La diplomacia esta de moda

Siguiendo los pasos dados en 2005 por el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés), el 24 de marzo último a las 0:00 comenzó el alto al fuego por parte de Euskadi Ta Askatasuna (ETA), la organización terrorista del País Vasco que ha bañado de sangre durante décadas el suelo español. Este podría ser el primer paso hacia una negociación diplomática y hacia la tan ansiada unidad nacional.

“Le dieron un mal nombre al terrorismo”, me dice un amigo (quien por ser irlandés de terrorismo entiende bien). Pero yo no estuve de acuerdo con él esta vez. En mi humilde opinión, el terrorismo NUNCA tuvo un buen nombre, ¿o me equivoco? “Terrorismo” es una palabra derivada de terror, de la tiranía del miedo, y eso, no hace falta que lo aclare, es malo.

Hoy por hoy se está debatiendo qué modalidad adoptará el presidente del gobierno español, José Luis Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, para hablar con los representantes del gobierno vasco, al tiempo que se decide la suerte de Arnaldo Otegi, líder del Batasuna, la organización política que se responsabiliza por 108 actos vandálicos ocurridos durante la última huelga.

Si Europa es la cuna de la moda, pues entonces todo parece indicar que el terrorismo está pasando de moda. Por fin resulta más “progre”, más de avanzada, más “in”, que los gobiernos y los líderes encapuchados se sienten a la mesa de debate, o en los escaños de los parlamentos a discutir y hacerse oír ya no con bombas, sino con algo mucho más poderoso: la palabra.

¿La mano de Dios?

Hay gente que cree en Dios. Otras personas en cambio se entregan al Destino. Da un cierto aura de misticismo trascendental mezclado con seguridad infantil pensar que hay una fuerza más fuerte y poderosa que un ser humano para regir nuestras vidas. Incluso los que dicen no creer en nada creen en algo: en que ellos mismos forjarán su existencia. “La vida será lo que hagas de ella”, sería el mensaje. Eso es creer en algo, así sea en la infalibilidad de la razón humana.

Pero aquí le encuentro una pequeña falencia a este razonamiento: ¿y qué pasa con el imprevisto? Aquellas cosas que pasan y simplemente no se pueden evitar (un ejemplo trágico sería el huracán Katrina que el año pasado prácticamente barrió a la ciudad de Nueva Orleáns del mapa). En ese caso, entonces, ¿por qué pasó esto? ¿Qué designio misterioso, o efecto del calentamiento global, envió esta catástrofe natural a las costas de los Estados Unidos? En todo caso, la pregunta principal es: ¿De quién viene y para qué?

Siempre hay algo o alguien (llámese Dios, Destino, Suerte o Casualidad…) que juega un papel en nuestras vidas en el momento justo en que lo necesitamos. Como el jugador que se la pasa en el banquillo todo el partido y cuando faltan 15’ para que acabe el partido entra en la cancha y anota el gol de oro, de ese modo cuando las cosas se salen de proporciones, es la acción de alguien o algo afuera de nuestra simple existencia humana que entra en juego y decide anotar o no el gol de oro.

Rehenes de la memoria

Me siento a escribir. Me siento obligada a escribir. Me siento obligada a escribir sobre esto:

Un día como hoy hace treinta años comenzaba la última dictadura militar que sufrió la República Argentina. El 24 de marzo de 1976 se produjo el último atentado exitoso contra la democracia y el pueblo argentino en lo que fue el puntapié inicial de una batalla entre clandestinos y terroristas. Lo que pasa es que nunca quedó en claro quiénes eran cada cosa.

Sin entrar en detalles históricos, porque como se sabe la historia la escriben los ganadores y en la historia argentina nunca hay de esos, las víctimas no fueron sólo los desaparecidos, ni los exiliados, ni las madres y abuelas de plaza de Mayo. Las víctimas fueron TODOS los habitantes de la Nación que nunca entenderán que fue lo que en verdad pasó.

Esa mayoría, demasiado silenciosa, no era la que ponía bombas bajo las camas, ni era la que aplicaba la picana a prisioneros políticos que se suponía que nunca habían existido. Esa mayoría era la que vivía como rehén en una guerra que nunca pidió vivir. De un momento a otro se vio atrapada en medio del fuego entre un gobierno de facto y un ejército de desconocidos.

