Cables en remojo

¿Será cierto eso de que hay veces que conviene no salir de la cama? El primer caos del día –un lunes, vale destacar- estaba arremolinándose en mi monitor cuando llegué a la redacción. Se pincharon los planes de pasar un fin de semana todas juntas para despedir a la casadera.

El “viaje de fin de soltería” tenía que posponerse o realizarse este fin de semana. Detalle: hoy me cambiaron los horarios de trabajo y se me complica “estrenar horario” pidiéndome un día libre.

La repentina colisión entre el cambio de rutina y de planes para el fin de semana hizo que me entrara calor de más en la azotea. Los cables aguantaban, sí, pero estaban juntando voltios de más. Lo que me molestó no fue que se cancelara el viaje. Lo que me molestó fue la manera en que, de un día para el otro, estábamos en el primer casillero, sin saber qué hacer o a dónde ir.

Y que nadie decida, nadie deje en claro o fije una posición, o algo. Es difícil cambiar un franco pedido hace un mes unas mil veces en una semana. ¿Los cables? Calientes. Una tarde psicoanalítica -con ese maravilloso diván que es la cámara de televisión-, y una amena jornada laboral más tarde, llegué arrastrando los pies a la facultad.

Materia uno: tufo medio, aire viciado, recién dejada por la comisión de la tarde. Cables: enfriándose, pero no mucho. El olor no contribuye. Empieza la clase, y vamos directo a la siempre fría sala de redacción… un oasis para mi azotea. Lástima que el recreíto no duró mucho.

Segunda materia del día: tediosa. Pero se banca, librito mediante. Tufo: Alto, altísimo. Al punto de embotar los sentidos. Llegué a casa y me recibieron con atrevimientos y peculiaridades. Algunas mezquindades de la vida y de las personas. Comí muy rápido, con bocanadas de ansiedad.


La gente se equivoca cuando dice que la mierda la manda la vida, Dios, o el destino… es todo mandado por otra gente. Ahora, después de horas de verborrágico desahogo, puedo poner los cables en remojo.

Me voy a dormir. A negar que este mundo existe y a buscar a dónde dejé ese pasillito azul por el que caminaba anoche... Quizás, como dice el saber popular, hay días en los que no se debe salir de la cama, sobretodo si no se está dispuesta a lo que venga.

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