Sangría

"¿Y? Qué más estás esperando...", lo apuró una noche Lucas. Por fin, su mentor estaba cansado de ponerle la comida en la boca y era hora de probar si su plan funcionaría o no. Romeo levantó el guante. Después se pidió otro whisky.

Vació el vaso en pocos tragos y se paró. Aprovechó que la rubia estaba prestándole atención a su celular y se aceró con paso ligero. Un segundo antes de abrir la boca, Romeo se preguntó si valdría la pena hablarle a esta Julieta.


"Hola" suele ser la palabra más usada para llamar la atención a alguien con la intención de entablar una conversación. Todo lo que sigue a esas cuatro letras tiene muchos más significados que el literal gracias a la filosofía barata forjada en las barras de bar.

"¿Te puedo acompañar?", preguntó él. "Esta noche soy tu Romeo".

"No sabía que esta noche me tocaba tener uno. Sentáte. Soy Marga", contestó ella con una sonrisa. Tenía los labios pintados de fucsia, según pudo notar él. Le gustó.

Ella sólo quería gritarle, antes de que él abriera la boca, que no tenía ganas de escuchar su palabrerío, que no se iría a dormir con él, y que le daba pena que a los 30 años siguiera los consejos de cincuentones con hígados destrozados. Pero no sabía su edad.

"¿Cuántos años tenés?", preguntó Marga antes de que él pudiera averiguar qué estaba tomando.

"Los suficientes para reconocer a una mujer bella cuando la veo", contestó Romeo.

"Para eso sólo necesitás ojos", retrucó ella.

"Pero también sabiduría. De nada sirven los ojos necios, digo, ciegos", replicó.

"¿Ojos necios? ¿Cómo es eso?"

"Los que se niegan a ver la realidad, o los que deciden ver lo que quieren. Es muy triste vivir así, yo prefiero ver el mundo..."

"Ah. Mirá", lo interrumpió ella, mientras estrujaba una rodaja de limón sobre su copa.

"¿Qué tomás?", quiso saber él.

"Sangría"

"Buena elección, pero yo soy más del whisky", contestó él.

Sí, pensó Marga, te ví haciendo intentos para tragarlo y sufrís con cada sorbo.

Pero no quiso discutir.


[sigue]

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