Educando al Pichicho

Por: Mafalda Chan

El otro día, cuando todavía era el año pasado, estaba discurriendo con un amigo sobre la medida y el concepto del elemento “tiempo”. Yo decía que era un invento humano y que por lo tanto toda esta historia del año nuevo era ficticia. Él decía que quería adoptar el calendario de los Mayas o de los Aztecas para sentirse más “adaptado” al terruño.

La conversación tomó vuelo y aterrizó en el tema de la Globalización y como afecta a las tradiciones locales. El intercambio cultural y la absorción de una cultura por otra existieron desde que el hombre aprendió a hacerse a la mar. El ejemplo perfecto es el reemplazo del calendario maya por el europeo, o cristiano.

Mi amigo se quejaba de que hoy en día la globalización destruía el colorido local y yo le señalaba que no era la globalización la que los devoraba cual monstruo angurriento, sino que eran los habitantes de cada tierra quienes dejaban servidas a la criatura sus cantos, costumbres y banderas para que se los comiera en guiso.

La globalización como fenómeno permite que uno desde su casa conozca horizontes que de otro modo quedarían en la sombra. Pero si uno decide adoptar esos horizontes como propios, es como que los límites se borran y lo que queda en penumbras es el territorio de uno. Es un error de nadie más que nuestro el que se desvanezcan las tradiciones.

Es uno quien prefiere la coca-cola al mate, y es uno el que prefiere cantar los villancicos en inglés o poner carteles de Merry Christmas, como si un Feliz Navidad no fuera suficiente. La globalización es como una criatura sin domar: sería un perrito faldero si nos tomáramos el trabajo de domesticarlo.

No hay comentarios.: