El quiebre

Es decir "basta" cuando ya está todo dicho, cuando no hay nada más que decir. Cerrar la puerta de un cuarto que está vacío, o la ventana cuando ya hace frío. Dar por sentado que ciertas cosas no volverán a ser como antes, y saber que eso está muy bien.

Es la epifanía en la que uno sabe que va a estar bien y que lo que no tiene no va a extrañarlo porque nunca le perteneció. Funciona para mí, y para el resto puede que también. Si quedan lágrimas en los ojos es por la mera humanidad del caso y nada más.

Y cuando quiera abrazar lo que ya no tengo a mano, estaré rodeada de viento, de aire libre y fresco.

Ironía pop II

“Estás linda hoy”, atinó a decir él.

“Gracias”, contestó ella.

Los dos mantenían los ojos en la alfombra verde desteñida, incapaces de levantar la mirada para encontrarse. Caminaron en fila por el estrecho pasillo de butacas del anfiteatro, que seguía llenándose paulatinamente.

“¿Vos todo bien?”, insistió él a modo de charla de salón. Se sentó en el medio de la fila, casi en el centro de la sala.

“Sí, todo tranquilo”, replicó ella, lacónica, mientras se acomodaba al lado.

“Te queda lindo el pelo suelto, largo. Me gusta más que cuando lo tenías corto. Se te arman más los rulos así”, declaró él.

“Gracias, Migue. Sí, me gusta más así”, convino ella.

“Bueno, Lu, no sé de qué podemos hablar”, dijo él, rascándose un poco la barba de tres días.

Mientras tanto, ella buscaba sin parar algo que nunca encontraría en su bolso de cuero. Un espejo, un peine, el celular, cualquier cosa le ayudaría a distraerse, pero tenía los dedos torpes y no estaba prestando atención a sus movimientos. Desistió.

“Qué raro es encontrarnos acá”, dijo finalmente él.

“La verdad que sí. Yo no quería venir, pero después me mataron las ganas de saber qué dice exactamente”, corroboró ella, y él asintió.

Las luces bajaron repentinamente y la sala quedó en penumbras, con un reflector que apuntaba al escenario donde había una mesa, tres sillas y una jarra de agua y tres vasos. Había unas cincuenta personas presentes.

Dos hombres entraron a escena y se sentaron en las sillas de los costados. El público aplaudió al ver subir a una mujer de unos treinta años, con el pelo platinado y un vestido negro con flores estampadas, muy ceñido al cuerpo.

“Yo se lo regalé. Para un cumpleaños”, le susurró ella al oído.

Apenas cesaron los aplausos, uno de los hombres, canoso y con anteojos, tomó la palabra para presentar a la “joven promesa literaria”, al “prodigio de la narrativa contemporánea”. En sus palabras, a “una mujer que supo desnudar el sentimiento de su generación, tan desconectada, tan atribulada y enredada en los nuevos medios de comunicación”.

Nuevamente aplausos, y tras el silencio, la rubia tomó un trago de agua y empezó su discurso: “Quiero agradecerles a todos por estar hoy acá. Este libro significa mucho para mí, y sé que para mucha gente también”.

Los ojos se le empezaban a llenar de lágrimas. Podía sentir sus mejillas volverse más acaloradas y rosadas y las manos le empezaron a temblar. No encontraba posición en el asiento entre el público. Rezaba para que él no se diera cuenta.

La veía ahí, parada, hablando de lo que su libro significaba para ella.

“Como todos saben, para mí fue muy fuerte escribirlo porque sus protagonistas son personas reales, gente que yo quiero”, dijo la autora, e hizo especial énfasis en “quiero”.

“Es algo que le puede pasar a cualquiera. Amar, perder, lamentarse, y que las redes sociales jueguen un papel tan corrosivo...”, siguió perorando la rubia desde el escenario.

“No puede ser tan cara rota. No fue así”, espetó ella.

“¿Qué dijiste?”, preguntó él a su lado.

