El final es el principio (de la bacanal)

Breve reflexión mientras se hierven las papas y agradezco al Señor Raid por haber inventado, producido y comercializado con tanta dedicación las tabletas antimosquitos:

Ya es fin de año y con una felicidad absoluta en un momento de éxtasis (producto de meses de terapia , un invierno plagado de crisis y muchas dosis de Alplax) todos, pero todos, se acuerdan de cobrar ese viejo vale social del "A ver cuándo nos juntamos, ¿eh?", lo que da lugar a las interminables reuniones "de fin de año".

Llega diciembre y todos los grupos sociales se reactivan con la consigna de fijar reuniones para celeberar que se acaba el año, que vienen las vacaciones (sólo para la mitad, ya que el resto sale en febrero, marzo, o busca en Wikpedia qué son) y para ponerse al día, porque claro, nadie se mantuvo en contacto con nadie durante los últimos 12 meses.

Pero pensemos en esto un momento: La última hoja del calendario cuante con escasos 31 días, entonces, ¿cómo acomodar las fechas para que no se superpongan los eventuales exámenes finales, las escapadas de fin de semana, las reuniones laborales o familiares, los actos de fin de año en los colegios y las empresas (la lista sigue...)

Simplemente no le encuentro sentido. Por qué es que, si en todo el año no se reunieron las ex alumnas de la escuela de macramé a la que asistí hace dos años, ahora resulta que me veo en el compromiso de ir a su cena de fin de año... y eso que ni squiera hice macramé. Ok, ese es un caso extremo.

El punto es: no entiendo las reuniones de fin de año. Entiendo las fiestas para descomprimir la tensión cuando ya cerraron los balances de la empresa, o hacer una juntada general para tratar de ponerle onda al pelotazo de tener que estar encerrado en una oficina con 40 grados de calor, pero eso de reactivar grupos sociales al sólo efecto de verse porque se acaba el año...

No sé, quizás es que no tengo ese complejo de "Apocalipsis - se -acaba - el - mundo", pero quiero tomarme el poco 2009 que queda con mucha calma y mandarlo, perdón, despedirlo, lentamente hacia el pasado. Acto seguido, pretendo montar un circo romano en el balcón de mi casa para celebrar la llegada de 2010, por el sólo hecho de que es un nuevo año.

Suena lógico, ¿no?

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