El resultado fue una generación diezmada y un pueblo traumatizado. Nunca más pudimos olvidar. La dictadura se prolongaría hasta el año 1983, año en que volvería la democracia. Desde entonces, la Argentina se ha debatido entre la crisis y la bonanza, pero nunca más pudo olvidar.
Nunca más.

El ultimo verano

Sergio sube los escalones y entra rápidamente al edificio. Llueve a cántaros. La avenida Las Heras está inundada. Como rinde su parcial de Historia del Arte esa misma noche, busca una biografía que le falta y se sienta en una de las salas de estudio de la Biblioteca Nacional, empapado.

Abre su cuaderno de apuntes en el aire y se le cae de las manos. Se agacha para recoger el cuaderno y todos los papeles sueltos que había entre sus páginas y vuelve a incorporarse en la mesa. Entre los papeles hay unas hojas manuscritas ajadas que no son suyas. Decide leerlas de todos modos.

Camina solo por la calle oscura, en una noche calurosa de verano en París. Está de negro. Entra en un bar. Se sienta en la mesa de un hombre de mediana edad, de aspecto descuidado. Conversan un rato y una vez que llegan a un acuerdo, se despiden con la promesa de verse en seis meses, cuando la pintura esté en poder del hombre de negro, que se llama Teo. El quiere vender alguna de las obras de su hermano en su memoria, ya que éste nunca pudo vender un cuadro en su vida. En casa esperan su esposa y su hijo enfermo. Ha acordado reunirse Lefroid, el hombre del bar, en el mismo bar, a las diez. El recuerdo de su hermano vuelve, y noche tras noche sueña con un campo de girasoles enmarañados, irascibles, una masa amarilla que resopla como un dragón. Algo de su hermano ha quedado en él, y no son deudas de dinero, sino de locura. Se levanta de la cama a media noche y comienza a pintar. Se avoca a la pintura. Con el tiempo, su relación con su mujer se deteriora y su hijo muere. Lo que antes era una pesadilla nocturna, se transforma en alucinaciones constantes. Meses más tarde, Lefroid busca a Teo en su propia casa, reclamando el último cuadro que su hermano Vincent había pintado. La noche está fría y llueve torrencialmente. La esposa de Teo lo recibe en la puerta y le explica que el pobre Teo perdió la cordura y murió en un hospital.
Rosario se sienta al lado de Sergio y le dice que perdió la fecha del parcial. Lo nota frío y con la mirada perdida. Sergio, con voz monótona, le pregunta si no vio alguna vez un dragón amarillo.

AC®

La teoria de los 20 cm

Resulta que hasta hace poco yo era de las típicas chicas que de una gota de agua hacía una tormenta eléctrica, y que por cada pisotón que me daba la vida, yo lloraba a gritos y me enyesaba entera para hacerme una coraza impenetrable.

Un buen día, me paré en seco y miré a mi alrededor y me dije "el mundo está lleno de garcas, pero también de gente honrada. Por cada cagada que me pasa, me pasa algo bueno. Si pierdo mi tiempo llorando u ofendiéndome, me quedo sin un montón de cosas que podría disfrutar".

Y pensé que si por cada pelotudo que me lastimaba yo me iba a dejar herir, estaba lista: mi vida iba a ser un continuo vaivén de llanto y de furia. Entonces, llegué a la conclusión de que mi tiempo, mi juventud y mi corazón valían mucho más, y servían para mucho más que para sentir dolor, o rencor, o envidia.

Yo DECIDÍ caminar 20cm por arriba del suelo. Por arriba de las preocupaciones, de los imbéciles, de los traidores, de las injusticias, del tráfico a las 8am, de los piqueteros a las 4pm, de los asaltos en los taxis, de los bochazos en la facultad… nada me molesta, nada me inmuta.

Es una sensación totalmente alcanzable de forma natural. Es un estado mental en el que sigo estando en la Tierra, muy pendiente de mis responsabilidades y de la gente que me rodea, pero sin dejar que los problemas me hieran o me traumaticen. Incluso cuando hay peleas en casa no me afectan, porque estoy a 20cm de eso.

Antes estaba realmente deprimida por todo lo que pasa en la Argentina: el hambre, la desocupación, los problemas sociales... pero no me deprimo más por eso, porque sé que si quiero ayudar, tengo que hacerlo trabajando, no deprimiéndome. Así, subo 20cm por encima de mi depresión y puedo hacer algo por el resto.