“Nada, Migue, mejor dejá. Sólo que no puedo creer que sea tan cara rota como para decir que fueron las redes sociales. Lo que hizo no tiene nombre”, dijo ella.

“No sé por dónde empezar a leer, para que se den una idea”, comentó la flamante autora tomando un ejemplar de su obra.

“Empecemos por el principio, cuando ella lo ignora a él, después salen, se aman una noche y nunca más vuelven a hablarse. ¿Habrá sido real ese amor?”, preguntaba la rubia, con énfasis en “amor”.

"Pero después, él vuelve a buscarla y ella se deja llevar por lo que decían otras personas, en las redes sociales", resumió complacida.

“Y bueno, Lu, ¿porque estás acá? No hubieses venido”, le contestó él entre susurros.

“Sí, ¿y vos por qué viniste?”, retrucó indignada.

“Y... porque es mi amiga”, se apresuró a contestar él.

“¿Sentís que es tu amiga después de que tomó tu historia para hacer su novela?”

“No sé, qué se yo”

“Yo no. No fueron las redes sociales. Fue la vida real, donde una persona presenta a sus dos amigos, ellos empiezan a salir y después descubre que no puede tolerar que sean pareja”

“Me parece que te estás yendo de tema... Lo que pasó fue mucho más complicado que eso. No le podés echar la culpa a ella”

“No. Pero sí puedo sentirme un títere mal usado”, protestó en voz baja.

Sus dedos finalmente encontraron la correa de su bolso. Se lo puso al hombro y se paró. Salió de la fila con cuidado de no golpear las rodillas de una pareja que estaba sentada en la punta.

Una mano tocó su espalda a mitad del pasillo. La había seguido. Llegaron juntos a la puerta del pequeño teatro y salieron. Tenían los ojos achinados por el repentino caudal de luz.

“No podés irte así. No fue culpa suya, vos decidiste ponerte así, mal”, insistió él, ahora en voz alta.

“Si me puse mal fue porque me superó la situación y nunca lo hablamos, porque no quisiste ni hacer el esfuerzo. Y vos decidiste escucharla a ella”, le reprochó.

"Lu, ella no hizo nada malo. Lo nuestro fue complicado. No funcionó porque no tuvimos química y listo”, explicó él.

“Ella me dijo que no te hablara más después de eso. No sé por qué no seguí su consejo. No sé qué te habrá dicho a vos. Explicáme para qué volviste después de que cortamos”, preguntó ella, con los ojos vidriosos.

“No sé. Te juro que no sé. No estaba seguro”, masculló él.

“Bueno, ¿me querías?”, preguntó ella con un hilo de voz.

“Sí, en un momento, sí”, admitió él.

“Cuando uno quiere a alguien trata de llevarse bien y de estar presente. No se borra y aparece cuando le viene bien. Yo no te hubiera hecho eso. No te ignoré nunca”, espetó ella.

Lo último que él vio fue su espalda. El blazer verde, con la tira de la cartera de cuero cruzada. Su pelo ensortijado cayendo sobre sus hombros. Se rascó la barba. Escuchó los aplausos en la sala y la rubia apareció a sus espaldas.

Sintió los brazos de ella rodeando su cintura, y su mentón sobre su hombro.

"Y, Migue, ¿cómo lo tomó? ¿Se fue muy enojada?”, preguntó la rubia.

“Sí, todo mal. Pero, bueno, ya fue”, contestó él.

El llamado

Según la Real Academia Española, la vocación es "la inclinación a cualquier estado, profesión o carrera". Eso mismo escuché durante todo el día de ayer, a partir de las 12 del mediodía, cuando madre me anunció: "Ya nos censaron, y se murió Néstor Kirchner".

Confieso que en el momento me di media vuelta y seguí durmiendo. Las vacaciones tienen la divina facultad de volvernos seres deliciosamente aletargados. Pero en cuanto mis neuronas reaccionaron sentí la necesidad de informarme sobre el tema y lo que es más, de estar de alguna manera ahí.

