Aforismos a dos voces

N. de la A. Parte de este post fue escrito el 8 de enero de 2010. Otra parte fue agregada hoy. Difícil saber cuál es cada una.

Cuando tus manos sangran heridas, las yemas de tus dedos son como fuego y una voz repite en tu cabeza "no me odies, no me sueltes la mano. Aunque te lastimes o te ensucies, aguanta un poco mas...", es eso: aguanta un poco más.

"El amor te ayuda a progresar, o es otra cosa. Toda la gente que te ama te ayuda a mejorar", dice V.

No llores, no llores. Las nenas grandes que eligen su suerte se la bancan solitas.

No te cuides tanto al punto de ser cobarde, no te lances tanto al punto de ser egoísta.

Los celos aparecen cuando te importa el otro. Los celos enfermizos aparecen cuando te importas más vos.

El tiempo me enseño que hay recuerdos que son como mascotas ajenas: hay que acariciarlos y dejarlos ir.

Todas las personas entran y salen de tu vida cuando tienen que hacerlo. No preguntes ni protestes, la decisión no está en ellos, ni en vos.

Siempre va a haber alguien delante tuyo en el camino de la vida... la cuestión es si buscás alcanzarlo o sobrepasarlo.

A algunas personas las podés querer toda la vida, aunque sea a la distancia. La nostalgia envenena, sí, pero mata más lento que el rencor.

Lo lindo del amor es eso, ¿viste?, que no necesita ser correspondido... que se lanza al vacío como si fuera una partícula más en el aire y es capaz de llevar un beso miles de kilómetros hasta impactar contra los labios correctos.

"¿De qué hablás? Con tanto amor equivocado rebotando por ahí...", protesto. "Sí, pero eso no es culpa del amor. Que las personas no sepan manejarlo no es su problema", me contesta.

La buena pipa

Cuando tenía seis años, una amiga de mi abuela me hizo el siguiente juego: me preguntó si quería escuchar el famoso "Cuento de la buena pipa".

La escena fue algo así:

Interior - Tarde/noche - Casa de abuelos atestada de invitados, casi todos de más de 70 años

La amiga de mi abuela, sentada en el sofá verde inglés ese que se terminó volviendo verde "musgo", me llamaba para que me acerque a ella y dijo:

- A ver, Antonita: ¿Querés que te cuente el cuento de la Buena Pipa?

- Sí -le respondía, curiosa.

- Yo no te dije "sí", te pregunté si querés que te cuente el cuento de la buena Pipa... ¿Querés que te cuente el cuento de la buena pipa?

- ¡Sí! -repetía yo, intrigada, con la cara un poco más cerca de su rostro arrugado y lleno de base y rímel.

-Pero yo no te dije que sí, ¡te dije si querés que te cuente el cuento de la buena pipa! -insistía la mujer.

Más o menos al décimo round de la misma conversación de sordos, en la que yo aceptaba la invitación a un cuento y ella se hacía la interesante, mi carácter contestatario entró en acción y le espeté alguna burrada que me hubiera valido un chirlo o una penitencia. Nunca le agradeceré lo suficiente a mi abuela Silvia por inventar la regla de que en su casa nadie podía retarme, ni su propio hijo.

¿A qué viene este recuerdo infantil que atesoré por tanto tiempo? A que a veces creo que sigo hablando con la amiga de mi abuela, pero transfigurada en otras personas. Adultos, como se supone que soy yo ahora, que reversionan el juego del cuento de la buena pipa a veces sin saberlo, y otras muy conscientes de ello. Por error mío, sin dudas, todavía hoy tengo la misma respuesta abrupta.

Sigo detestando el juego retórico y retorcido en el que una persona le da mil vueltas a otra para hablar, o le complica el diálogo adrede, sólo por diversión. Es claro que no me resulta divertido y, de nuevo hago mea culpa, me es imposible quebrar el círculo vicioso sin algún tipo de contestación reaccionaria y poco gentil. Cabronería, que le dicen, una cualidad querible sólo para pocos.

También se traduce en acciones. El cuento, digo. La respuesta es casi siempre la misma y de igual modo. Sí, ya debería haber aprendido a callar y alejarme de las personas que ponen el palito para que uno lo pise, pero parece que no aprendo.

Sigo sin entender por qué una persona disfruta haciendo enojar a otra para después esgrimir la carta de "ay, soy una señora mayor, ¿cómo me vas a decir eso?".

Señora, si usted quiere mi respeto, no me boludee. Si lo hace... Ahí se ve.

