Lo que me gusta de las muestras de arte que se exponen en el CCR es que los cuadros e instalaciones están colgados en los pasillos del antiguo claustro del Pilar, y el edificio, con su estructura colonial de pasillos que forman cuadrados con patios en el medio, te invita a recorrerlo.
La primera sala a la que entré creo que fue la que tenía la exposición de La historia del fuego, de Paula Duró. Ahí encontré una serie de veinte pinturas que tiraban al estilo naïf, hechas con una mezcla de colores brillantes, figuras planas y animales fantásticos.
Las caras de los personajes bien definidas y un poco más realistas. Me puso nerviosa que algunos fueran bizcos.
Después de esa bocanada de fantasía del altiplano, seguí mi camino, siempre prestando atención a las paredes blancas del CCR.
Unos pasos más tarde reparé en una serie de dibujos hechos con lápiz y a mano alzada, hechos por un corredor de inmobiliaria bastante detallista llamado Iván Freisztav. Me hicieron gracia, pero en seguida otra cosa llamó mi atención.
Estaban ahí, los Quince Ekekos digo. Colgados en la pared, muertos de risa, sosteniendo cajas, bolsitas, granadas, porros, dólares, de todo. Bien cargados para su viaje por las sinuosas rutas del inconsciente colectivo.
La muestra fue pensada en base al libro "Guerrilleros: una salida al mar para Bolivia", de Rubén Mira, que es una suerte de diario del Che Guevara pero en lenguaje punk, muy volado. El relato empieza con un grupo de adolescentes en las sierras que tienen un chip implantado en el cerebro y que han decidido completar la tarea del Che. Raro, ¿no?


Después de darme una vuelta por los ekekos, seguí caminando y entré en otra sala, donde estaban en exposición los premios de la Fundación Andreani. Instalaciones, pinturas, dibujos, de todo un poco. Muy interesante, pero realmente quería terminar el libro que llevaba encima, así que me fui a uno de los patios internos del claustro.
Me morí de frío ahí sentada porque no caía ni un mísero rayo de sol, así que a los diez minutos ya estaba bajando la rampa desde el CCR hacia Plaza Francia. Ahí podría disfrutar del calor y el buen clima, si lograba esquivar la multitud de visitantes.
* Ah, sí, y lo de "inmoral" en el paseo... Es por esa delicia rompe-esquemas que tiene el arte en general. Uno viene con su moral armada y de pronto algo te rompe la vara con la que medías todo.