Ahí, en la Plaza de Mayo, donde una multitud empezó a reunirse frente a la casa rosada para prestar apoyo a Cristina Fernández de Kirchner. Donde siguen firmes, a altas horas de la madrugada, con banderas como si esperaran a que alguien saliera a saludar desde el balcón.

Durante el mediodía del 27, las cámaras de televisión se posicionaban para transmitir las imágenes de las personas llegando a dar su más sentido pésame. Mientras tanto, locutores y presentadores hablaban con miembros del gabinete, ex colaboradores de la administración "K" y detractores que despedían a su rival más acérrimo.

Todo ese tiempo, lo único que yo quería, en medio de mis vacaciones y cuando debería estar con mi nariz pegada a un libro de Isaac Asimov, era estar en la redacción de un diario escribiendo sobre el día de hoy, que fue histórico.

Claro, que lo memorable no es la muerte de un ex presidente. Para tal caso, Ricardo Alfonsín murió en marzo del año pasado y su entierro multitudinario también puede ser considerado algo histórico por haber sido el primer presidente democrático tras la última dictadura militar.

Pero en el caso de lo poco que vi hoy, me impresionó ver la gente visiblemente dolida, movida por la repentina muerte de Néstor Kirchner. Se escucharon algunas palabras sobre que su ira lo llevó a la tumba, pero nada opacó el sentimiento genuino de desconsuelo que se vio reflejado en los miles de manifestantes, que por esta vez no pedían nada, sólo mostraban su apoyo.

Hoy maldije mis vacaciones, porque hubiera dado cualquier cosa por estar ahí para contarlo. En vez, pasé por el lugar como ciudadana que soy, y lo cuento por acá, que es una forma acotada de darle espacio a lo que quería decir. Mañana será otro día, uno de luto.

Blessings

May the road rise up to meet you, may the wind be ever at your back. May the sun shine warm upon your face and the rain fall softly on your fields. And until we meet again, may God hold you in the hollow of his hand.

May you always have work for your hands to do.
May your pockets hold always a coin or two.
May the sun shine bright on your windowpane.
May the rainbow be certain to follow each rain.
May the hand of a friend always be near you.
And may God fill your heart with gladness to cheer you.

May you always have walls for the winds,
a roof for the rain, tea beside the fire,
laughter to cheer you, those you love near you,
and all your heart might desire.

May flowers always line your path and sunshine light your day.
May songbirds serenade you every step along the way.
May a rainbow run beside you in a sky that's always blue.
And may happiness fill your heart each day your whole life through.

A sunbeam to warm you,
A moonbeam to charm you,
A sheltering angel, so nothing can harm you.

Irish blessing

May you have warm words on a cool evening, a full moon on a dark night, and a smooth road all the way to your door.

Irish toast

Hay dos tipos de personas

Existen dos clases de personas en este mundo: los que aman y los que odian. Se nace siendo una u otra y es una dura y larga lección convertirse en lo que uno quiere ser.

The prophet

I wanted to start reading a new book, but I ended up picking a small, dusty hardcover volume from my bedroom shelves. I had begun reading it during some hollidays I took a few years ago.

Funny thing is, it was bookmarked almost in the middle, as if I had lost all interest in it halfway through it. Yet it caught my attention again tonight. It's a 2004 edition of Kahlil Gibran's "The Prophet".

Here is a paragraph which I considered interesting, specially bearing in mind my current situation:

"Your house is your larger body. It grows in the sun and sleeps in the stillness of the night; and it is not dreamless. Does not your house dream? and dreaming, leave the city for grove or hilltop?"

So, it seems as though I will have to dream a little longer, just to make my dreams come true. And perhaps then I will have a place to sleep, where I will be able to come up with new ideas and plans for my future.

Te pido demasiado

Te pido demasiado cuando quiero tu perdón. Mucho más cuando quiero que te disculpes. Demando de más si quiero de vos algo que no me vas a poder dar jamás, porque no está en vos. Y me paso de la raya si espero que me devuelvas algo de lo que te doy.

