Primer día

Las primeras veces no cuentan. Ya sea el primer bochazo académico, la primera relación sexual, el primer cigarrillo o la primera borrachera. Si bien es cierto que la primera vez deja una marca indeleble en la memoria y en la historia personal, suele tener más que ver con las circunstancias coyunturales, la suerte o el impulso que con la decisión racional de dar el primer paso.

Más importante que la primera vez es la segunda. Si la primera fue un accidente o un experimento, o simplemente una equivocación, la segunda vez que se pasa por la misma vivencia, por el mismo lugar, ya se trata de terreno conocido, de algo a lo que se entra con los zapatos puestos. Porque te gustó, porque tenés ganas, porque ahora te hace falta y sabés qué es lo que querés.

Las segundas veces son mejores. Son a propósito, son buscadas, son una pequeña satisfacción con grandes resultados. Ya no es una cuestión de suerte. La sorpresa no tiene lugar, o por lo menos no ocupa el lugar principal. Después de ese primer paso es hora de emprender el camino del aprendizaje, ya sea caminando hacia delante o retrocediendo sobres nuestros pasos.

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