El niño azul



Había una vez un niño azul que vivía en un mundo azul. No tenía nombre ni edad y nadie podía decir desde qué hora existía. No se le conocían padres ni familia. Tampoco los necesitaba, pues eran para él accesorios pesados que lo ataban a una realidad gris que lo obligaría a crecer y a incorporarse a un mundo lleno de reglas creadas por unos hombres que iban en contra de otros hombres.

De vez en cuando, el niño azul daba una vuelta por el mundo de los adultos. Después volvía a su mundo azul, feliz de saberse niño y libre de temor. Caminaba por la calle mientras los “grandes” avanzaban a los empujones, tan preocupados con sus cosas que ninguno lo notaba. Él en cambio iba a su propio ritmo, sin reloj, sin zapatos, sin alguien que lo llamara para que volviera a su hogar.

A veces el niño azul sentía hambre, pero sabía que era temporal. El hambre, el frío y el sueño eran simplemente el resultado de estar demasiado tiempo en esa realidad. Cuando lo invadía ese escalofrío que lo hacía encorvarse como un ovillo cerraba los ojos y volaba sin escalas directo a su tierra amada. Allí estaba en libertad para reír sin ser tomado por loco y para jugar sin ser tomado por salvaje.

Cierta vez se encontró en medio de una calle atestada de vendedores, compradores y perros callejeros que le mezquinaban centavos. Ni todo el azul del cielo pudo convencerlo de que no sentía frío, hambre y sueño. Se enrolló como siempre, cerró sus ojitos azules y su boquita de tiza y voló lejos, a su amada tierra azul.

“He aquí un niño azul que fue encontrado en las cercanías de la gris realidad”, decía el oficial de Policía cuando su jefe llegó a donde el cuerpito del niño yacía, todo azul, sin vida.

Ana ataca otra vez: dos nuevos casos

Se hicieron públicos dos nuevos casos de jóvenes atacadas por Ana. Uno de los casos se dio en Brasil y fue letal. Se sospecha que hay más víctimas sufriendo en secreto.

BA, 8/01/2007. Esta mañana salieron publicados en el diario matutino La Nación, de Argentina, dos nuevos casos de mujeres jóvenes devastadas por la acción de Ana. Los casos vienen a engordar el ya voluminoso legajo de la silenciosa e ilusoria mujer perfecta que se mete en la cabeza de las chicas y les hace creer que comer es lo más parecido a la destrucción y la vergüenza.

Recientemente, se expresó una mayor preocupación desde las pasarelas de todo el mundo, pero todavía no se han visto cambios en los desfiles de alta costura. En países como España se trató de hacer un acuerdo para que las modelos tuvieran un peso mínimo que cumplir, un peso lógico. Mientras tanto, en Río de Janeiro, Brasil, murió una chica de 14 años que aspiraba a ser modelo. Pesaba 38 kilos y medía 1,70.

El segundo caso, publicado hoy por el citado matutino, es el de María Ximena, de San Luis, que llegó a pesar 28 kilos. Pero ella logró escapar y ahora se encuentra en un centro de asistencia para víctimas de Ana de San Rafael, Mendoza y está en vías de recuperación. “Es importante liberarse de todos los miedos que implica comer”, declaró la joven a LN.

Ana lleva décadas haciendo de las suyas, diezmando la población juvenil mundial sin hacer diferencia alguna de raza, credo, posición social o económica. Le interesa atacar a las jóvenes extrovertidas, a las tímidas, a las ambiciosas, a las depresivas, a todas. Se estima que por cada joven liberada hay al menos cinco todavía bajo su yugo invisible.

POR: Mafalda Chan

GuRuS

¿Qué son? ¿Para qué sirven?

Puede ser que me falte algo de información, pero tengo entendido que son personas consideradas sabias que dan su consejo acerca de los diferentes aspectos de la vida.

Según la muy globalizada, completa y aún así falible Wikipedia, un Gurú es un maestro espiritual para los seguidores de la filosofía brahmánica de la India.

Hoy en día, el término es utilizado para referirse a aquellas personas que conocen un tema en profundidad. Supongo que no estaba tan alejada de la wiki-definición.

Pero aún así, sigo sin entender para qué sirven. Los nuevos gurúes, digo, no los maestros espirituales. Esos los necesitamos para alumbrar nuestra oscuridad.

Los nuevos gurúes, sin embargo, son como moscas que se apelotonan frente a la cara de uno, zumbando sin parar, tratando de que los escuchemos.