Capaz si empiezo a tirar mierda me empezás a devolver eso mismo. Y no tengo ganas, no estoy para estas cosas. Mejor, flash foward. And until we meet again, may God hold you in the hollow of his Hand.

Los otros

ella habló primero conmigo. Me dijo que no insista, que no me exponga a ese trato. Que es un boludo al que no le tengo que hablar más. Que se portó mal, y yo tengo toda la razón de estar enojada, y de desistir.

después empezó a decirme que qué bueno que me había animado a abrirme a la experiencia, pero que no me dejara lastimar, porque él no lo valía. yo lloraba, y ella me decía que no insista, que no le hable más.

yo no esperaba grandes pruebas de amor, sólo que él dejara de lado el orgullo. Que se sentara a hablar conmigo y no a tirarme broncas, que no desapareciera. Pero ella me recordó que el pobre le tiene pánico al compromiso.

ella lo excusó, él no habló y yo me di a la tarea de olvidar.

me pregunto ahora, ¿qué idea tienen los otros? No fueron pocas las veces en las que actué de psicóloga amateur con amigas y me encontré diciendo estas pavadas. Lo mismo con mis amigos.

que "esa mina no sabe qué quiere, sacátela de encima", o que "le tenés demasiada paciencia". O quizás un "ese flaco no está bien... alejáte y rápido", y hasta un "decíme, ¿qué te deja de bueno para que sigas con él?".

¿y yo qué sé? ¿y qué sabe ella de mí, o de él? Qué carajo tendrán que ver los otros en cuestiones que atañen nada más que a dos personas.

Y esto me lo pregunto recién ahora.

Valor agregado

Si la idea de tomarme vacaciones del mundo era no sufrir el ajetreo diario de Buenos Aires, a mal puerto llegué.

Una mujer de piel pálida y largo pelo castaño que estaba justo detrás mío en la fila para sacar entradas para el show de Paul McCartney me hizo notar que mi cariño por Los Beatles no es muy propio de mi generación. Igual le retruqué que hay cosas que trascienden la edad, hay una música que es universal.

"Para mí son todo... o sea, a ver, cuando tenías 9 años e ibas a un asalto y venían los lentos, ¿qué sonaban? ¡Los Beatles!", me explicó la mujer, que dijo tener 48 años. Me contó además que había empezado a escuchar a los "Cuatro de Liverpool" gracias a su hermana 10 años mayor, y que le impresionaba "los pibes en la fila".

"Quiero decir... sos una niña... una pendeja!", espetó entre risas. Para ella, una canción ideal "para sacar a bailar a un chico" era la melancólica "Yesterday". Yo me hubiera muerto de la angustia en el medio del asalto, pero bueno.

Lo segundo que me pasó este mediodía fue recibir el mesiánico llamado de mi hermana para decirme que había logrado comprar dos lugares por un precio para nada módico, pero moderado dentro del contexto. Después hice una compra que sí tenía valor agregado.

Un hombre que tendría unos 60 años se acercó a la fila para ofrecer los ejemplares de la última "Hecho en Buenos Aires". Era alto, flaco y espigado. Estaba vestido con un jean, camisa a rayas y una gorra. No me acuerdo qué llevaba en los pies, pero sí reparé en la mochila abultada, que parecía pesada.

Primero le dije que no, pero después reparé en el hecho de que sí estaba aburrida, sin nada para leer y con una larga espera por delante. Así que lo busqué a pocos metros, en un semáforo, y le compré una revista.

La pagué con un billete de $5. Estúpida, estúpida de yo, confundí un poco los tantos y me disponía a irme sin mi vuelto, olvidando que estaba haciendo una compra y no caridad barata.

"Espere señorita. Hay que ser honesto en esta vida", me detuvo el hombre, y agregó mientras buscaba la moneda: "A mí me contó mucho tiempo aprenderlo". Después me entregó un peso -de esos que se editaron por el Bicentenario- y ahí sí, con la transacción completa, me volví a la fila.

