Terminada la semana de limbo, llegó el momento de tomar un envión divino, alumbrado por fuegos artificiales y adobado con turrones, para encarar el año que empieza.
Si los siete días entre Navidad y Año Nuevo fueron tan mágicos como díscolos, con ventanas abiertas a los "¿será posible?", ahora es tiempo de plantarse en el lunes 3 de enero y decir: "Es lunes, hoy empiezo".
Aunque pensándolo mejor... antes de estrenar la agenda 2011 (que todavía no compré), o de abrir sendos mapas para salir corriendo de la ciudad, quizás sería bueno fijar una prórroga para la semana del limbo...
¿Les parece mantenerla todo enero? Buenos Aires se ve tan tranquila como aletargada por el calor, y por las noches afloran toda clase de aromas (de los ricos y de los otros), que construyen un clima especial.
También pasa que la mayoría de la gente se fue de vacaciones y que los que todavía pululan por estas calles están como ausentes, pensando en lo bien que les hará el descanso en febrero. Otro día hago la salvedad que requieren otras situaciones, donde el limbo es algo más que una sensación, y no tiene mucho júbilo.
Mientras tanto, me quedo con el dulce recuerdo del mejor comienzo de año que tuve en mucho tiempo...