Radiotaxi Sade

Hablemos de cosas raras, ¿sí? Yo tengo una anécdota y es de hace una hora. Volvía en un taxi a mi casa y noté con beneplácito que el auto en el que viajaba era cálido y olía normal, no como los que circulan por el micro centro en horas pico y que juntan el hedor de toda una mañana girando por las calles más concurridas y junta baches de Buenos Aires.

Pero además noté el aspecto del chofer, un hombre que tendría unos 40 años y una piel tersa, de aspecto uniforme y sin rastros de barba ni de arrugas. En su ficha técnica decía que se llamaba Sergio, pero su apellido estaba tapado por las tiras de un cartel que anunciaba el número de su móvil y el de la empresa de radiotaxi para la que trabaja. “¿Ya se terminó la joda?”, me preguntó cuando subí.

Lo primero que una mujer pensaría es que el taxista necesita un GPS, pero para ubicarse en el contexto, no en la ciudad. Sin embargo, no había rastro alguno de chabacanería en su voz. Sólo un tono cordial, como próximo. Suave, si se quiere. No resultaba ofensivo y no insistió con su intento de conversar sino hasta que pasó manejando al lado del afiche de un programa de televisión.

“¿Quién es esa?”, me preguntó con voz quedada y curiosidad algo quieta. “Una modelo que ahora tiene un programa de entrevistas”, contesté. “Ah, como no veo mucha tele no sé”, retrucó. Y ahí me cayó la ficha (no la del taxímetro, esa había avanzado raudamente desde el comienzo del viaje): era el mismo chamuyo del hombre joven y viejo a la vez, ajeno al mundo de las frivolidades.

De fondo en su taxi se escuchaba un tema de Sade, “Smooth operator”, quizás el único de esa banda que todavía pasan en los programas de música “retro”. Pero la radio que tenía sintonizada emitía sólo temas de los ochentas, pop meloso, denso y sugestivo como el de Tina Turner en “Private Dancer”. Ahora que lo pienso, puede haber sido un compilado de temas de una sola estación grabado en un cassette.

Sergio, el chaufer (con ese aspecto pulcro y cara de niño entrado en años, y con un amor intacto por las baladas ochentosas, le queda bien el término en francés), tomó la ruta que le pedí y dobló por las esquinas que le indiqué. Le pagué el viaje en la puerta de mi casa y cuando me dio el vuelto logré mirarlo a la cara. Antes de bajarme sentí un déjà vu, como si no fuera la primera vez que me tocaba estar en taxi del “Smooth operator”.
Just KidsJust Kids by Patti Smith


My rating: 4 of 5 stars


Remember "A moveable fesat", by Ernst Hemingway? Ok, Patti Smith wrote "Just kids", which is a late 20th century version of it. The book is about her early years in New York city and the relationship she shared with photographer Robert Mapplethorpe.

Through her story, Smith paints a picture not only of her unapologetic yet sensitive self but also of her long time friend and soul mate, a man who's determination to become an artist took him to dark places, at times created by himself.

Hemingway's "A moveable feast" is about the people he met in Paris in the time between the two world wars: poets, novelists, artists, musician and art marchands all merged into a neverending parade of "regular folks who were in fact somebody".

Smith's book is quite on the other end of the line: she knows she met the right people and seems to treasure the fact that the most important one of them was a young man she met by chance and who one saved her from a bad date.

"Just kids" is a moving story, one that diserves to be turned into a film. Not only because Smith and Mapplethorpe were transformed into two formidable characters, but because it captures the escence of New York city in the 60's and 70's.




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DelirioDelirio by Laura Restrepo


My rating: 3 of 5 stars


%98 atrapante
%2 final abrupto

Entiendo porqué "Delirio", de la colombiana Laura Restrepo, atrapó a los integrantes del jurado del Premio Alfaguara 2004, según contó en el prólogo del libro el escritor José Saramago, presidente de ese jurado que le otorgó el galardón ese año.

La novela es una suerte de trenza narrativa. Es decir que Restrepo intercala tres relatos ocurridos en tres generaciones de una misma familia y en tres momentos diferentes de la historia de Colombia.

Así se mezclan la locura irasible del abuelo alemán en Sasaima, la soledad y traición de dos hermanas acomodadas en la alta sociedad de Bogotá y el resultado de ambos, una joven inestable y neurótica enfrascada en sus recuerdos.

En el triple relato familiar se filtran el ascenso y auge del rey del narcotráfico, Pablo Escobar, y cómo tendió sus redes para atrapar a la clase dirigente de Colombia. Y en medio de todo está el relato de un hombre de a pie, enamorado de una mujer loca y sin idea de lo que ocurre.

La única dificultad para leer "Delirio" es que la autora no le avisa al lector cuando se dispone a saltar de un mechón a otro en su trenza de historias. Sí usa el punto y aparte, pero por lo demás, ni siquiera emplea comillas o guiones que indiquen diálogo o cambio de voz narrativa.




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