a 140 caracteres sin florituras de ningún tipo), o, en el extremo más cercano a esa utilización pseudo infantil que teníamos del correo electrónico, está Facebook.

En fin. La cuestión es que, haciendo un poco de limpieza, me percaté de cómo cambió mi manejo o la utilización que le doy a Internet de 6 años y medio a esta parte. Lo que es estar aburrida.

Morfina

¿Sentiste alguna vez como si el suelo, la cama, o donde sea que te hubieras tirado te abraza? Te agarra por los hombros, te toma de los brazos y las piernas y te tapa con un manto calentito, como si fuera una ola de agua caliente.

Una foto de archivo...

Saqué esta imagen una fría tarde de mayo, cuando recorrí Puerto Madero cámara en mano. Otras imágenes salieron muy buenas, pero ésta me pareció por demás coyuntural.



Era un stencil aplicado sobre la base de acero de una de las grúas abandonadas al borde de un dique. La estructura todavía no estaba reciclada pero ahora sí, por lo que creo que ya no debe estar más.

Si agudizan un poco la vista (es decir, si miran la foto con la nariz pegada al monitor y losojos entrecerrados... vamos, acérquense que no muerde), van a ver que algún ingenioso completó la frase "Qué buena idea haber nacido"...

Turn off

Es un turn off* total el tipo engreído. No así el que es seguro de sí mismo, ni el que valora su laburo y cuida su lugar. Esos son atractivos, porque una mujer no quiere sentirse parada al lado de un trapo de piso.

Pero los hombres engreídos, los jactanciosos, los que creen que se las saben todas, o que refriegan en la cara de los demás lo que consiguen mejores cosas que otros... esos son insoportables. Agobian.

Hay un límite de cuánto ego masculino puede soportar una mujer, sonriendo de manera complaciente antes de explotar y gritar: "¡¿Y qué?! ¡Si nada de eso hace que dejes de tener la mentalidad de un nene de dos años!"

Puede ser una salida violenta, que muchas veces toma al hombre desprevenido, tanto que la mujer queda como una maniática desquiciada. Pero la situación se evitaría si el hombre en cuestión dejara de darse corte por todo.

Si un hombre no puede dejar de dar vueltas sobre sí mismo y prestarle atención a la mujer que tiene al lado, y si ella no puede hacer exactamente lo mismo y se concentra sólo en lo linda e interesante que es, entonces están perdiendo el tiempo.

Hay un límite para el hombre en cuanto a la histeria femenina, pero también es sabido que la mujer tiene su tope de paciencia para él y su ego. Tampoco es agradable sentir que abraza el aire, o que le habla al vacío cuando en realidad se quiere llegar a conocer a fondo a la persona.

En concreto, hombre, sé seguro de vos mismo, pero dejá de decir lo groso que sos. Dejáme que lo diga yo... si te tirás tantas flores no dejás ni una para que te ofrezca.

Bueno, eso, o seguí diciendo lo cool, exitoso y grosso que sos, pero hacelo solo y no pretendas escucharlo de mí. Todo vestigio de admiración se ahoga en semejante ego.

* Turn off es una expresión en inglés para decir que algo desalienta, que hace que uno pierda el entusiasmo o el interés que le generó en un principio y desista. Es una sensasión horrible, si me lo preguntan.

Les propongo compartir la carga

Con la primera década del siglo XXI a nuestras espaldas, creo que es tiempo de que algunas cuestiones se vuelvan causa común entre los miembros de mi generación, como por ejemplo, la presión familiar para vernos casadas y con hijos.

Muchas mujeres, pasada cierta edad (dependiendo de cada familia abarca entre los 28 y los 40), empiezan a sentir las miradas rezongonas de padres, abuelos y tías metidas que esperan verlas pasar por el registro civil en algún momento. Ah, y que también las quieren ver lidiando con hijos propios.

Así que me parece lo justo que no sean sólo las hetero las que tengan que lidiar con el famoso "¿Tenés 35 años y todavía 'nada'?" Y lo mismo corra para ellos, ¿eh? Digo, como para hacer un poco más llevadero eso de poner cara de poker cuando, tras tres años de convivencia con una pareja, se empiezan a escuchar los "¿Y el casorio para cuando?"

