Mi primera vez

Ah... ¡Cómo disfruto de los nervios de las primeras veces! De todas, ¿eh? Creo que de todas... Ésta vez le tocó el turno a las compras online.

Hace un par de semanas incursioné en este canal de comercio tan "siglo 2.0" para adquirir un ejemplar de "La filosofía de Andy Warhol, de la A a la B ida y vuelta" por medio del sitio Amazon.com. Lo que hace la inspiración pop después de una tarde en el Malba: Consumo superfluo y satisfacción... no tan inmediata, porque el librito estaría llegando recién a finales de marzo.

La sola experiencia de registrarme en el gigante de las compras virtuales me cansó más que revisar todas las librerías de usados de la avenida Corrientes porque tuve problemas con el servidor, con la contraseña que elegí, con el mail, todo. Reconozco que también fue porque intenté poner mi tarjeta de débito como medio de pago en vez de la de crédito, como corresponde. Aplausos, por favor. 

Pero ayer me dieron ganas de comprar otros títulos, de esos que los vendedores de locales de libros (porque "libreros" eran los de antes) dicen que están agotados en todas las tiendas de la Ciudad de Buenos Aires. En estos casos, Internet resulta una suerte de caja de Pandora o arcón de la abuela donde se encuentran hasta la más escurridiza de las obras.

También es como el Mago de Oz a quien uno le pide las cosas más imposibles y él las provee.

Así que invoqué al Mago del Oz versión digital y me desinflé al ver la perspectiva de esperar un mes o más para que Amazon, oh, Amazon, se dignara a mandarme desde no sé dónde un ejemplar del libro "Cementerio para lunáticos", de Ray Bradbury. Un libro que editó Emecé en 1991 y que está agotado, o al menos no aparece ni en las librerías de Corrientes.

Levé anclas y navegué por el ciberespacio hasta que entré a la bahía de Mercado Libre (linda la analogía, ¿no?). Después de intentar registrarme unas 4 o 5 veces, ML aceptó mi usuario y contraseña (evidentemente, abrir cuentas en los sitios me cuesta). En seguida encontré el libro que buscaba y a un precio razonable. ¿Lo pedís, lo tenés?

Arreglé con la propietaria por mail primero y después por teléfono. Me pareció muy raro e incómodo el sólo hecho de tener que llamar a una completa extraña para decirle: "Hola, soy 'inserte nombre... Johnny Allon o lo que sea' y deseo adquirir tu libro". Pero la chica en cuestión se limitó a pasarme su dirección y acordamos la hora de entrega y listo. Nada de voz al estilo Freddy Krugger o locutor de los sesentas. 

Llegué a la dirección que me había dado (era en el barrio de Congreso) y todo lo que pensé durante los 5 minutos que tardó en bajar la chica fue en cómo sería ella, cómo debería saludarla (porque no es ni amiga, ni conocida, ni nada) y sobre todo... en qué estado estaría el libro que compré.

Obvié la pregunta cuando hablé por teléfono con ella porque me pareció que de todas maneras no sería una respuesta satisfactoria. Un simple "muy bien" no me sacaría la duda. Pero estaba muy bien, por suerte.


Cavilaciones al margen, ahí estaba ella, con mi libro en mano. Rubia, de piel muy blanca y ojos claros, la "vendedora ocasional" estaba vestida de remera negra y pantalón beige. Como tengo una imaginación relativamente frondosa, asumí que trabajaría en una casa de ropa o cosa parecida. Me dio la impresión de que era un uniforme, eso es todo.

Nos saludamos de manera automática. Yo ya tenía en mano los $22, que era el precio que había pedido ella. "Bueno, mirálo que esté bien", me dijo al entregarme el libro. "Sí, está bien... Éste ya no se consigue", dije, no sé por qué. "Sí, y ahora ya lo tenés", me dijo con suavidad y una firmeza del estilo de "no hace falta seguir prolongando este encuentro".

A buena entendedora, compradora y vendedora satisfecha. Me di media vuelta y me alejé, contenta con mi libro que parecía una versión siglo XX de un incunable y terminó en mis manos dentro de las 24 horas. Para Amazon.com que lo sigue por Internet.

1 comentario:

Maria dijo...

Que bueno Chan, cuanto me alegro de que lo hayas conseguido!!! :-)
nos vemos mas tarde..
besos