Las chicas que deshojaban margaritas

Las chicas que ayer deshojaban margaritas son las mismas que hoy las pisan con sus sandalias de tajo aguja, o las dejan secar entre las páginas de algún libro de poesía que ya no leen más.

Alguna vez alguien les enseñó -a esas chicas- el truco de pedir tres deseos al transitar por debajo de un puente justo cuando pasa el tren. En alguno de esos intentos de superchería barata estaría el designio divino que haría volver el amor sano y salvo a sus brazos.

También les mostraron la técnica de la pestaña, que no es otra que presionar con suave firmeza el diminuto pelo entre el pulgar de la dueña y el de otra persona... y rogar por que la pequeña prenda de amor quede en el dedo correcto. "Que vuelva, que vuelva", dirían las jovencitas, tan frescas y llenas de esperanza.

Sino, siempre quedaba la posibilidad única e irrepetible de hacerle el pedido a una estrella fugaz. Pero el cosmos es grande y el amor de un hombre es una nimiedad, así que las simples margaritas eran las más apropiadas para decir si había amor, un poquito o nada.

O al menos así era antes, cuando estaban frescas las chicas que hoy pisan las flores, las arrancan o las dejan secar.

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