Para que después no digan que "la gente ya no se casa" y todas esas pavadas... Por lo menos, que no se casen porque no quieren, no porque no pueden.

¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!

Allons enfants de la Patrie,
Le jour de gloire est arrivé!
Contre nous de la tyrannie,
L'étendard sanglant est levé.

"Vamos, hijos de la Patria, el día de gloria ya llegó. Contra nosotros la tiranía el estandarte sangriento llegó", rezan los primeros versos de la Marsellesa, la canción con la que los artífices de la Revolución francesa tomaron la prisión de la Bastilla, el 14 de Julio de 1789.

Bajo el lema "Libertad, igualdad y fraternidad", el pueblo francés hizo rodar las cabezas de sus reyes, Luis XVI y María Antonieta, y así se instalaló la República...

Con muchas menos expectativas que iniciar un nuevo período en la historia mundial, el Senado argentino sigue debatiendo hoy el derecho al matrimonio igualitario para todos los habitantes del país.

La aprobación de esta ley sería, a mi entender, un hito al menos para nosotros. Para que haya más padres, madres y hermanos, y que todos seamos iguales ante la Ley, y para que a nadie le falten derechos, ni la libertad de ejercerlos si así lo quieren.

De uniforme a marchar

Cuando tenía 16 años fui a una marcha pro vida. Dícese de una manifestación colectiva a favor de ideales que sostiene una parte de la población, no su totalidad. Todos tenemos el derecho de marchar a favor de lo que creemos justo, no así de imponerlo.

En esa oportunidad había ido junto a varias de mis nuevas compañeras del colegio al que había entrado hacía unos meses. Había pasado de una institución laica con orientación católica a una religiosa. Sí, por decisión propia y personal, y no es el punto de este posteo explicar cómo terminé ahí.

Al día de hoy conservo algunas amigas que conocí en ese colegio, aunque con el paso de los años tengamos opiniones diametralmente opuestas sobre ciertos temas. El otro día, sin ir más lejos, el debate por la ley de matrimonio igualitario reavivó uno de esos de esos tópicos de eterna -pero cordial- discordia.

Entonces me acordé de mi fugaz paso por una marcha pro vida, que también era en contra de una ley. Parada en frente de la legislatura porteña, escuchaba a mis compañeras de curso prounciarse en contra de la Ley de Salud Reproductiva y Procreación Responsable, que hoy rige en la Ciudad de Buenos Aires.

La imagen era cuanto menos llamativa: un centenar de adolescentes con uniformes de colegios privados -en su mayoría, sino todos, católicos- protestando en contra de una ley que muchos de ellos no habían leído entera. Pensé que valía la pena estar. ¿Por qué? Para saber qué pasaba en una de esas manifestaciones.

Hoy, 10 años más tarde (acabo de admitir cuántos años tengo... ups) ya no pienso del mismo modo en que lo hacía en ese entonces, cuando todavía cuestionaba a mi profesora de biología y, extrañamente, a mi catequista también.

Ahora más que nunca, me hace mucho ruido el hecho de que una catequista ayude a los jóvenes a formarse una opinión sobre un tema de salud. Me parece ilógico que una institución religiosa tenga peso dentro de un debate legal, que atañe a todos los argentinos, no sólo a los cristianos.

Es hora de que terminen de divorciarse la Iglesia y el Estado, y que el segundo realmente legisle en pos de darle un marco jurídico y legal a toda la población, sean cuales sean sus decisiones de vida. Un hombre que ama a otro, o una mujer que ama a otra, no son criminales ni enfermos.

Y necesitan leyes que los incluyan.

Esta tarde salí a la calle y vi una manifestación similar a aquella, pero en contra de la ley de matrimonio igualitario, del mal llamado "matrimonio gay". Esta vez es frente al Congreso, para defender el derecho de los chicos a tener "una mamá y un papá". A lo largo de los años conocí historias de madres y padres que dejaron mucho que desear como tales...

Vuelvo a ver chicos del secundario vestidos de uniforme, o no, pero con banderas naranjas (color elegido internacionalmente para identificar a la familia "tradicional", por llamarle de algún modo). Algunos van acompañados de sus padres, y otros van con sus compañeros de colegio, como fui yo.

