La cebolla que te hace pensar

Cada vez que cocino con cebolla hago la misma reflexión: ¿en qué momento sórdido, masoquista y autodestructivo de la historia culinaria de la humanidad entró en juego un vegetal que te hace llorar cada vez que lo cortás?

Es parte de recetas de toda clase de culturas y parece que a ningún científico de esos que te inventan un kiwi fue capaz de generar una especie de cebolla que no contenga las esporas que irritan los ojos, nariz, etc.

No puedo evitar pensarlo desde el momento en que las partículas que se liberan al cortarla hacen contacto con mis ojos y empieza un tímido lagrimeo que después se convierte en un dramón contra el mármol de la cocina.

¿Por qué todavía consumimos una cebolla como alimento? El maldito vegetal se convirtió en la metáfora perfecta para otras cuestiones de la vida, como el amor, el sentido del trabajo o las abdominales.

De hecho, en el caso del amor sabemos que, a pesar del ocasional llanto o irritación con una pareja, es uno de los estados más plenos y armoniosos que puede alcanzar el ser humano. Joder, la gente hace cosas altruistas por amor.

Y es verdad que todos pasamos una etapa de la vida en que el trabajo aburre, es monótono, excesivo o pesado. Pero con un poco de suerte, y tiempo, puede empezar a gustar... cuando uno se convierte en su propio jefe e impone su visión.

Ahora, lo de los abdominales es más complejo, más que nada porque son odiosos, como el gusto de un jarabe que me daban cuando era chiquita. Pero los resultados son evidentes... No más tos y no más rollos, fin de la discusión.

Lo de la cebolla, en cambio... Eso sí que es un misterio.

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