La lista de tía Inés

"(...) Y nunca voy a saber si fue un hijo de puta o un cagón", concluí el relato a mi tía Inés, que escuchaba atentamente con esa paciencia comprensiva que sólo los psicólogos, como ella, parecen tener.

Claro, que su humor tan particular la pone en una categoría superior a cualquier "psicoloco", y yo la quiero por eso y por las respuestas como la que me dio: "A los hombres hijos de puta, los cagones y los roncadores hay que dejarlos", declaró muy resuelta.

"¿Cómo? ¿Y los mentirosos y los tacaños?", repliqué. "Ah, pero los mentirosos entran dentro de los hijos de puta... Aunque pensándolo bien no", se corrigió. "Y los tacaños son lo peor", corroboró. Me quedé más tranquila. Quiere decir que logré identificar qué clase de hombres son mejores cuando se van de la vida de una.

"Entonces: tenés a los hijos de puta, a los cagones, a los mentirosos, a los tacaños y a los roncadores", enumeró tía Inés.

"Pero, ¿me podés decir qué problema tenés con los roncadores?", pregunté. Jamás pensé que el amor pudiera aturdirse con la respiración profunda de un hombre.

Inés me devolvió la mirada con la misma expresión de sorpresa: "¿Vos sabés lo que es intentar dormir así? Peor que al lado de una foca", señaló, y reprodujo el sonido ronco de un animal parecido a un oso, o al yeti. "¡Ah! Y los 'formadores de caminitos prematuros", agregó de improviso a la lista.

"¿Los qué?", dije yo, cada vez más preocupada por la increíble cantidad de espécimenes de los que debería cuidarme. "Claro, los hombres que en la primera salida ya empiezan con el '¿A ver ese anillo?' para poder agarrarte la mano", me explicó.

"Hey, ¡a mí me gustan los formadores prematuros de caminos!", objeté. Risas incontenibles por parte de las dos. Soy incorregible.

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