Todos y cada uno de ellos tienen derecho a ir si así lo creen conveniente. Ninguno tiene por qué asistir si no le informaron o enseñaron bien de qué se trata. No me parece justo hacer marchar a un ejército de púberes (y más chicos también) al son de un canto que declaman sus padres.

Pero pensar de manera independiente viene con la edad. Ay. Me siento un poquito más vieja, qué bueno.

Sangría

"¿Y? Qué más estás esperando...", lo apuró una noche Lucas. Por fin, su mentor estaba cansado de ponerle la comida en la boca y era hora de probar si su plan funcionaría o no. Romeo levantó el guante. Después se pidió otro whisky.

Vació el vaso en pocos tragos y se paró. Aprovechó que la rubia estaba prestándole atención a su celular y se aceró con paso ligero. Un segundo antes de abrir la boca, Romeo se preguntó si valdría la pena hablarle a esta Julieta.


"Hola" suele ser la palabra más usada para llamar la atención a alguien con la intención de entablar una conversación. Todo lo que sigue a esas cuatro letras tiene muchos más significados que el literal gracias a la filosofía barata forjada en las barras de bar.

"¿Te puedo acompañar?", preguntó él. "Esta noche soy tu Romeo".

"No sabía que esta noche me tocaba tener uno. Sentáte. Soy Marga", contestó ella con una sonrisa. Tenía los labios pintados de fucsia, según pudo notar él. Le gustó.

Ella sólo quería gritarle, antes de que él abriera la boca, que no tenía ganas de escuchar su palabrerío, que no se iría a dormir con él, y que le daba pena que a los 30 años siguiera los consejos de cincuentones con hígados destrozados. Pero no sabía su edad.

"¿Cuántos años tenés?", preguntó Marga antes de que él pudiera averiguar qué estaba tomando.

"Los suficientes para reconocer a una mujer bella cuando la veo", contestó Romeo.

"Para eso sólo necesitás ojos", retrucó ella.

"Pero también sabiduría. De nada sirven los ojos necios, digo, ciegos", replicó.

"¿Ojos necios? ¿Cómo es eso?"

"Los que se niegan a ver la realidad, o los que deciden ver lo que quieren. Es muy triste vivir así, yo prefiero ver el mundo..."

"Ah. Mirá", lo interrumpió ella, mientras estrujaba una rodaja de limón sobre su copa.

"¿Qué tomás?", quiso saber él.

"Sangría"

"Buena elección, pero yo soy más del whisky", contestó él.

Sí, pensó Marga, te ví haciendo intentos para tragarlo y sufrís con cada sorbo.

Pero no quiso discutir.


[sigue]

El trago de Margaux

...Mantenerse al margen urdiendo un crimen perfecto implica estar atento para dar el gran golpe sin morir en el intento.

Ella lo sabe perfecto. Se sienta todas las noches en la misma mesa del mismo bar. Deja caer su tapado negro y se acomoda en una asiento contra el ventanal. El frío traspasa el vidrio en invierno, pero eso no le molesta. Pide una botella de Margaux. Sonríe. Como decía el tango, antes era sólo Margarita, ahora es otra persona, muy distinta.

Lucas hace una excepción con ella. El resto de los clientes, si no están sentados en la barra, se levantan y, tambaleando más o menos, se acercan a pedir su siguiente trago. Ella espera en silencio hasta que el encargado abre la botella de vino tinto, le sirve una copa grande y le deja limón y servilletas en la mesa.


Es un bar chico, con las paredes pintadas de bordó y adornadas con afiches de cine de los cincuentas. Tiene una barra de roble en el medio que divide el local en dos. En la primera parte hay mesas redondas, no muy altas, y sillas con apoya brazos. La rubia las prefiere a las mesas ratonas rodeadas de sofás que hay en el fondo.

De ese lado del bar puede ver a Lucas, cada vez con más panza y menos pelo, al viejo sereno de enfrente, que duerme ahí cada noche, y a un hombre joven que traga su whisky con muecas de asco. Debe tener unos 30 años, pero a juzgar por la ropa gastada, la maraña de pelo negro sobre su sien y la espalda encorvada no los lleva nada bien.

