Nunca falta el o la iluminada de la meditación trascendental que explique que para avanzar en la vida y hallar la paz hay que "soltar". Así, en infinitivo e infinito, como si la paz fuese un Pokemón que hay que encontrar y no la casa de naipes que es en realidad. Como si las cosas y personas no se pegaran a los dedos como pegamento y no fuesen difíciles de sacar.
Yo prefiero saltar. Hay algo igualmente liberador y sanador en saltar, ya sea al vacío a pesar de la incertidumbre; a la aventura con energía y cierta cautela; ante una situación que amerite una respuesta vehemente; con la decisión de no volver atrás aún a pesar de la fuerza de gravedad. Es una forma de soltar, sí, pero no de desprenderse.
Hay eventos que son lecciones de vida y es sano dejarlos ir para no tenerlos presente, para que su recuerdo no empañe el día a día. Pero si se trata de hacerse cargo, levantar un muerto, pedir perdón, luchar un derecho o una causa, e incluso al enfrentarse con un recuerdo poco feliz...
Saltá. Soltar suelta cualquiera.
1 comentario:
¿y no sigue el blog?
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