Las chicas que deshojaban margaritas

Las chicas que ayer deshojaban margaritas son las mismas que hoy las pisan con sus sandalias de tajo aguja, o las dejan secar entre las páginas de algún libro de poesía que ya no leen más.

Alguna vez alguien les enseñó -a esas chicas- el truco de pedir tres deseos al transitar por debajo de un puente justo cuando pasa el tren. En alguno de esos intentos de superchería barata estaría el designio divino que haría volver el amor sano y salvo a sus brazos.

También les mostraron la técnica de la pestaña, que no es otra que presionar con suave firmeza el diminuto pelo entre el pulgar de la dueña y el de otra persona... y rogar por que la pequeña prenda de amor quede en el dedo correcto. "Que vuelva, que vuelva", dirían las jovencitas, tan frescas y llenas de esperanza.

Sino, siempre quedaba la posibilidad única e irrepetible de hacerle el pedido a una estrella fugaz. Pero el cosmos es grande y el amor de un hombre es una nimiedad, así que las simples margaritas eran las más apropiadas para decir si había amor, un poquito o nada.

O al menos así era antes, cuando estaban frescas las chicas que hoy pisan las flores, las arrancan o las dejan secar.

Las postas de Abuela Silvia

No quiero darme corte, ni sonar pretenciosa, pero saqué número alto con la abuela que tengo. Si la anécdota del consultorio oncológico no les demostró la sabiduría cotidiana que posee a sus 92 años, he aquí breves fragmentos de nuestros diálogos de una soleada -y peronista- tarde de 17 de octubre (y eso que ella siempre prefirió a Palacios).

I
Yo venía explicando que no había podido comprarme una Blackberry: "...Y entonces me quedé con las ganas de comprarme un teléfono celular nuevo porque los de la compañía no tenían sistema", dije. "Ah, no te compres nada y gastate todo en Mar del Plata", contestó abuela, volviendo al tema anterior, mis vacaciones.

II
Al verme pellizcar por tercera vez un pedazo de queso de máquina en lugar de tomar toda la feta y comerla entera: "No te hagas la cumplida", espetó. "Es que sino después me duele la panza", intenté excusarme. "Te tomás un Agarol y listo... ¡es más rico que la vaselina!", resolvió ella.

III
Con mi mejor voz de nieta preocupada, le volví a recordar a mi abuela que tiene que alimentarse bien y tomar líquidos. "Ah, sí, el americano Gancia está viniendo buenísimo", me retrucó. "El otro día, con tu papá lo preparamos en la coctelera con Campari y limón... Y mucho hielo. ¿A vos te gusta?", me dijo. "Yo hablaba de tomar agua, abue", contesté. Le di un abrazo.

IV
"¿La viste? La senté cerca de la ventana para ver si quiere vivir", me explicó, y señaló una planta de calas que había colocado sobre una silla plegable de hierro color negra. Los tallos inclinados de las hojas casi llegaban a tocar el asiento. "Estaba en el patio de mi abuela", acotó sobre el mueble. "Ya si con eso no quiere vivir no sé qué más hacer, que se muera", se resignó.

"Hablemos de sexo"

Mi querida abuela Silvia cada tanto me tira una posta. A su apreciación bastante sensata sobre que las mujeres más inteligentes suelen tener problemas en su vida sentimental, se le agregan algunas anécdotas que suelen ser útiles.

Una vez me contó que estaba en la sala de espera de un médico con mi tía abuela, Mima, donde todos los pacientes estaban dele quejarse de sus dolencias. Claro, era el ala de oncología de la clínica y la situación de la mayoría no era fácil.

De hecho, su propia hermana estaba enferma de lo mismo por segunda vez, y a eso se le sumaba que sus fuerzas empezaban a menguar, ya fuera por la edad, o vaya uno a saber por qué.

En realidad, tener fuerzas para pelear, o no, es uno de esos misterios que ni médicos ni gurúes saben develar. Sólo quien se enfrenta con la muerte sabe qué diálogo tendrá con ella.