Al fondo, en cambio, están las parejas de enamorados y los viejos timberos que se reúnen a jugar a los dados. Saben que Lucas no va a echarlos porque uno de ellos es su tío, Fermín. “Tiene 90 años, ¿a quién le apuestan? ¿A la vida o a los dados?”, le preguntó cierta vez el encargado a Romeo, que obviamente se quedó callado.

Ese episodio se dio durante una de las primeras visitas del muchacho al bar. Años más tarde, ante la misma pregunta su respuesta sería no menos que: “Le apuestan a la vida en cada dado, dependen del azar en cada tirada y saben que en el fondo su suerte ya está echada”.

Muy buena exposición oral para un alumno aplicado. Una explicación etérea con fundamentos retóricos poco concisos. Filosofía de bar, de esa que suena más como una canción de blues o un poema épico que a un manual de supervivencia (ese libro se escribe con tinta del fondo del vaso).

Su maestro lo recompensaría con un trago de ese licor de cerezas que a él le gusta. “Es para los chicos”, argumentará, pero Romeo es su eterno protegido. A él piensa enseñarle un par de trucos que aprendió en sus años mozos, a ver si recupera el tiempo que perdió en señoritas vanidosas.

Una pérdida de tiempo, piensa ella, porque todos saben que las anécdotas son malas consejeras. Un hombre no puede guiar su suerte por la de otro, porque cada uno tiene la propia... Pero no vale la pena divagar sobre el tema. Ella querría gritarle al tipo "¡Pensá solo, no copies al otro! ¡No son todas las historias iguales!", pero no importa lo que ella diga.

[sigue]

Post I

Hoy se viene de posteo múltiple. Cada tanto me pasa que quiero dejar por escrito varias cosas y no necesariamente pegan entre sí. Acá va uno sobre lo que yo considero un síntoma de haber "envejecido".

Sabés que sos adulto cuando te pasan alguna -sino todas- estas cosas:

  • No te hace gracia emborracharte porque al día siguiente tenés un dolor de cabeza y de panza importante.
  • Valorás una ducha caliente de 15 minutos o más.
  • Hacés malabares con la agenda para lograr ver en una misma semana a tus amigos, padres y pareja.
  • Vivís con tu pareja.
  • Te podés ir de vacaciones a cualquier lado... menos a un camping.
  • Sacás la tarjeta de crédito, y comprás un plasma a pagar en 50 cuotas.
  • Tenés un trabajo estable para pagar tus cuentas.
  • Guardás tus juguetes porque cotizan en el mercado de los artículos vintage.
  • Revalorizás la relación costo - beneficio.
  • Sabés lo que es esa relación.

Beside you (ironía pop)

Logra que los cubos de hielo se desbaraten en el fondo de su vaso con un ligero movimiento circular de su muñeca. Da otro sorbo con los ojos cerrados y siente cómo se calienta el fondo de su garganta. Recuerda que el whisky no es su bebida favorita, pero es un gusto adquirido.

Suspira hondo y pausado. Se acomoda con los codos sobre la barra y mira impávido  y complacido el fondo del bar. Volvió la pareja que hace dos semanas se peleaba a los gritos. Esta noche se están matando a besos. A él parece que ya no le duele el moretón que le dejó el cenicero en el ojo.

Llegó también la rubia que viene todos los miércoles a la misma hora, pasadas las 11. Algunos lujos son inalcanzables, piensa él, pero en el caso de ella podría darse. Siempre está a punto de romper el silencio, pero algo lo detiene. Se prende un cigarrillo. No sabe qué es.

Detrás de la barra, Lucas sonríe cómplice porque él ya le contó mil veces la estrategia con la que terminaría desnudo en la cama de la rubia. Nunca la probó, pero al menos en la teoría es el crimen perfecto. Un buen oído y una palabra correcta en el momento preciso son los mejores atributos para un hombre.

El último trago de whisky es frío y tiene poco gusto. Está diluido. Piensa en las veces en que se deshizo en halagos por mujeres que no valían la pena. Piensa en las veces en que dejó hablando solas a las que sí lo querían. Cuesta mucho tiempo, plata y ganas querer a alguien.

