La vida no es sueño


Quiero encontrar las palabras para decirte lo mucho que aprendí a quererte en tan poco tiempo. Para decirte que estoy con vos, que no estás sola, que mis reclamos de que “te quieras” no son sólo para colmarte la paciencia. Quiero que te quieras como te queremos nosotros. Bien, radiante, con ganas de reírte y de vivir.

Con que te quieras un poquito alcanza. En serio. No hace falta más. Sólo tenés que quererte una ínfima parte de lo que te queremos nosotros y va a ser un montón – por lo menos para empezar. Más adelante te vas a dar cuenta, vos solita qué lindo es quererse a uno mismo y ser tu propio mejor amigo.

Quizás no hayamos pasado por las mismas cosas que vos en el pasado, pero si nos dejás, podemos pasar juntos las cosas que traiga el futuro. Hay futuro, en serio. Y no tiene por qué ser hoy ni mañana, pero con que tengas las ganas de verlo basta. Averigüemos juntos qué nos depara la mañana, ¿dale?

No, no es por ahí. Sí, ya sé que parece lo más fácil. Se duerme tan bien, es tan silencioso todo… pero es eso. El silencio, la inercia, el no poder despertarse del sueño. Es un sueño pesado, que te envuelve y te enmudece, hasta dejarte convertida en una estatua de sal, tan fácil de resquebrajar.


Despertar no está mal. Te hace ver la realidad, y también te permite cambiarla. Porque dormir es eso, la inercia, el no poder abrir los ojos, que siempre es lo mejor que podemos hacer. Aunque la luz nos encandile, o la oscuridad no nos deje ver.

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