La cosa es que las dos mujeres estaban sentadas en la sala de espera donde había con el resto de los pacientes del área de oncología. Como decía, cualquier comentario entre ellos oscilaba el estado del clima y las vicisitudes de sus tratamientos.

Agobiada por lo denso -y quizás doloroso- de la charla, mi abuela decidió terciar en la conversación y propuso: "Bueno. Hablemos de sexo". No hubo risas, sólo miradas atónitas, y alguna que otra mueca de desaprobación. Pero no se volvió a hablar de sueros ni de internaciones.



¿Que no es "útil" como dato? Obvio que sí. Cualquiera puede pasar horas relatando historias tétricas sobre muertes, accidentes o fatalidades, pero es poco menos que morbo. En cambio, ¿cuántas personas pueden hablar de sexo sin sonreír?

Injusticias sociales

Quizás no sea tanto para llamarle así, ni para tomárselo tan a la tremenda, pero es una manera de calificar ciertas situaciones que se dan cuando una mujer soltera y económicamente independiente sale con su grupo de amigos... si ese círculo está formado sólo por parejas.

Supongamos que existe un grupo de 4 mujeres, de las cuales al menos tres están casadas o en pareja. La cuarta, "la soltera", se encuentra con sorpresas poco gratas. Pueden darse alguna de estas situaciones:

Cuando se dividen los gastos de una comida, se dividen por partes iguales contando a cada pareja como un ítem, es decir, en 4 partes en vez de 7, con lo cual "la soltera" termina pagando como si valiera por dos.

En el caso de un asado, las mujeres tienen que poner la misma plata aunque hayan comido y bebido 1/5 de lo que comió y bebió cualquiera de los hombres presentes...

No da, no es que yo desperdicie la carne, ¡es que naturalmente mi estómago es más chico! Es obvio que voy a consumir menos.

También surge un extraño tipo de machismo impuesto por las mujeres a sus amigas que las hace servir a los hombres... Todo bien con el compañerismo, pero si sos vos la que se casó, servíle vos a tu marido el té, a mí dejáme ver la peli tranquila...

No, no pienso levantarme y dejar lo que estoy haciendo para preparar con todo cariño la bandeja de tostadas con queso y mermelada para él. ¿Falta de solidaridad? Nah, es que no me corresponde. Sino, ¿dale que compartimos los deberes maritales del dormitorio?

Ah, ¿no te gustó la idea? Entonces no me jodas.

Es normal, sano y hasta importante compartir los temas cotidianos entre amigas. Casamientos, embarazos, mudanzas, lo que sea. Pero tampoco duele cortar un poquito el tema "vida conyugal" y  pasar a hablar de otras cosas.

En fin, temillas de tener que ser "la soltera" en ciertos círculos de amistades. No es que no banque, es que en algún lado tengo que descargar la frustración "de género".

Verdades de Género, según Laura Aceto

"Si lo que querías era sólo un polvo, no hacía falta que mintieras, o que dijeras todos esos 'te quiero'. La plata para el telo era más que suficiente.

Y si la persona no te interesa, no jodas y borráte. Al principio se va a sentir mal, pero después sólo va a sentir rabia... por no haberte pateado ella misma."


Esas cosas que sólo Laura Aceto sabe decir...

Fuerza

¿Y a dónde se supone que debería dirigir mis fuerzas? Por ejemplo, mi voluntad o mi capacidad de trabajar. ¿Qué las hago? Las compro, las vendo, permuto, o las exploto en "mi propia quintita"...

A veces una trabaja en una ocupación porque tiene que hacerlo, porque las cuentas no se pagan solas. Otras parece que se unen la diversión y la fortuna para que una saque provecho de lo que le gusta hacer.

También pasa que una no sabe en qué trabajar y agarra la primera propuesta que le hacen, siempre dentro de lo que sea legal y decente (dos buenos parámetros). Ahí el trabajo es un medio para tener plata para hacer lo que a una le gusta.