Aún así, le cuesta poner en palabras por qué prefirió un lugar en la barra y la compañía circunstancial de otros clientes asiduos a sentarse en una mesa con una de ellas. Lucas le cuenta historias de cuando era pibe y vivía en Colegiales, y él siente que está asistiendo a clases magistrales para sabios de la calle.

En su perra vida pisó la calle. Sabe que no conoce el fondo, que nunca durmió en el zaguán de nadie y que siempre tuvo a quién pedirle prestado cuando las cosas no funcionaban bien. Pero se siente un aprendiz perfecto mientras escucha atento al encargado del bar.

"Romeo... Ay, Romeo, que se clavó un puñal por amor, ¿y qué sabía el pobre tipo si Julieta valía la pena?", pregunta Lucas cada vez que lo ve encorvado sobre la mesada. Toda la vida compartiendo el nombre de un amante fallido era una carga poco agraciada. "No sea cosa que te copies", le dijo una vez su maestro.

Imposible no hacer caso a su llamado de atención. Preferible seguir sentado en la barra del bar, mirando a la rubia de reojo cuando se desabrocha el abrigo y se deja caer en uno de los sillones contra el ventanal. Mejor evitar ser como la pareja que pasa de los gritos y los cenicerazos a los besos apasionados.

Mantenerse al margen urdiendo un crimen perfecto implica estar atento para dar el gran golpe sin morir en el intento.

Avatares de la vida 2.0

El otro día surgió una situación donde un mail complicó la reputación de una persona. De alguna manera, el mundo "virtual" se metió de lleno y de manera tangible dentro del "real". Adiós a la feliz división de los dos mundos, que hasta hace poco permitía la disociación de personalidades.

A raíz de ese episodio me acordé de esa zona de grises llamada "reputación 2.0", que no es otra cosa que "todo lo que Internet dice de mí". Cada vez es más relevante la información que la red puede proveer sobre cada uno, y poco se puede hacer para controlarla.

"Por eso yo tengo Facebook pero no lo uso más que para los mensajes...", me dice convencido Padre. Grave error el pensar que sólo porque uno no divulgue datos propios online entonces no está "indexado". Estamos todos adentro de la Matrix.

Pero al margen del comentario apocalíptico, es notable como el famoso y temido "qué dirán" se reformuló con el auge de las redes sociales. Dicho en criollo, es increíble que ya no importe lo que diga la vecina, pero sí el hecho de que un amigo me etiquete en una foto del fin de semana, y que la puedan ver mis compañeros de trabajo vía Facebook.

Ahora que releo el párrafo anterior, caigo en la cuenta de que nunca le presté atención a la vecina, y que nunca me incriminaron con una foto en Facebook, pero el ejemplo sirve. Sin ir más lejos, los textos que publiqué en este sitio bien pueden jugarme en contra alguna vez.

Me reiré con ganas cuando lo hagan, porque probarán que soy humana, que cambio de parecer y que reflexiono muchas cosas, a veces pavadas.

Pero también están otros puntos donde la exposición en las redes sociales nos vuelve un poco locos... Por ejemplo, esa mala costumbre de revisar los perfiles de contactos (y por "contactos" me refiero a ex parejas), o los escraches masivos en muros, TL o por mail.

El tema de la reputación 2.0 debe ser muy importante desde el momento en que existen hasta sitios que se ofrecen a dar de baja los perfiles cuando el usuario muere.

Pero además empezaron a jugar un papel muy extraño entre las personas: pelearse a muerte con alguien implica desterrarlo del MSN, dejar de seguirlo en Twitter o darlo de baja como "amigo" en Facebook. Como símbolo es bastante contundente. El "corto mano, corto fierro" es por todos los medios posibles, Internet incluido.

Así, parece ser que mientras la generación de mis padres se preocupaban por qué dirían sus vecinos o sus propias familias, la mía tiene problemas más... globalizados en sus manos.

Y además está ese detalle que todavía me resulta estrambótico que es que en la "división de aguas" al terminar una relación, se borra desde el número de celular hasta la foto del susodicho del perfil de Facebook.