Corazones cautivos más arriba

"La gente prefiere ver la idea que tiene de una persona más que a la persona en sí. A nadie le gusta que, de un día para el otro, no seas el mismo de ayer y los fuerces a determinar en qué te has convertido"

"Tu viejo decía que es más fácil vivir si se sabe eso: que cada uno está solo, que el padre peude convertirse en el hijo y que el hijo en el padre, pero que cada uno está solo siempre"

"Hay que aprender a cuidarse solos. Aunque después no sirva para nada"

"Para las mujeres el dolor es algo más natural. Por un lado es como si se lo apropiaran, como si fuesen las únicas con derecho a sufrir, y, por el otro, se recuperan con más facilidad que los hombres"

"Lo más importante, lo único que tenés que pensar -dice después-, es en no dejar de hacer cosas. Lo que sea. Aunque te resulten un poco estúpidas. Si hay cosas que te gustaban antes, no permitas que lo que pasó les quite significado"

"Te va a pasar muchas veces -dijo Galo-, que sientas que la gente te fastidia. Generalmente no es culpa de los demás, sino de uno mismo. Hay que ser lo suficientemente civilizado como para hacerse perdonar la impaciencia en esos casos. No son los demás, somos nosotrosque pretendemos que todas las personas sean como queremos"

***

Estas son las frases que más me gustaron de "Corazones", la novela de 1987 de Juan Forn. El título original de este libro era "Corazones cautivos más arriba" en honor a un poema de Roberto Juarroz llamado "Séptimo poema vertical".

Sin embargo, según explicó el autor en el epílogo, el tiempo y la usanza acortaron el nombre de la obra hasta que él mismo empezó a referirse a ella como "Corazones", un nombre que le confiere un aire de intimidad y honestidad más profundas para mi gusto.

"A lo largo de los años, ni siquiera yo apelaba al título completo a la hora de mencionar este libro. Razón por la cual he optado por rebautizarlo ahora con su apodo casero, que a mi modo de ver se parece más a la visión del mundo que tenía entonces y que espero algún día recuperar", cuenta el autor en el epílogo, aunque le da carta blanca a "aquellos lectores que prefieran el título original" para que sigan llamándolo de ese modo.

"De eso se trata la literatura, a fin de cuentas", sopesa Forn, "de dar a las cosas el nombre que uno cree que tienen".

Mi lista indispensable

O no tanto, pero en vista de que estrené hogar hace un mes más o menos, la lista de "pendientes" sigue alargándose sin parar. Ya eliminé ciertos ítems prominentes, como conseguir una heladera, pero falta otros del estilo de "limpiar el baño" que sospecho serán recurrentes.

Quizás otro día me explaye en la maravillosa experiencia de aprender a vivir con una misma, pero en este día prefiero contestar la amable pregunta que me hicieron varias veces ya: "¿Qué necesitás para tu casa?" La respuesta es una lista, obviamente. A saber:

- Cuchillo de cocina (de esos que son grandes, afilados y te permiten cortar las zanahorias y el pollo sin luchar tres horas).
- Tabla para cortar, porque los cuchillos antes mencionados suelen dejar marcas por donde pasan...
- Un bowl, bol, o bols (mmm no, no el licor...)
- Tapón para botellas, del estilo "salvemos el resto de birra que queda"
- Vaso medidor (yo sin medir todo no cocino, se sabe)
- Balanza de cocina, por el mismo motivo. Ni hablar de la otra, porque no me interesa sabes cuánto engordo cocinando.



Por ahora parece que necesito esas cosas. Estoy en la onda de "sólo busco lo que necesito", así no me lleno de cosas superfluas (no me reconozco...). Así que ya están enterados... el que quiera regalarme alguna de estas cosas, ¡se lo agradeceré por demás!

:) <--- Miren, ¡pongo sonrisa de "doy lástima" y todo!

Leer para ser

Todos los adultos, sin importar cuán poco les guste el ejercicio de seguir la sucesión de letras que forman palabras y oraciones, deberían leer al menos una vez en la vida el libro "El principito", de Antoine de Saint Exupéry. Puede que parezca una obra infantil o demasiado naïf para ser tomada en serio, pero está lleno de frases sabias, algún que otro consejo práctico y mucha poesía, que aporta una belleza simple que ya es inusual por estos días.

