Las reglas del adiós

Me niego a ser de las personas que reniegan de su pasado.

Pero, vamos a decirlo, hay reglas para el pasado, por ejemplo, que se queda atrás. Que no aparece en el presente vivo y resucitado como Lázaro en su velorio.

Llamémosle "las reglas del adiós". Original, ¿no? Lo saqué de una canción de Dido, porque fui adolescente en a principios de 2000.

Las reglas del adiós, antes de que me cuelgue por las ramas escuchando a mi querida Dido, deberían ser una suerte de código, de etiqueta, de qué hacer después de terminar una relación de cualquier naturaleza.

La relación se terminó. Si fue mala o buena, no tiene sentido plantearlo. Así que adiós a las armas, y al código roto que sólo desperdigó esquirlas por todas partes.

No hubo un sólo rincón de mi vida que no haya tenido que dar vuelta para limpiar el desastre que provoqué. Del que dejé en otras casas ya no me puedo hacer cargo.

Yo no lo sabía antes, pero estas cosas prescriben. Sobre todo cuando dejan de importar.

Pero hasta que llega el bendito momento de ver a Lázaro despierto como si nada le hubiese pasado, por favor, a no olvidar las reglas del adiós.




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