Yo no soy tu rehén ni un soldado de tu causa. No me des órdenes, vos estás acá para protegerme. Y si no podés, entonces andate.
Sé que no soportas el sonido de mi voz y que te molesta la sola idea de que alguien piense distinto a vos, pero tengo derecho a expresarme.
Y no pretendas que me quede sentada y sonriente como una muñeca de adorno, porque el asco es difícil de disimular.
Algo está mal cuando un ser humano es reducido a un buey de arado, a una bestia de carga o a un robot sin sentimientos ni utopías.
No importa cuántas órdenes obedezca el cuerpo, al espíritu no se le puede poner freno.
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