Eran casi las 4 de la mañana, o quizás el reloj se acercaba a las 5. Yo estaba acostada en mi cama, dormitando, esperando a caer en el sueño para librarme del continuo revoloteo de un mosquito en mi oreja (sí, había mosquitos a pesar del frío).
De repente escuché lo que parecían ser voces, susurros a escondidas, ruidos leves de llaves, o de algún tipo de cerradura cediendo. En seguida me desperté -o por lo menos eso creo- y entreabrí los ojos para ver quién reptaba por el pasillo de mi casa, cuando de repente ví una luz, como el foco de una linterna de mano, frente a la puerta de mi cuarto.
Una ráfaga de frío me entumeció los brazos y piernas, dejándolos como si estuvieran dormidos: duros y pesados. La luz avanzó por el pasillo hacia el cuarto contiguo, donde duerme mi madre, y desapareció. Cerré los ojos con fuerza, y con la devoción de un chico chiquito empecé a rezar. No volví a escuchar ni voces, ni a ver luces.
Final Alternativo:
Esta mañana, fui al cuarto de mi madre y me recosté a su lado. Tenía los ojos cerrados, y el semblante lleno de paz. Habían llegado justo a tiempo.
Final Real:
Esta mañana fui al cuarto de mi madre y me recosté a su lado. "¿Leíste anoche?, me preguntó, y cuando contesté que no me replicó: "Pero alguien prendió una luz a eso de las 5 de la mañana, yo pensé que habías sido vos".
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