La buena pipa

Cuando tenía seis años, una amiga de mi abuela me hizo el siguiente juego: me preguntó si quería escuchar el famoso "Cuento de la buena pipa".

La escena fue algo así:

Interior - Tarde/noche - Casa de abuelos atestada de invitados, casi todos de más de 70 años

La amiga de mi abuela, sentada en el sofá verde inglés ese que se terminó volviendo verde "musgo", me llamaba para que me acerque a ella y dijo:

- A ver, Antonita: ¿Querés que te cuente el cuento de la Buena Pipa?

- Sí -le respondía, curiosa.

- Yo no te dije "sí", te pregunté si querés que te cuente el cuento de la buena Pipa... ¿Querés que te cuente el cuento de la buena pipa?

- ¡Sí! -repetía yo, intrigada, con la cara un poco más cerca de su rostro arrugado y lleno de base y rímel.

-Pero yo no te dije que sí, ¡te dije si querés que te cuente el cuento de la buena pipa! -insistía la mujer.

Más o menos al décimo round de la misma conversación de sordos, en la que yo aceptaba la invitación a un cuento y ella se hacía la interesante, mi carácter contestatario entró en acción y le espeté alguna burrada que me hubiera valido un chirlo o una penitencia. Nunca le agradeceré lo suficiente a mi abuela Silvia por inventar la regla de que en su casa nadie podía retarme, ni su propio hijo.

¿A qué viene este recuerdo infantil que atesoré por tanto tiempo? A que a veces creo que sigo hablando con la amiga de mi abuela, pero transfigurada en otras personas. Adultos, como se supone que soy yo ahora, que reversionan el juego del cuento de la buena pipa a veces sin saberlo, y otras muy conscientes de ello. Por error mío, sin dudas, todavía hoy tengo la misma respuesta abrupta.

Sigo detestando el juego retórico y retorcido en el que una persona le da mil vueltas a otra para hablar, o le complica el diálogo adrede, sólo por diversión. Es claro que no me resulta divertido y, de nuevo hago mea culpa, me es imposible quebrar el círculo vicioso sin algún tipo de contestación reaccionaria y poco gentil. Cabronería, que le dicen, una cualidad querible sólo para pocos.

También se traduce en acciones. El cuento, digo. La respuesta es casi siempre la misma y de igual modo. Sí, ya debería haber aprendido a callar y alejarme de las personas que ponen el palito para que uno lo pise, pero parece que no aprendo.

Sigo sin entender por qué una persona disfruta haciendo enojar a otra para después esgrimir la carta de "ay, soy una señora mayor, ¿cómo me vas a decir eso?".

Señora, si usted quiere mi respeto, no me boludee. Si lo hace... Ahí se ve.

1 comentario:

Tomás en Shorts dijo...

ohhh sii.. el cuento de la buena pipa, si ha vuelto loco a más de uno.

y es una bonita comparación el cuento ese a hablar con gente que uno cree normal y responsable, y terminan siendo... bueno, una vieja chota con mucho maquillaje

saludos

pd: va siendo hora de sacar el verificador de palabras me parece...