Llueve sobre mojado... o sobre el moho...

Resulta que a mí me gusta una banda de rock que se va a presentar en esta semana. Los vi por primera vez el año pasado. Fui a su concierto sabiendo nada más que dos canciones y salí coreando la mitad de las que tocaron. Recién este año se están haciendo conocidos, después de 14 años en la ruta.
Por primera vez una amiga de la facultad accedió a acompañarme, muy ilusionada por todo lo que yo le había "vendido" de ellos. Pasé por la boletería de Ticketek a preguntar los precios de las entradas y no los tenían. Pasé una segunda vez y me “dijeron $20 y $30”. Ok, pensé yo, la entrada de $20 está perfecto…
Más tarde me acordé de un detalle que el chico de la boletería no mencionó: que Ticketek, siempre tan eficiente y confiable, cobra un recargo por el servicio. “¿Por el qué?”, se preguntarán ustedes, por el servicio de imprimirte y cobrarte tu entrada. Antes el recargo era del %10 por lo que le avisé a mi amiga que en vez de $20 eran $22… pero no. Eran $23.
Después de la decepción de no poder comprar las entradas porque me faltaban $2 me propuse no desistir y volver una cuarta vez para comprarlas finalmente. A todo esto, mi mal humor empezaba a aflorar como el moho en una cortina de baño; cada día más y llegando al punto de ebullición.
En mi cuarta visita a la boletería no hubo sistema (¡por esa eficacia sí que pago!), por lo que tuve que volver una quinta vez (previo pasar mi amiga a chequear si seguían habiendo entradas… le dijeron que al día siguiente las traían). Finalmente, a dos días del concierto tengo mis tan anheladas entradas, y espero pasarla de diez otra vez.
Todo esto tiene una moraleja: cuando la banda que te gusta se hace conocida empieza a trabajar con Ticketek, y cuando empieza a trabajar con Ticketek, conseguir las entradas es como esperar que llueva… Te duele la cabeza toda la semana hasta que llueve y te aliviás.

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