"Un mundo feliz", pero de veras

El 21 de septiembre fue el día de la primavera o del estudiante, como suelen llamarse, así que hice lo que cualquier otro no - estudiante haría: fui a visitar a mi abuela.

Después de un almuerzo simple y rico (unos exquisitos bifes a la criolla) mi abuela y yo descansamos un rato antes de salir a tomar un café. Cuando estábamos saliendo, mi inquisitiva abuelita me preguntó qué era ese libro que me había visto leyendo con tanta fruición en vez de dormir. "Se llama 'Un mundo feliz'", le contesté.

Por 40 años, mi abuela Silvia enseñó labores en varias escuelas públicas primarias de Buenos Aires (ella es tucumana), así que podía comprender mejor que nadie sobre la educación de mentes jóvenes, maleables, moldeables. No me tomó mucho tiempo explicarle qué había sido de la humanidad después de que los científicos descubrieran como hacer gente "en serie".

"Oye, si aquí dieron la telenovela 'El clon', como no va a poder ser cierto?", me preguntó de camino al café. No sé si le interesó el nombre del libro o el hecho de que le comenté que en él, la gente vivía teniendo sexo y no haciendo el amor, considerando al matrimonio como algo desagradable y a la madre como algo obsceno.

Lo cierto es que al llegar al café volvió sobre el tema. Mientras yo le contaba de la "era fordiana" y de lo que era considerado obseno (como el amor a una sola persona o ser parido por una mujer), mi abuela sonreía. Le mencioné también que la gente era configurada desde antes de nacer y que nunca podrían elegir ser otra cosa más que aquello para lo que habían nacido.

Cuando terminé mi escueta explicación, mi abuela, con sus 91 años a cuestas, sus dos maridos enterrados y sus amistades del alma esperándola en el otro mundo, me miró sonriente y me lanzó:

"¿Un 'mundo feliz'? ¿Qué tiene de 'feliz' si no se puede hacer lo que uno quiere? ¿Qué felicidad puede tener esa gente si no puede hacer el amor, enamorarse, ser feliz?"

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