Pasillo

Una corriente de aire frío llegaba desde la derecha. Las paredes eran amarillas y los zócalos blancos. El piso estaba cubierto de baldosas grises. Un ambiente inhóspito, sin dudas.

Tenía los pies estaban sobre los soportes metálicos y estaba envuelta como una oruga con una sábana blanca, con la cabeza apoyada sobre el caño que sostenía la ampolla de suero.

La sonda bajaba desde el contenedor hasta mi antebrazo, donde estaba adherida la mariposa (el pico por donde el líquido pasa al cuerpo). Tenía entumecidos los músculos y la mano hinchada.

Con los párpados pesados y el sudor frío en la espalda, lo extraño no era que estuviera en ese lugar. Tampoco que pasaran por delante médicos y enfermeras sin prestar atención.

La mayor sorpresa, la más grata, era mirar a la derecha y ver a mi familia.

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