Entonces calla

Si no sabés qué decir, entonces calla. Si las palabras que vas a pronunciar no reflejan la verdad, no las digas. No hables por llenar el vacío, ni por cortar el silencio. La quietud muchas veces da lugar a la reflexión, y eso puede ser más valioso que tu palabrerío.
Tu mano en su hombro, tu mirada compasiva, y por sobre todas las cosas, tu paciencia, son las mejores armas contra la aflicción. Por lo demás, es mejor que te calles. Que no digas nada si lo que vas a lanzar al aire es una necedad o una pavada.

Es mejor que permanezcas en silencio, que mires con detenimiento y seas testigo ocasional de un derrumbe en proceso, antes de que te conviertas en el desafortunado cronista de un noticiero sensacionalista. Mejor no hablar en ciertos casos.

Mejor calla. Si vas a decir mentiras o verdades a medias, ahorrátelas. Y si vas a alimentar el fuego de la discordia, calla dos veces, una por insidioso y otra para no meter la pata. Uno nunca sabe toda la verdad. Sólo escucha una campana, y con eso no basta.

Callar es un ejercicio más complejo que la buena oratoria. Cualquiera puede aprender a hablar frente a una audiencia, pero muy pocos son capaces de guardar silencio frente a una persona en un momento delicado.

Sin embargo, hay veces en que es mejor si callas.

1 comentario:

Viquita dijo...

Me hiciste acordar a esto =)


No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.