¿La mano de Dios?

Hay gente que cree en Dios. Otras personas en cambio se entregan al Destino. Da un cierto aura de misticismo trascendental mezclado con seguridad infantil pensar que hay una fuerza más fuerte y poderosa que un ser humano para regir nuestras vidas. Incluso los que dicen no creer en nada creen en algo: en que ellos mismos forjarán su existencia. “La vida será lo que hagas de ella”, sería el mensaje. Eso es creer en algo, así sea en la infalibilidad de la razón humana.

Pero aquí le encuentro una pequeña falencia a este razonamiento: ¿y qué pasa con el imprevisto? Aquellas cosas que pasan y simplemente no se pueden evitar (un ejemplo trágico sería el huracán Katrina que el año pasado prácticamente barrió a la ciudad de Nueva Orleáns del mapa). En ese caso, entonces, ¿por qué pasó esto? ¿Qué designio misterioso, o efecto del calentamiento global, envió esta catástrofe natural a las costas de los Estados Unidos? En todo caso, la pregunta principal es: ¿De quién viene y para qué?

Siempre hay algo o alguien (llámese Dios, Destino, Suerte o Casualidad…) que juega un papel en nuestras vidas en el momento justo en que lo necesitamos. Como el jugador que se la pasa en el banquillo todo el partido y cuando faltan 15’ para que acabe el partido entra en la cancha y anota el gol de oro, de ese modo cuando las cosas se salen de proporciones, es la acción de alguien o algo afuera de nuestra simple existencia humana que entra en juego y decide anotar o no el gol de oro.

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