Ahora ignoro a la gente que me hace daño, porque no la voy a poder cambiar, así que me ahorro el problemita de sufrir por ellos…No es lo mismo a decir que todo lo que le pasa a mi prójimo me resbale, es sólo que ahora me lo tomo con más filosofía y menos a pecho.

Si en vez de querer doblar la naturaleza de la gente la acepto tal cuál es, se hace más fácil convivir con las diferencias de los otros. Antes me daba pena mandar a la mierda a alguien, ahora ya no… si no siento que sea una verdadera amistad no hay razón por la cuál debiera mantener una relación vacía o muerta.

Suena egoísta para algunos, pero es el modo que uno encuentra para vivir más tranquilo. La felicidad se construye día a día, creo yo, y no hay un momento en que uno dice "soy feliz", sino muchos instantes en los que uno se relaja y disfruta y es verdaderamente feliz.

Por eso, yo camino a 20cm del suelo, por arriba de la bosta, por arriba de los agujeros negros, por encima de las tempestades, de las piedras, de todo lo que me impida seguir adelante con mi vida. Y así, a 20cm del piso, se ve todo con más perspectiva y se vive mucho mejor.

¿Cual es el valor del miedo?

Definir exactamente el sentimiento que denominamos “miedo” es casi imposible. Esto se debe a dos razones: una es que el miedo se manifiesta de diferentes maneras y en diferentes circunstancias según el ser (ya sea humano o animal); la otra razón es que es algo tan intrínseco en la naturaleza humana que nadie puede definirlo sin irse por las ramas de la filosofía no académica más conocida como “de la calle”.

Así como una vez traté el tema de la conciencia, hoy me gustaría desarrollar algunas hipótesis propias acerca del valor… del valor de tener miedo. Hoy en día suponemos que nadie, ya sea niño o adulto, va a sentir miedo. En el caso de un chiquito que le tiene miedo a la oscuridad o a los perros grandes se entiende, pero no se entiende que ese niño crezca y pase toda la vida teniéndole miedo a la oscuridad o a los perros grandes.

Y en éste punto recalco lo siguiente: ¿Es que ya no tenemos derecho a temer? “El mundo le pertenece a los valientes”, escuché decir una vez. Estoy de acuerdo con esta afirmación. Con lo que no estoy de acuerdo es con el concepto de que todos debamos ser valientes, intrépidos y atrevidos las 24 horas del día. Forma parte del lado animal del hombre sentir un escalofrío surcando su espalda cuando siente que algo no está bien.

Ser pacato, timorato o simplemente cobarde no es lo mismo que sentir miedo. No hay nada de malo, en mi opinión, el tener miedo y reconocerlo. Al reconocerlo podemos aclarar cuáles son las causas de nuestro temor. En este punto hablo desde la experiencia propia. Cualquier otra persona que haya experimentado el miedo sabrá de lo que hablo. Sentir miedo es una pequeña licencia que uno se da para reconsiderar las cosas.

A veces la gente es tildada de “miedosa” no porque lo sea, sino porque no estuvo lista para saltar al abismo de lo desconocido al mismo tiempo que el resto. Entonces, lo que faltó no fue valor sino madurez. Puedo analizar el tema una y otra vez y seguir llegando a la misma conclusión: lo que sea que no haya hecho “en su momento” habrá sido porque no era “su momento” después de todo.

Es una cuestión de prudencia. Lo que pasa es que usualmente atamos ese término a nuestra madre o abuela, pero independientemente de las asociaciones que podamos hacer, la prudencia hace que reflexionemos y actuemos con cierta premeditación y hasta sabiduría. Se aprende de los errores, sí, pero también se aprende con paciencia y usando un poco la cabeza.

Las cosas pasan siempre en el momento apropiado, y por las mejores razones. Cuando los tiempos se dan y todas las piezas del rompecabezas encajan, las cosas salen tan naturalmente que no hace falta tomar la decisión tal o cuál, ni hay miedos que vencer, porque los miedos no están presentes. Todo nerviosismo es comprensible, pero nunca es lo mismo que sentir el terror de que sea el fin del principio ni el principio del fin.