Esto me lleva a pensar que con tantos maestros y sabios por ahí debe quedar muy poco lugar para nuestra propia filosofía de vida.

Hace un tiempo empecé a leer un libro de Lou Marinoff llamado Más Platón y menos Prozac. En él, el autor hablaba sobre la falta de filosofía en la vida actual.

“Sí, claro”, pensé yo, “si fuera filósofa no estaría leyendo tu libro, estaría buscando mis propias respuestas”. Y bueno, de eso se trata:

Si cualquiera puede especializarse en un tema y ser un Gurú, ¿qué es lo que me detiene? Nada. La vagancia absoluta de no querer mover las neuronas.

Sé que no soy la única que prefiere escuchar, leer y en definitiva consumir lo que dicen estos “nuevos sabios” con tal de no mover mis neuronas.

Sin embargo, rascando un poquito, metiendo un dedo del pie en la vasta superficie mental de una persona, se puede descubrir un universo filosófico completo y dinámico.

Nada más hace falta mover las neuronas de la imaginación, las de la lógica, las de los ideales, las de las ganas de ser nosotros nuestros propios maestros del espíritu.

Parafraseando a un sabio cuyo nombre no logro aprender a escribir, el hombre que tiene un porqué es capaz de sobrellevar cualquier cómo.





¿Who are they? ¿What are they for?

I might be short of information, but I understand they are people considered wise who dispense their advice on different aspects of life.

According to the worldwide utterly complete and yet not always reliable Wikipedia, a Guru is a spiritual master, a teacher of the Brahman philosophy in India.

The term is nowadays used to refer to a person who knows a certain subject or topic in depth.

I suppose I wasn’t all that far away from the wiki-definition.

But still, I can’t figure what’s their use. I mean the new gurus, not the spiritual masters. Those are truly necessary to shed some light into our darkness.

The new gurus, on the other hand, are like flies that gather in front of one’s face, flipping their wings hysterically, trying to catch some attention.

This makes me think that with so many teachers and wise men around there is little or no place for our own philosophy of life.

Some time ago, I began to read this book called Plato, not Prozac!, by Lou Marinoff, where the author stated that there was a lack of philosophy in today’s everyday life.

“Yes, sure”, I thought, “if I were a philosopher I wouldn’t be reading your book, I’d be looking for my own answers”. And there it is:

If anyone can specialize on a certain topic and become a guru then what’s stopping me from doing it? Nothing but the laziness of my neurones.

I know I’m not the only one who would rather listen, read and consume whatever these newly wise men have to say just so I don’t have to think about life myself.

Never the less, if you scratch a little, if you dip your toe inside the mind of any human being, you will find a vast philosophical universe, complex and ever changing.

All it takes is to move the neurones of imagination, of logic, ideals and the will to become our very own masters on spiritual teachings.

Paraphrasing a wise man whose name I just can’t spell, a man who has a reason why is capable of overcoming any ways how.

Educando al Pichicho

Por: Mafalda Chan

El otro día, cuando todavía era el año pasado, estaba discurriendo con un amigo sobre la medida y el concepto del elemento “tiempo”. Yo decía que era un invento humano y que por lo tanto toda esta historia del año nuevo era ficticia. Él decía que quería adoptar el calendario de los Mayas o de los Aztecas para sentirse más “adaptado” al terruño.

La conversación tomó vuelo y aterrizó en el tema de la Globalización y como afecta a las tradiciones locales. El intercambio cultural y la absorción de una cultura por otra existieron desde que el hombre aprendió a hacerse a la mar. El ejemplo perfecto es el reemplazo del calendario maya por el europeo, o cristiano.

Mi amigo se quejaba de que hoy en día la globalización destruía el colorido local y yo le señalaba que no era la globalización la que los devoraba cual monstruo angurriento, sino que eran los habitantes de cada tierra quienes dejaban servidas a la criatura sus cantos, costumbres y banderas para que se los comiera en guiso.

La globalización como fenómeno permite que uno desde su casa conozca horizontes que de otro modo quedarían en la sombra. Pero si uno decide adoptar esos horizontes como propios, es como que los límites se borran y lo que queda en penumbras es el territorio de uno. Es un error de nadie más que nuestro el que se desvanezcan las tradiciones.

Es uno quien prefiere la coca-cola al mate, y es uno el que prefiere cantar los villancicos en inglés o poner carteles de Merry Christmas, como si un Feliz Navidad no fuera suficiente. La globalización es como una criatura sin domar: sería un perrito faldero si nos tomáramos el trabajo de domesticarlo.