Abrazos

La cabeza me daba vueltas. Juro que en toda mi vida jamás había sentido ni tanto frío. Tenía las rodillas débiles, como si me estuviera parando sobre zancos. Claro, es que las botas que tenía puestas eran de taco aguja. Los ojos me picaban, mucho. Sobre todo alrededor de los párpados, por el exceso de rímel.


Y él estaba ahí. Primero me ayudó a pararme, despacio, con su brazo alrededor de mi cintura y mi cabeza apoyada en su hombro. Cuando estuve de pie quedamos como abrazados. Se sentía bien el calor humano, el percibir cómo latía su pecho. Por suerte él me sostenía con mi cuerpo pegado al suyo.

- ¿Otra vez acariciando la pena, Annie? ¿Estás bien? -preguntó él. Pero ya sabía la respuesta.

-Es un hijo de puta -me acuerdo que le dije.

-Ya lo sé. Ya no importa. Dejálo -insistió.

Me seguía sosteniendo con una mano sobre mi cintura, mientras me acariciaba la espalda despacio con la otra. Era lindo sentir ese cariño puro, que no está manchado por los errores ni la calentura. Son esos mimos que no tienen pasado, que son nuevos a la piel y a la memoria.

Podría haberlo besado. Estaba en un punto dulce, tierno. Justo para que avanzara. Pero a todas las noches perfectas les siguen amaneceres tortuosos, y me quedaba algo de cordura todavía. Además, sólo quería un abrazo. Sentir de nuevo ese amor limpio, ese cariño desinteresado.

Confieso que quería un poco de calor humano. Saborear el olor que tienen las personas en el cuello, mezcla de salado con restos de colonia. Y sentir la sangre bombeando un poquito más rápido. Mi sangre, digo. Nada como cerrar los ojos bien apretados, para que no piquen por el sol o el maquillaje reseco, y dejarse caer en los brazos de otro ser humano.

2 comentarios:

Φαίδρα dijo...

No hay nada como los abrazos dados con amor.

Viquita dijo...

No hay nada como los abrazos

ABAZO!!!!! ^-^