Entonces, para recapitular: si el miedo es tan humano como pensar, y podemos pensar sobre nuestros miedos, ¿porqué mejor no damos las gracias que tenemos la maravillosa cualidad de poder madurar nuestros miedos y convertirlos en agallas? Es tan humano como crecer de estatura o aprender a hablar varios idiomas, pero es más importante todavía porque el mundo le pertenece no sólo a los valientes, sino también a los sabios.

La odisea del hombre contemporaneo

Traté de empezar este texto de muchas maneras distintas. Quería analizar cómo los tiempos de maduración en el ser humano han cambiado desde la época antigua hasta hoy. Obviamente para hacer tal cosa necesito:
a) Tener un master en historia de la cultura, antropología, etc.
b) El tiempo y los recursos para dedicarle por lo menos diez años a la investigación
Como no tengo, ni creo que tenga en mi vida, ninguna de las dos cosas me voy a limitar a escribir acerca de lo que yo creo que son las causas por las cuáles nos hemos vuelto eternos infantes.

En la época antigua las mujeres celtas estaban listas para casarse a los catorce años de edad, las incas a los diecisiete y las griegas a los quince; hoy serían consideradas púberes y se las mandaría a estudiar antes que pensar en casamiento. Pero sin embargo, en aquella época eran consideradas mujeres casaderas. En el caso de los hombres, puedo citar como un ejemplo al rey de Francia, Felipe el Hermoso, que llegó al trono de uno de los países más importantes de Europa en la edad media a los diecisiete años y fue tan “Rey Hermoso” como “Rey de Hierro”. Esto me lleva a pensar, ¿es que la gente de antes estaba hecha más fuerte o es que nosotros nos olvidamos como serlo? Porque no puede ser que la raza humana se haya venido tan abajo, ¿o sí puede ser?

“Claro, es que si llegabas a los cuarenta tenían suerte”, me dice un amigo cuando le comento acerca del tema. “somos la generación del mañana lo hago” , me explica “si total tenemos un montón de mañanas”. No pude más que darle la razón. Nuestra expectativa de vida se ha alargado tanto (unos setenta y cinco años en promedio para la Argentina), que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer todo. Profesionales, padres, jubilados. Como tenemos un tiempo de vida más prolongado aparecen cosas que antes no habían, como la denominada crisis de la mediana edad (entre los cuarenta y cincuenta años), la menopausia o la andropausia (que es el equivalente para los hombres).

Alejandro Magno no debe haber sufrido la crisis de los cincuenta pero claro… es que nunca llegó a esa edad. Murió a los treinta y tres años después de haber conquistado casi todo el territorio del mundo conocido en su época (siglo IV a.C.). Un hombre de esa edad hoy en día recién está empezando a afianzarse en el mundo laboral y todavía no puede hablar de una carrera estable. Es más, puede ser que ni siquiera haya dejado el hogar familiar. Es como si todas las etapas del desarrollo humano se hubieran prolongado. Sea cual sea la razón, es evidente que nos hemos vuelto eternos infantes. Como en la historia de Peter Pan y los niños que nunca crecían, nuestro sueño más preciado es vivir en el país de Nuncajamás y no enfrentarnos nunca con el mundo.

Los hombres y mujeres de las edades anteriores a la nuestra juraban que el mundo era plano y que estaba sostenido por tortugas gigantes (sino pregúntenle a Colón lo que le costó convencer a sus compatriotas de lo contrario), sin embargo, estaban dispuestos a hacerle frente a las tortugas, o a caerse literalmente del mundo con tal de ver hasta donde podían llegar. Nosotros por el contrario estamos tan cómodos en nuestras casas viendo por tele las ruinas de los templos en la India que no sentimos la más mínima curiosidad por ir a verlos personalmente. Es como si se hubiera extinguido la llama intrépida de la sed por el conocimiento. Así, el ser humano reniega de una de sus cualidades más definitorias: la de ver el mundo y más allá.

¿Por que tener un Blog?

La pregunta debe ser: ¿Por qué no? Llevo casi un año divagando sobre la vida en el fotolog, más conocido como "flog" por los amigos, y pienso que es hora de despegarme un poco de las imagenes para así empezar a describir la realidad con mis palabras, sin el auxilio de una foto o dibujo. Claro que me encanta exponer mi autodenominado "digi-art", y voy a continuar haciéndolo en mi fotolog (www.fotolog.com/mafaldachan), pero acá voy a poner todas mis palabras, y sólo eso. Nada más, y nada menos.