¿Alguna vez te pasó de encontrar un relato fantástico donde jamás pensaste que lo encontrarías?



A mí sí. Una tarde, le estaba contando a mi abuela sobre una obra de teatro que había ido a ver donde la protagonista está muerta y revive la última hora de su vida durante toda la obra. Como mi abuela es una señora de 90 años, tuve la delicadeza de aclararle que era medio loca la obra porque había una teoría que decía que algunas almas tienen ese comportamiento sin querer. Fue una aclaración innecesaria, ahora me doy cuenta.

Mi abuela simplemente me miró, y sonrió no sólo con sus labios sino también con sus ojos negros, brillantes. “Claro que eso puede pasar”, me interrumpió. “¿Cómo?”, contesté, extrañada de la capacidad de mi abuela de sacar de la nada una historia así. Si se trata de antiguos amores, historias de provincia, pestes o golpes militares, mi abuela fue testigo y tiene historias al respecto, pero no sabía que también tenía cuentos del otro mundo.

“Una vez estaba en la cocina de mi casa (donde vivía con tu abuelo Eduardo), mientras mis amigas estaban en el living, charlando, cuando de repente oigo un ‘Esucháme, Silvia’, y era la voz de mi amiga Susana, que no estaba [presente] ese día”, me relata todavía sonriendo, probablemente complacida de ver el asombro en mi cara. “Me di vuelta y no había nadie. Nadie más en la casa escuchó nada, porque estaban todas sentadas charlando. Eran las ocho y media de la noche”, me sigue contando, “y es la hora, y el día, en que Susana murió”.

Ya lo temía. Mi abuela es bruja. Y yo pensé que era sólo buena para hablar con las plantas (las hace crecer estupendamente). Pero no, además, habla con todo el mundo, aún fuera de éste mundo.

1 comentario:

Tomás en Shorts dijo...

waaaaaaaaaaaa

geniales esas historias