Pero en esos casos es como disfrutar de lo que una hace "afuera" del tiempo en que se está trabajando... O sea, que bien se podría restar unas 35 a 40 horas de vida a la semana. Una perspectiva alucinante, ¿no?

Es curioso que a veces las ganas de hacer cosas y de trabajar en lo que a uno le gusta, terminan beneficiando también a otros, ya sea xq el producto del trabajo es bueno, útil, o simplemente xq las hora - hombre valen bastante.

De alguna manera siempre se se termina planteando la dicotomía entre hacer "lo que uno quiere" y los que "uno debe". En ciertos casos me es más difícil acotar mis tareas a lo que tengo que hacer, a lo que me piden, y nada más.


Mamá - Chan siempre me repitió el refrán que dice que "todo comedido sale mal". Supongo que me costó algo de tiempo, pero ahora entiendo mejor la frase en sí, y el porqué de los intentos de mi madre porque yo no trate de abarcar más de lo que puedo o debo.

El tiroteo

"La pelea empezó por la prepotencia de Valdivia. Estábamos en el baile y él me salió a decir, Teodoro, no sé qué cosa. Teodoro, dale. Teodoro y meta joder. Entonces no me aguanté y le respondí. Fue error mío, porque yo estaba sin fierro. No me acuerdo muy bien pero fue algo de que él empezó a puyarme. Me trató de gil. Dale con humillarme. Y yo también, igual, a contestarle del peor modo. Aprovechó la situación de que yo estaba desarmado y ¡pa! disparó. Me tiró a matar. Pero me alcancé a tirar para un lado y sólo me jodió la mano, acá en el antebrazo, donde todavía tengo esta marca que me dejó el viejo lleno de soberbia. Ese era el principal problema de ese viejo cojudo. Es mejor ser humilde, compadre. La soberbia siempre termina mal. Nunca haga negocios con un soberbio. Es mucho riesgo."

Cristian alarcón, "Si me querés, queréme transa"

Shine, shine, shine, shine

Me encanta como las mujeres nos preparamos para salir de noche. Pocos hombres lo saben, pero cuando una mujer sale al ruedo social necesita una preparación mental previa que es casi como armar un personaje teatral.

Llevo unos cuantos años viviendo en la piel de una mujer (no reflexionen sobre esta frase, sólo sigan leyendo) y me he dado cuenta de que muchas veces salimos como disfrazadas.

Sé lo que es pasarse 4 horas por reloj haciendo el consabido preboliche (palabra estúpida, si las hay) en lo de una amiga, con un aburrimiento o una "inspiración etílica" tal que una termina mirándose al espejo y diciendo: "Hoy quiero ser Gloria Gaynor".


Lo más gracioso es cuando una termina pareciendo una versión pobretona de Janis Joplin, pero esa es otra cuestión.

No siempre nos tomamos los programas con amigas como una declaración de guerra "entre los sexos", donde tenemos que ir muñidas de armas de seducción masiva. A veces sólo queremos salir en ojotas o zapatillas, trancas, a tomar una cerveza fría... mmm...

En fin. De cualquier modo es un staging, una representación estilística de nuestro estado mental, o del personaje que decidimos encarnar esa noche.

Puede que durante la adolescencia seamos más volubles de lo que seremos a lo largo de la vida, pero a todas nos pasó -y nos pasa- el seguir el consejo de una amiga en cuestiones de moda... Y que nos vaya mal.

Así, la "anti make up" del grupo salió alguna vez más maquillada que una drag queen, y la "monja" fue a bailar con una pollera que le quedaba bien pero la hacía sentir incómoda.

Es increíble, pero somos muy permeables a la tentadora posibilidad de sentirnos alguien diferente, rockstars o lo que sea, al menos cuando estamos tratando de "hacernos las lindas" en un boliche.

O por lo menos se trata de probar una nueva manera de presentarnos, de brillar por más tiempo en la oscuridad de la noche.

