Hacete humo

¿Alguna vez notaron como la gente que fuma necesita alguien que los acompañe en ese acto? Nada de bancarse solos el frío extremo o el calor abrasador por fidelidad a la pitada del día, y mucho menos el ostracismo auto impuesto para sentir el sabor de la nicotina en las papilas gustativas.

Quedan muy pocos sobrevivientes de la noble estirpe de fumadores solitarios, taciturnos e introvertidos. De esos que se abocan a un cigarro de tabaco o hierbabuena con la esperanza de que las respuestas a sus dilemas existenciales se manifiesten en los aros de humo (porque el fumador de ese tipo sabe cómo formar gruesos anillos traslúcidos con sus labios en forma de "o" y dando golpecitos glóticos desde la garganta).

Desde que fue sancionada la Ley Nacional Antitabaco, el 1° de junio de 2011, empezamos a distinguir caras en las penumbras de los bares y los ojos ya no lloraban por el humo de los cigarrillos. Lo mismo ocurrió en las oficinas, restaurantes y edificios públicos de cualquier índole, donde a partir de 5 de enero de este año no se permite fumar a nadie.

Por eso proliferaron los "salgo a fumar y vuelvo" y los pequeños focos de fumadores en las plazas, entradas de edificios y esquinas, y por supuesto también surgieron las invitaciones del estilo de "¿me acompañás a fumar?".

Ahí es donde me pierdo. No fumo, ¿por qué me interesaría salir a aspirar humo de segunda mano? Sólo disfruto de mi narguile, la pipa árabe que prendo en mi casa y a la que sólo dejo ponerle agua y tabaco saborizado (sí, podría utilizarse con otros ingredientes, pero me niego).

La narguile se puede fumar a solas para crear un momento de reflexión o relajación, o se puede compartir como quien pasa un mate entre varios. El cigarrillo, en cambio, es algo que da placer a quien lo tiene en la boca. El que mira y charla con el fumador está ahí como espectador de una disetarción que se hace humo.

El dissclaimer de este post sería que no me molesta el humo del cigarrillo ni acompañar a alguien en una reflexión colectiva. Sí me aburre soberanamente pararme a perder tiempo y chupar calor en la calle mientras otra persona acaba el pucho de media mañana.

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