Lavado a mano

Algunas prendas son delicadas. Los tejidos se pueden abrir con facilidad al manipularlos, los colores pueden desteñirse por la temperatura del agua; se forman "pelotitas" sobre la superficie por la fricción, o los materiales se vuelven más delgados con cada lavado.

Pasa con la ropa, y con casi todo lo demás que flota por este mundo: ideas, sentimientos, consejos, experiencias, recuerdos... La propia conciencia, llegado el caso.

Al final del día, hay prendas que van al lavarropas directo porque es más cómodo y simple para volver a usarlas al día siguiente, pero otras quedan mejor si se las lava a mano con un poco más de cuidado.

Un poco de jabón (no mucho, porque el exceso intoxica el tejido), agua fría para contrarrestar la fricción y paciencia. Es un trabajo fino, delicado si se quiere, pero se mantienen los colores, las texturas y las formas originales.

Y no hay momento más propio que cuando uno se hace cargo de sus trapos viejos y sucios y los lava hasta dejarlos limpios y rehabilitados para una nueva jornada.

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