La balada de Maru y Tomy

¿Te ha pasado alguna vez el tener que reciclar un amigo o amiga? Si te ha pasado, este escrito te resultará redundante por demás. Si no te ha pasado, ¡atención! Podría sucederte cuando menos lo imaginas.
¿Tus amigos y amigas cercanos están en pareja? ¿Tú mismo tienes a una persona “especial” a tu lado? Si tu grupo está formado por gente socialmente adaptada, entonces parejas, esposos y concubinos serán siempre bienvenidos.
Pero aquí viene el meollo de la cuestión. Imagina la siguiente situación: tu amiga Maru, una chica alegre, sonriente y vivaz, suele salir de copas con el resto de “las chicas” todos los viernes.
De un momento a otro, Maru se empareja con un muchacho de nombre Tomás. Ahora, Maru, prefiere quedarse en casa esperando que Tomás la llame para hablar de sus nuevos botines y de la fiebre de su gatito Chichón.
Entonces, comienza la “desaparición” de Maru del grupo. Terrible, desgarrador sentimiento, el de sentirse la “amante” de Maru. Esa sensación de tener que “raptar” a Maru para poder verla.
Porque cuando Maru no está con Tomy, la vida le pesa… en realidad, ella DEBERÍA estar con él siempre, no con sus amigas en algún bar. “las chicas no entienden… están celosas”, dirá la muy mocosa.
No es necesario para ella hablar por teléfono cinco minutos para desearle feliz cumpleaños a su amiga desde el jardín, pero eso sí: un partido de Tomy es sagrado, sea a la hora del sábado que sea.
“Llegamos un poco más tarde” pasa a ser la nueva muletilla de quien antes solía ser tan cumplida. Ya no existe ni el verbo en primera persona del, ni el pronombre personal singular.
Por eso, pebeta, pebete, tengan cuidado. Cuando algún amigo se pone de novio y se deja absorber por su “peor es nada” el principio del fin. Y si al leer estas palabras te identificaste con Maru, ¡no seas webona!
El día que Tomy te deje, ¿quién creés que va a recoger los pedazos?

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