Tengo ganas de bloguear sobre:

- El otoño de los mediáticos. ¿Existe un "Plan de jubilación de mediáticos" caídos fuera de cámara? Me refiero a las personas que pasaron décadas sobre las tablas, viviendo de un glamour que resultó ser un traje de lentejuelas alquilado. ¿Nostalgia, decadencia o simples rebusques para la vejez?

- Mosquitos de m. ¿Será posible que bichos tan chiquitos tengan atemorizado a todo un país? Respuesta: sí, porque en vez de prevenir, curamos. En este caso, la técnica puede fallar.

- Un portazo (que confío en que no será definitivo) me hizo darme cuenta de que aunque una le entregue el todo por el nada a una relación sentimental... a veces se puede quedar con nada. Desde afuera (como es de suponerse) el obstáculo se ve superable. Sólo el tiempo y los protagonistas sabrán como sigue la historia.

- ¿Por qué oscura razón algunas personas piden que las "aguarden" en línea en vez de que la esperen y quiere hacer "consultas" en vez de preguntas? Ese raro, raro, idioma castellano (neutro).

Con tanto para decir, ¿qué digo primero?

Creo haber visto un Aleph

Eran casi las 4 de la mañana, o quizás el reloj se acercaba a las 5. Yo estaba acostada en mi cama, dormitando, esperando a caer en el sueño para librarme del continuo revoloteo de un mosquito en mi oreja (sí, había mosquitos a pesar del frío).

De repente escuché lo que parecían ser voces, susurros a escondidas, ruidos leves de llaves, o de algún tipo de cerradura cediendo. En seguida me desperté -o por lo menos eso creo- y entreabrí los ojos para ver quién reptaba por el pasillo de mi casa, cuando de repente ví una luz, como el foco de una linterna de mano, frente a la puerta de mi cuarto.

Una ráfaga de frío me entumeció los brazos y piernas, dejándolos como si estuvieran dormidos: duros y pesados. La luz avanzó por el pasillo hacia el cuarto contiguo, donde duerme mi madre, y desapareció. Cerré los ojos con fuerza, y con la devoción de un chico chiquito empecé a rezar. No volví a escuchar ni voces, ni a ver luces.

Final Alternativo:

Esta mañana, fui al cuarto de mi madre y me recosté a su lado. Tenía los ojos cerrados, y el semblante lleno de paz. Habían llegado justo a tiempo.

Final Real:

Esta mañana fui al cuarto de mi madre y me recosté a su lado. "¿Leíste anoche?, me preguntó, y cuando contesté que no me replicó: "Pero alguien prendió una luz a eso de las 5 de la mañana, yo pensé que habías sido vos".

La regla rota

Creo que nunca voy a llegar a entender por qué las personas son tan crueles a la hora de hacer valer su punto de vista. ¿Qué derecho tiene un perfecto extraño a atacar lo más profundo de la identidad de una persona que conoce hace escasos 20'? ¿Por qué hace falta descalificar o agredir al otro para prevalecer uno?

Lo que me llama más la antención es, ¿a dónde están el debate y la apertura de mente, si no podemos escuchar más que nuestros argumentos? Despacharse con un discurso prefabricado y lleno de prejuicios y conclusiones ajenas no es otra cosa que dar cátedra, o un sermón, de manera gratuita a una persona de la cual no se conoce ni la historia personal, ni el verdadero alcance que pueden tener las palabras.

Ya sea porque es hiriente, cruel, agresivo o ponzoñoso, es obvio que la persona no está prestando verdadera atención a la respuesta emocional de su interlocutor si decide hablar sin repetir y sin soplar durante largo rato, pinchando acá y pellizcando allá. No está prestando atención, o disfruta de mortificar a extraños.

Un caso testigo: una chica y un chico se conocen en una reunión de amigos en común. A los pocos minutos se desata un debate entre ambos por un tema relacionado a la religión. Recordemos la vieja regla de los temas "prohibidos": en ninguna reunión con extraños se habla de política, deportes o religión.

Bueno, la regla se había suprimido ya en este caso y el chico parecía no darse cuenta de cómo afectaban sus palabras a la señorita. De hecho, si se hubiera tomado el trabajo de conocer a esa persona antes de atacar sus creencias sabría que su fe la ayudó donde nadie más lo hizo. Atacarla de esa manera no reivindica nada, ni prueba nada más que su propia falta de empatía.

Esa falta de empatía despertó en mí esta reflexión: Uno puede tener las ideas que tiene, contrarias o iguales a las de las personas con las que se encuentra en el camino de la vida, pero para darlas a conocer hacen falta no sólo fundamentos sino también abrir los ojos y mirar a quién se están trasmitiendo.

¿Hace falta hacerle la guerra y mostrar tanta agresividad a una extraña que no hizo nada más que pensar como piensa? No sos el mesías que trae la luz de la sabiduría ni nada por el estilo, así que creo que el sermón gratuito no solicitado está de más.