La teoría de los 20 cm., revisited

Hace un tiempo escribí en este mismo espacio un post que ahora me parece hasta un poco gracioso. Es evidente que me sobraban la ingenuidad y la inexperiencia (que no disminuyeron mucho desde entonces), porque ahora me doy cuenta de que la Teoría de los 20 cm necesita un ajuste, y pronto.

En esa pseudo teoría, yo planteaba que había veces en las que se podía estar a unos prolijos 20 centímetros por arriba de la realidad. O por el costado, e incluso abajo, si era necesario (aunque esto último dudo que sea recomendable). Ahora me doy cuenta de que no siempre se puede. La teoría, por ende, es refutada por su propia creadora. Y por la realidad misma, claro.


Me autocito, por más vanidoso que suene, para demostrar de manera humilde y clara en qué modo erré por completo en el concepto de que todo me puede/podía importar poco, nada, o un huevo:

"Si en vez de querer doblar la naturaleza de la gente la acepto tal cual es, se hace más fácil convivir con las diferencias de los otros. Antes me daba pena mandar a la mierda a alguien, ahora ya no… si no siento que sea una verdadera amistad no hay razón por la cuál debiera mantener una relación (que está) vacía o muerta."

Mmmm... Pensándolo mejor, no estaba del todo equivocada... Sólo que veo a mi alrededor gente que no puedo mandar a la mismísima mierrrda aunque quiera. Ah, en mis primeros posts, cuando estaba convencida de que nadie leería nunca este Blog, me dedicaba a putear de lo lindo. Debería retomar ese hábito. Es maravilloso.

La cuestión es que mi teoría de los 20 cm. falló en parte por lo jactanciosa y en parte porque no siempre se puede poner distancia de todo. Hay veces, según he comprobado, en las que las cosas me calientan, y no en el buen sentido. Y cuando eso pasa, lo mejor es tomar distancia prudencial (ya sean 5 o 30 cm), pensar bien y actuar acorde.

A todo esto, más vale que deje de leer mis posts viejos porque sino me voy a volver loca desdiciéndome de todas las pavadas que vengo diciendo desde hace 4 años... Voy a entrar en un loop esquizo muy jodido!

Corte y confección / This Blog has flown

Hace muchos días que no escribo en este espacio. La explicación es simple: nada de lo que me salió me dejó satisfecha como para apretar el botón de "publicar entrada".

En vez, me di a la tarea de reformar mi extraño mundo, siempre teniendo en cuenta que la versión digital es más fácil de modificar que la real.

Todo este palabrerío viene a dos cosas:

1) Cambié la plantilla, suprimí imágenes pesadas y moví columnas a lo pavote.

2) Agregué tags/etiquetas para facilitar la lectura.

Así, El extraño mundo de Chan quedó divido en secciones tales como "Reflexiones de mi shisha", donde vuelco las cosas que se me ocurren mientras fumo narguile, o la lastimosa "Reina del drama", que no es otra cosa que mi faceta minita llevada al texto.

Muchas de las etiquetas son bastante autoexplicativas, como la de las crónicas, la de los cuentos, o la que tiene como protagonista a mi abuela, Silvia. Después está "Laura Aceto", que es un alter ego contrario al de "Reina del drama", donde la minita en mí se pone agria. Son arranques, sabrán disculpar. Y sino, so sorry.

En "La vida con madre" expulso de mi sistema las anécdotas simpáticas, y no tanto, que me pasan por vivir todavía en su casa. En "Instantes" incluí los posteos donde describo a personas, lugares o situaciones que me quedaron en la cabeza por algún motivo que jamás trataré de explicar.

Por otra parte, en "Webadas" metí todos los textos que tienen como tema los medios tradicionales, novedades encontradas en sitios de Internet o la conjunción de ambos.

La etiqueta "El mundo según Chan" es rara porque condensa textos que escribí en 2006 y otros que son de hace un mes. A veces releo las primeras entradas y parecen escritas por otra persona.


Bien... están avisados. Cambió todo y yo se los advertí.