Pero ojo, que siempre queda la posibilidad de pedirle al olmo lo que es propio de su naturaleza: una florcita rojiza que crece en ramilletes.
Quizás si empezáramos a pedirle a las cosas -y a las personas- aquello que sí pueden dar nos libraríamos de la frustración de no recibir peras.
La culpa, si es que hace falta encontrar a un responsable, la tiene el que tuerce la naturaleza de las cosas para saciar su deseo de que lo que es de un modo sea de otro.

Así que esta es la flor y el fruto del Olmo, lo único que el dichoso y maltratado árbol puede dar.
Nada de peras.
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