Antes de que existieran los libros de autoayuda, los manuales de superación personal y las revistas con flamantes técnicas para cambiar en 10 pasos las mañas que cultivamos en toda una vida, "El principito" ya estaba ahí, impreso y esperando en su asteroide a que le prestemos atención. Yo crecí en una casa donde había no uno sino tres ejemplares, pero recién lo leí pasados los 23 o 24 años. No me arrepiento.

Resulta que antes de esa edad tenía un poco más frescos, o mejor guardados, esos ideales y las utopías propias de la infancia que, en pos de hacer lugar a mis ambiciones "de chica grande", fui relegando hasta que no supe donde quedaron. Por suerte, el zorro y la rosa, el relojero y el rey, el cordero y, por sobre todo, aquel hombre perdido en medio del desierto, están ahí, en el asteroide que es ese librito finito, para recordarme por dónde empezar a dibujar lo que es invisible a los ojos.

Spanglish

Mi razonamiento excedió los 140 caracteres, así que decidí convertirlo en un posteo trasnochado y no en una catarata de micromensajes en Twitter, de esos que es necesario numerar cual novela por entregas.

Anoche leía en Twitter lo que escribía el Sr. @RayoVirtual sobre las personas que, siendo hispanoparlantes, prefieren usar el inglés para expresarse en la red social del pajarito ya sea para cultivar una pose cool o porque no les interesa usar el castellano como primera lengua 2.0.

Entonces me surgió una reflexión que poco aporta a la de R. V., sino que es más bien un tema tangencial. Pero al menos es una diatriba de elaboración casera, que le dicen.

La cosa es así: después de fumarme 10 años de colegio bilingüe, y sin dejar de estar agradecida a mi madre por darme la educación que me dio, puedo decir que hay frases que me salen mejor en inglés que en español. O en castellano rioplatense, si se quiere usar un término más localista.

"Una cosa es usar palabras en inglés y otra hablar en inglés porque considerás que sólo los 'negros'hablan en castellano", señalaba anoche R. V. Y claro, el pobre Garcilazo de la Vega estaría retorciéndose en su tumba, dándole la razón cada vez que se leen textos impecables en inglés escritos por hispanoparlantes que tienen faltas de ortografía cuando usan el castellano.

Ni hablar de Sor Juana Inés de la Cruz, atormentada cada vez que una señorita elige otro idioma que su español nativo para expresar lo que siente, cuando la delicadeza de nuestra lengua madre nos da tantas oportunidades para expresar los deseos del corazón.

Pero al margen de que Miguel de Cervantes Saavedra haya quedado en jaque porque algún "bo - bo" (bohemian bourgeois) decidió hacerse el cool tuiteando en inglés, la utilización de varios idiomas nos hace más libres y nos permite comunicarnos mejor. Tiende puentes en esta Babel tan linda, enmarañada y amplia que es el mundo, ya sea con o sin Internet.

Mi primer "te quiero" fue un "I love you". Sea en el idioma que sea, esa frase es una de las más simples, fuertes y preciosas que existen. Hasta el día de hoy “I love” a esa persona, aunque ahora lo hago de un modo distinto.

"Frase preciosa"... ¿O debería decir "linda"? ¿Quizás "hermosa"? Dentro del español hay parecido a dialectos socialmente divididos. En algunos círculos todavía se tuercen las miradas y se arrugan las narices cuando alguien comenta "¡qué hermoso morral rojo!", porque la única palabra "aceptable" de toda esa oración es la primera.

Pero volviendo al tema del inglés para expresar ideas o hacerse el cool, (¿irónico, no? Me da fiaca buscar el significado en español de esa palabra), la verdad es que todos los idiomas son lindos por algo, y en definitiva son herramientas. Si se los ve con un fin utilitario, el de darse a entender o conocer más a las personas y el mundo que nos rodea, la comunicación no debería tener fronteras.

Internet mismo apunta a la comunicación, a la vida 2.0, aunque a veces sea desmedida. Entonces, si soy feliz chateando por celular con una amiga que hace años vive en Grecia con la misma facilidad con la que le mando un mensaje de texto a la que vive a diez cuadras de mi casa, ¿cómo no voy a ser feliz diciendo “it's great to hear from you” cada tanto?

Si alguien elige usar un idioma que no es su lengua materna será porque las palabras le salen mejor así. Lo que sí, sería una lástima que relegara el español por creerlo inferior, más precario o limitado que otros idiomas. En ese caso, quizás esa persona no merece usar un idioma tan lindo.

Too bad, pero c'est la vie...

(ay, mis chascarrillos y yo nos vamos a quemar en el infierno).