Calles de soledad y fuego

La violencia juvenil ataca a todos los sectores de la sociedad, pero hace estragos en la capa más baja. Para la Justicia, los jóvenes en situación de calle que se vuelven violentos y delinquen representan un verdadero desafío social. María Pérez Roller, psicóloga del Tribunal Nº1 de Retiro que recibe los casos de menores que han sido elevados a juicio oral, expone la situación: “Muchas veces los chicos llegan con un tiempo de internación en institutos de menores que es contado como tiempo de detención, por lo que puede ser que se le de por compurgada la pena”.
Pero a la vez aclara que “no se sobre entiende que un chico esté en el Agote (a donde van a parar los casos más pesados) haya venido de otros institutos”. Las razones que tienen para usar la violencia mutaron con el paso del tiempo: “en una época se veían más casos de banditas de dos o tres que salían a robar por diversión”, recapitula Pérez Roller, a cinco años y medio de empezar a trabajar en el Tribunal. “Ahora son causas más pesadas y hay muchos homicidios en situaciones de robos. Todos con armas”.
Las causas de esta escalada de violencia entre los jóvenes van desde lo económico y social hasta una identificación con un familiar o referente social que estuvo o está detenido por un delito. Otra razón, quizás la más relevante, es la influencia de la pasta base, el paco. “Ahora es moneda corriente”, explica Pérez Roller, “y en dos meses están quemados. La poca capacidad de reflexión que tenían hasta el momento se fue con la droga”.
La realidad que se lee en los expedientes del Tribunal está llena de historias de familias disgregadas o inexistentes, de padres ausentes y madres que trabajan de sol a sol. “El chico es síntoma de su familia”, sentencia P. Roller, “Hay que ver si se lo incluyó desde niño en la sociedad. Una persona que siempre estuvo sola no puede reinsertarse en la sociedad porque nunca estuvo del todo en ella.” Según P. Roller, no se trata de desculpabilizar al chico, sino de causarle la responsabilidad, que es parte de crecer. Además, hay que ver cómo es la cultura que rige la norma. “Los códigos de la villa son muy distintos: para los pibes es más importante tener un par de zapatillas de $400 que comer a la noche y arriesgarían su vida por eso.”
Parece evidente que la cultura en la cuál está inserto el joven también tiene que ver con su recuperación: “Vos podés llegar a reencausarle la vida, pero después tenés que programársela en el afuera. Uno se va apropiando de uno mismo cuando otra persona le hace sentir desde chiquito que es importante. Estos chicos, en cambio, crecieron a los golpes y cada vez que cometen un delito es un llamado de atención para nosotros”.

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