El ultimo verano

Sergio sube los escalones y entra rápidamente al edificio. Llueve a cántaros. La avenida Las Heras está inundada. Como rinde su parcial de Historia del Arte esa misma noche, busca una biografía que le falta y se sienta en una de las salas de estudio de la Biblioteca Nacional, empapado.

Abre su cuaderno de apuntes en el aire y se le cae de las manos. Se agacha para recoger el cuaderno y todos los papeles sueltos que había entre sus páginas y vuelve a incorporarse en la mesa. Entre los papeles hay unas hojas manuscritas ajadas que no son suyas. Decide leerlas de todos modos.

Camina solo por la calle oscura, en una noche calurosa de verano en París. Está de negro. Entra en un bar. Se sienta en la mesa de un hombre de mediana edad, de aspecto descuidado. Conversan un rato y una vez que llegan a un acuerdo, se despiden con la promesa de verse en seis meses, cuando la pintura esté en poder del hombre de negro, que se llama Teo. El quiere vender alguna de las obras de su hermano en su memoria, ya que éste nunca pudo vender un cuadro en su vida. En casa esperan su esposa y su hijo enfermo. Ha acordado reunirse Lefroid, el hombre del bar, en el mismo bar, a las diez. El recuerdo de su hermano vuelve, y noche tras noche sueña con un campo de girasoles enmarañados, irascibles, una masa amarilla que resopla como un dragón. Algo de su hermano ha quedado en él, y no son deudas de dinero, sino de locura. Se levanta de la cama a media noche y comienza a pintar. Se avoca a la pintura. Con el tiempo, su relación con su mujer se deteriora y su hijo muere. Lo que antes era una pesadilla nocturna, se transforma en alucinaciones constantes. Meses más tarde, Lefroid busca a Teo en su propia casa, reclamando el último cuadro que su hermano Vincent había pintado. La noche está fría y llueve torrencialmente. La esposa de Teo lo recibe en la puerta y le explica que el pobre Teo perdió la cordura y murió en un hospital.
Rosario se sienta al lado de Sergio y le dice que perdió la fecha del parcial. Lo nota frío y con la mirada perdida. Sergio, con voz monótona, le pregunta si no vio alguna vez un dragón amarillo.

AC®

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